jueves, 6 de junio de 2024

Abentofail (Ibn-Tufail) - Vida y obra (1110 - 1185)


Originario de Guadix, cerca de Granada, en la esplendorosa época del Al-Andalus, Abentofail, cuyo nombre completo es Abū Bakr Muḥammad ibn ʿAbd al-Malik ibn Muḥammad ibn Ṭufail al-Qaisī al-ʾAndalusī, fue un erudito cuyas contribuciones abarcaron campos tan diversos como la filosofía, la astronomía y la literatura. La figura de Abentofail, aunque envuelta en un velo de misterio en cuanto a su vida personal, emerge con claridad a través de sus obras, las cuales resplandecen como faros en el vasto océano del conocimiento. Su obra cumbre, "El Filósofo Autodidacta", se erige como un hito tanto en la literatura árabe como en la filosofía, siendo considerada la primera novela árabe y la primera novela filosófica de la historia. A través del relato de Hayy ibn Yaqẓān, Abentofail explora profundos conceptos filosóficos, desde el autoaprendizaje hasta la naturaleza del universo, desafiando las convenciones sociales y religiosas de su tiempo.


ABENTOFAIL 

(IBN-TUFAIL)


Vida y obra

La verdad es que conocemos mucho más a Abentofail por sus obras que por su vida personal. Encontraremos pocos rasgos de ella, pero por medio de sus obras algo podremos rescatar.

Familia

Su nombre es Abū Bakr Muḥammad ibn ʿAbd al-Malik ibn Muḥammad ibn Ṭufail al-Qaisī al-ʾAndalusī, más conocido en el mundo español como Abentofail. Se dice que nació ente los años 1109 o 1110 en Guadix, cerca de Granada, en la época del Al-Andalus, España. De su infancia no se saben muchas cosas, pero se sabe que fue estudiante de Ibn Bayya (Avempace), aunque es el mismo filósofo quien niega este hecho. 

Su familia era oriunda de Tíjola, Almería y pertenecían a la tribu de los Banú Qays, quienes eran una ramificación de los beduinos y los Mudar, tribu árabes del norte. 

Su padre, Abdalmalik, trabajo como profesor en Almería y en Guadix en la primera mitad del siglo XII. 

Estudios y gobierno

Estudió derecho islámico y medicina, y fue mentor del mismo Averroes a quien recomendó para que hiciera los comentarios y traducciones de las obras de Aristóteles. Sería el mismo Averroes quien escribiría sobe Abentofail lo siguiente:

Abu Bakr ibn Tufayl me llamó un día y me dijo que había oído al Comandante de los Creyentes quejarse de la falta de articulación del modo de expresión de Aristóteles (o el de los traductores) y de la consiguiente oscuridad de sus intenciones. Dijo que si alguien aceptara estos libros y pudiera resumirlos y aclarar sus objetivos después de comprenderlos a fondo, a la gente le resultaría más fácil comprenderlos. "Si tienes la energía", me dijo Ibn Tufayl, "hazlo. Estoy seguro de que puedes hacerlo porque sé la buena mente y el carácter devoto que tienes, y lo dedicado que estás al arte. Entiendes que sólo Mi gran edad, las preocupaciones de mi oficina y mi compromiso con otra tarea que creo aún más vital me impiden hacerlo yo mismo"

En cuanto a su contexto en donde entraría a la Corte del califa, el contexto es el siguiente: tiempo antes que Ibn Tufayl se volviera una figura de importancia en el gobierno, la dinastía bereber de los almohades, de carácter puritano, ejercía un control absoluto. Abu Ya‘qub Yusuf, conocido como el Comandante de los Fieles y siendo el segundo en su linaje, gobernaba desde su capital en Marrakech, extendiendo su dominio sobre todo el norte de África, desde el Atlántico hasta las fronteras de Egipto, y abarcando también una considerable parte del sur de España. Este vasto imperio le fue legado por su padre, ‘Abd al-Mu’min, quien lo había conquistado a lo largo de aproximadamente treinta años de brillantes campañas militares. La mayor parte de este territorio fue arrebatada a los almorávides, otra prominente dinastía bereber. Excepto en las Islas Baleares, el poder de los almorávides estaba ahora extinto.

Abu Ya‘qub, a diferencia de sus predecesores que reconocían la supremacía del Califa de Bagdad, no aceptaba ninguna autoridad del Califato Oriental. Como señor del Occidente musulmán, basaba su imperio en la doctrina religiosa establecida por su ancestro espiritual, el Mahdi bereber Ibn Tumart, fundador de la secta almohade. Ibn Tumart, considerado un guía divino en la historia islámica, murió en 1130 (o 1128).

Los almohades consideraban que los musulmanes que rechazaban sus principios puritanos estaban condenados al infierno y debían ser eliminados. Para ellos, estos herejes eran tan desesperanzados como los cristianos, quienes habían recuperado gran parte de la península española. En contraste, los primeros tres siglos de dominio musulmán en España se caracterizaron por un alto nivel cultural y una notable tolerancia religiosa.

Aunque esto poco habla de Abentofail, este contexto puede responder algunas formas a las que nuestro filósofo reacciona, además de que luego de estos sucesos se transformaría en visir y médico en la corte de Abu Yaqub Yusuf, quien fue el segundo califa del Imperio Almohade. De hecho, el gobernante disfrutaba mucho la compañía de Abentofail y sus conversaciones. Otro gobernante que protegió al filósofo fue Abd al Mumin, quien era el padre de Abu Yaqub Yusuf.

Abentofail actuó como un tipo de ministro de cultura, llevando a la corte a muchos eruditos, así como lo hizo con Averroes. 

Finalmente, Abentofail moriría en Marruecos en el año 1185. 

Pensamiento

Astronomía

El filósofo fue una figura clave en la ''Revuelta andalusí'' contra la astronomía ptolemaica, la cual fue seguida por su amigo y discípulo Alpetragio (o al-Bitruji). Abentofail rechazó los movimientos descritos por Ptolomeo como los epiciclos y las excéntricas. Esto no lo sabemos directamente por Abentofail, pues las obras del filósofo respecto a la astronomía no han sido encontradas. Todo esto lo sabemos por el mismo Alpetragio. 

Filosofía autodidacta

La obra más importante de Abentofail es la llamada ''El Filósofo Autodidacta''. Esta es considerada la primera novela árabe y la primera novela filosófica que haya existido. Su nombre original es Risāla Ḥayy ibn Yaqẓān fī asrār al-ḥikmat al-mašriqiyya, es decir, ''Libro de Ḥayy ibn Yaqẓā Sobre los secretos de la sabiduría iluminativa''. 

La historia nos habla de Ḥayy ibn Yaqẓān (que significa Viviente hijo del vigilante) quien creció en una remota isla ecuatorial de las Indias, completamente aislado de la civilización. Desde bebé, fue amamantado y cuidado por un antílope que lo adoptó. Al empezar a caminar, Ḥayy comenzó a comunicarse imitando los sonidos de los animales que lo rodeaban, como antílopes, pájaros y otras criaturas. A medida que crecía, aprendió a entender y replicar sus lenguajes, guiado por su instinto.

Con ingenio y habilidad, Ḥayy confeccionó su calzado y vestimenta a partir de las pieles de animales. Además, dedicó su tiempo a observar el cielo nocturno, alcanzando un conocimiento sobresaliente en astronomía. Su curiosidad lo llevó a explorar y estudiar su entorno minuciosamente, obteniendo una comprensión profunda de las ciencias naturales, la filosofía y la religión. Llegó a la conclusión de que debía existir un gran creador detrás de la existencia del universo. Vivió con sencillez y devoción, siguiendo los principios del sufismo y absteniéndose de consumir carne.

A los 30 años, Ḥayy tuvo su primer encuentro con otro ser humano que llegó a la isla. Cuando cumplió 49 años, sintió que estaba preparado para compartir la sabiduría y los conocimientos acumulados a lo largo de su vida con otras personas.

A partir de este relato, se podría pensar que Abetofail haya recibido la influencia de Avempace por su obra ''El Régimen del Solitario'', pero eso aún está en discusión. 

Éxtasis

Otra de las cosas desarrolladas en la obra de Abentofail es el fenómeno del éxtasis. El éxtasis es un estado místico que ofrece una visión intuitiva y directa de la verdad divina. Este estado se describe como indescriptible por palabras o razonamiento, y se manifiesta a través de una intensa alegría y placer que impulsa a quienes lo experimentan a compartir su experiencia, aunque de manera vaga e indistinta. 

Este fenómeno ya habría sido experimentado por al-Ghazali en la época en que deja Bagdad con el pretexto de ir a peregrinar a Meca y con la poca riqueza que tiene, adoptó la vida de un sufí pobre; un asceta que no necesitaba más que a él mismo. Su encuentro en el desierto con una luz que recibió a través de la oración y que le hizo comprender su situación llenó de confianza a Ghazali y restauró el equilibrio. Aunque esta resolución es misteriosa en gran medida, mantiene el misticismo de la anécdota. Después de estar en Damasco y Jerusalén, Al-Ghazali toma un descanso en Tus en noviembre del año 1096. 

Por otro lado, Avempace también lo habría alcanzado, de acuerdo con Abentofail, por la evidencia que se tiene en su obra ''Tratado de la unión del intelecto con el hombre''.  En él dice lo siguiente:

''
Cuando se comprende el sentido oculto a que se aspira, se ve claramente que ningún conocimiento de las ciencias ordinarias puede ser colocado en su mismo rango, y que quien de él se forma idea viene a estar, cuando comprende ese sentido oculto, en una condición [o grado] en el cual se ve a sí mismo, separado ya de todo cuanto antes conoció, con otras creencias que no son materiales, pues que son demasiado nobles para referirlas a la vida física; son estados más bien propios de los bienaventurados, que están ya limpios de toda composición inherente a la vida física, dignos de ser llamados estados divinos, que Dios concede a aquellos de sus siervos a quienes bien le place''

En la obra ''Tratado del intelecto agente'' podemos encontrar el modo en que se puede conocer el intelecto agente, que se realiza por medio de grados, los mismos que ya ha descrito en el texto citado. 

Avicena también nos habló de alguna manera del éxtasis:

''Después, cuando el esfuerzo constante por lograr la perfección espiritual y la doctrina ascética han llevado al hombre hasta un cierto grado, se le aparecen fugitivos y gratos destellos de la luz de la Verdad, semejantes a relámpagos, que de pronto alumbran y velozmente se extinguen. Después, se le multiplican estos desvanecimientos extáticos, si persiste en la práctica preparatoria de la disciplina ascética, luego, ahondando más en ella, llega hasta producirlos sin aquel ejercicio. De todas las cosas que vislumbra, solamente considera su relación con la Santidad Divina, aunque dándose alguna cuenta de las cosas mismas. Después, una nueva iluminación le desvanece y ve ya en casi toda cosa a Dios, que es la Verdad. Finalmente, el ejercicio lo conduce a un punto, en que el carácter transitorio [de la intuición] se cambia en permanente, lo fugitivo viene a ser habitual, el relámpago se convierte en estrella brillante, y alcanza el místico ya una intuición definitiva, como si constantemente le acompañase''

''lo íntimo de su alma viene a ser como un espejo pulimentado en el cual se refleja un aspecto de la Verdad. Entonces se derraman sobre él los deleites sublimes y su alma se regocija por los vestigios de la Verdad que hay en ella. Tiene ya en este grado una mirada para la Verdad y otra para su alma, fluctuando de la una a la otra, hasta que termina por perder la conciencia de sí mismo, no mirando sino a la Santidad Divina; y si a su alma mira, únicamente lo hace considerándola en cuanto que ella es quien contempla; y entonces es cuando tiene lugar la unión completa''

Sin embargo, la diferencia entre Avicena y los demás es que el filósofo solo hablaba de la intuición a este respecto.

Finalmente, Abentofail se declara discípulo de Al-Gazali y Avicena, proponiendo una integración de sus doctrinas para alcanzar la verdad. Considera que proceder del modo de estos dos filósofos es lo más sensato, es decir, primero, por el método de la investigación y de la especulación racional, y obteniendo después por la visión intuitiva esta exigua dosis de experiencia mística.

Heutagogía

En la novela filosófica Hayy ibn Yaqzan es considerado el arquetipo del autodidacta. Por esto, el concepto de autoaprendizaje, autoeducación o autodidacta, se ha relacionado de forma significativa con la obra del filósofo. A esto se le ha llamado también ''Heutagogía'' cuya etimología proviene del griego ευρετικός que significa ''descubrir'' y άγω que significa ''guiar''. Es un tipo de aprendizaje auto-guiado que podremos ver a lo largo de la historia del protagonista.

El protagonista pasa de un estado inicial de tabula rasa a una experiencia mística directa de Dios, después de superar las experiencias naturales necesarias.

El punto central de la historia es que la razón humana, sin el apoyo de la sociedad, sus convenciones o la religión, puede lograr el conocimiento científico, preparando el camino hacia una forma mística o superior de conocimiento humano.

Aislamiento cultural

Esta novela de parte de Abentofail es un experimento del pensamiento, que, de hecho, se construye sobre la base de la teoría del hombre flotante de Avicena. Sin embargo, Ibn Tufail le da un giro totalmente distinto, lo enfoca desde el punto de vista social. Si en el hombre flotante de Avicena, el hombre debe estar desprovisto de toda sensación corporal, y básicamente, de cuerpo, en el caso de Abentofail, el hombre debe estar aislado culturalmente. 

Sin embargo, esto no debe confundirse con todo el tema del ''Buen Salvaje'' que se desarrollará más adelante en la historia, sino más bien con que la inteligencia humana el ser humano puede descubrir sin mas que la ayuda divinamente impartida, a la cual al-Ghazali hacía mención, además de Aristóteles cuando decía en su Metafísica ''Todos los hombres por naturaleza desean saber''.

El descubrimiento de Ibn Tufail es que el lenguaje, la cultura, la religión y la tradición no son necesarias para el desarrollo de una mente perfecta, e incluso, pueden impedir su progreso. Como se puede notar, esta idea colisiona con la estructura social en la que el mismo Abentofail está envuelto; de hecho, atacaría directamente al islam. 

En la historia de Hayy existen elementos que se van contraponiendo los unos a los otros. Toma las consideraciones científicas de Aristóteles como la generación espontánea, la materia, la naturaleza, entre otros tópicos. Son dos historias que parecen contradictorias, pero que no lo son. Si el lector las lee de forma que una se apodere de la otra, lo que sucedería es que el mismo lector se está privando de conocer la verdad de una por optar por la otra. 

Eternidad del mundo

La clásica confrontación entre el eternalismo aristotélico y el creacionismo escritural se recapitula como una antinomia en los razonamientos de Hayy ibn Yaqzan: si el mundo es eterno, su edad sería infinita, sujeta a las mismas paradojas que aquejan a un mundo de tamaño infinito – ¿era menos que eterno hace un año? Pero si el mundo tuvo un comienzo, entonces (recapitulando el razonamiento de Aristóteles) hubo un tiempo antes del cual no había tiempo. Y la misma noción de "antes de lo cual" implica que esto también era un tiempo y que la noción del primer momento del tiempo es incoherente.

Durante algunos años, Hayy reflexionó sobre este problema, pero los argumentos siempre parecían cancelarse entre sí. Desconcertado y agotado por el dilema, comenzó a preguntarse qué implicaba cada una de las creencias. ¡Quizás las implicaciones eran las mismas!

Porque vio que, si asumía que el universo había llegado a existir en el tiempo, ex nihilo, la consecuencia necesaria sería que no podría haber surgido por sí mismo, sino que debía haber tenido un Creador que le diera ser... Por otro lado, vio que, si asumía la eternidad del mundo, es decir, que siempre ha sido como es ahora y nunca surgió del no-ser, esto implicaría que su movimiento también es eterno y no tuvo principio, nunca se inició desde el reposo. Ahora bien, todo movimiento requiere un motor. Este motor puede ser una fuerza distribuida a través de algún cuerpo – automovible o movido externamente – o una fuerza que no es distribuible o difusible en cuerpos físicos... ya se ha probado que todo cuerpo material debe ser finito. Si descubriéramos una fuerza comprometida en una tarea infinita, esa fuerza no podría pertenecer a una cosa física. Pero hemos descubierto que el movimiento de los cielos es incesante y eterno, pues ex hypothesi ha continuado para siempre y no tuvo principio. Ergo, la fuerza que los mueve no debe estar ni en su propia estructura física ni en ningún ser físico externo. Sólo puede pertenecer a algún Ser independiente de todas las cosas materiales e indescriptible por cualquier predicado aplicable a ellas.

En cualquier caso, ya sea el de los filósofos, que se enorgullecían de su ciencia (pues el eternalismo no dejaba espacio para excepciones a la regla eterna de las leyes causales), o el de los monoteístas escriturales (que sostenían el gobierno libre de Dios sobre el universo con la idea de que Dios eligió crear, sin condición o restricción previa), la teología natural seguiría floreciendo: un llamamiento escritural a la dependencia del mundo del acto y la elección de Dios, o un llamamiento aristotélico al Primer Motor – cualquiera de los dos llevaría a un Dios que es incorpóreo e inimaginable, pero que gobierna el mundo, como su creador o como la Fuente emanativa de las formas y disposiciones que distinguen y energizan todo lo que existe.

La resolución es una aguda reprimenda a la afirmación de al-Ghazzali de que no solo las dos explicaciones eran irreconciliables, sino que el eternalismo de los filósofos era incompatible con su pretendido teísmo y que los convertía en ateos a pesar de sí mismos. Porque al-Ghazzali había sostenido, al oponerse a las enseñanzas de al-Farabi y Avicena, que no se podía encontrar significado alguno para la idea de la contingencia del mundo y la autoría de Dios sobre la naturaleza a menos que hubiera un tiempo antes del cual el mundo no existiera.

La tregua de Ibn Tufayl no se mantuvo, ni siquiera en el Occidente islámico. Averroes buscó una línea de demarcación entre las afirmaciones de los filósofos y los objetivos de la religión de masas. Pero, dentro del territorio aún sostenido por la filosofía, mantuvo resueltamente la eternidad del cosmos, argumentando en "La incoherencia de la incoherencia", su réplica a al-Ghazzali, que no era el eternalismo de los filósofos, sino las sofisterías de los teólogos las que eran incoherentes. Pero la resolución de Ibn Tufayl sí apeló a Maimónides, quien atribuyó gran parte del calor y la confusión sobre el tema a los esfuerzos de filósofos y mutakallimun para probar la creación o la eternidad a priori. El eternalismo de los filósofos, argumentó, resultaba en un determinismo no deseado e insostenible, que, si se tomaba al pie de la letra, haría imposible tanto el cambio como la elección. La contingencia radical de los mutakallimun condujo a un ocasionalismo igualmente insostenible, que dejaba cada evento a la agencia inmediata y discreción arbitraria de Dios. Uno debe confrontar el hecho, argumentó, tomando su indicación de Ibn Tufayl, de que no podemos probar el punto de manera demostrativa de una forma u otra.

Pero eso no nos deja sin razones para guiarnos: la creación es preferible a la eternidad y más probable; más probable porque la emanación estricta, no guiada por el tipo de voluntad o gracia que los humanos solo podemos comprender en términos volicionales, no parece capaz de diferenciar la simplicidad divina en la multiplicidad que observamos; teológicamente preferible porque tiene más sentido hablar de un Autor del mundo si el mundo es algo que no necesitaba existir, que una vez no existió, pero ahora existe y tiene la naturaleza que tiene debido al acto de Dios.

Las razones son de al-Ghazzali, pero la moderación es de Ibn Tufayl: los filósofos no son ateos; sus argumentos funcionan, aunque la eternidad del mundo es un postulado suyo más problemático de lo que pueden estar dispuestos a admitir, no un axioma, y mucho menos la conclusión de una demostración apodíctica. Pero la alternativa también es problemática, ya que la creación postula un aspecto volicional de Dios, que los monoteístas estrictos saben que es indistinguible en la realidad de la sabiduría divina.

Los monoteístas radicales, aquellos que siguen la lógica y la dinámica de la idea de lo Divino en toda su absolutidad, saben, como al-Ghazzali sabía cuando describió una forma de monismo como el resultado lógico del monoteísmo, que la distinción entre la voluntad divina y la sabiduría, que los voluntaristas teístas se esforzaron tanto por proteger dentro del bastión doxológico de la idea de la creación, debe al final ser absorbida en la unidad trascendente de un Ser absolutamente simple.

Maimónides, de hecho, trata toda diferenciación de los atributos de Dios como un artefacto de la subjetividad humana y la finitud. Pero esta también es una estrategia que comparte con Ibn Tufayl, quien argumenta en el clímax de Hayy ibn Yaqzan que las mismas nociones de unidad y diversidad están comprometidas por el arraigo de nuestros modos de pensamiento en el mundo físico.


Obras

En realidad, las obras de Abentofail no son abundantes hoy en día. Sin lugar a dudas, su novela filosófica llamada El Filósofo Autodidacta, es la más importante de todas. 


Conclusión

A través de su prolífica carrera como filósofo, médico y consejero, Abentofail dejó una huella imborrable en la historia del pensamiento humano. Su obra cumbre, "El Filósofo Autodidacta", se erige como un faro de luz en el horizonte de la literatura árabe y la filosofía, desafiando las convenciones sociales y religiosas de su tiempo con una mirada penetrante hacia la naturaleza del ser humano y el universo.

La vida y obra de Abentofail nos recuerdan la importancia del cuestionamiento, la búsqueda incansable del conocimiento y la valentía de desafiar las estructuras establecidas en la búsqueda de la verdad. Aunque su figura pueda parecer distante en el tiempo, su legado perdura como un recordatorio de que el pensamiento humano es un viaje eterno, una búsqueda constante de comprensión y significado en un mundo en constante cambio.

domingo, 2 de junio de 2024

Martín de Azpilcueta - Comentario resolutorio del hurto notable


En este texto de Martín de Azpilcueta, desentrañamos la definición del hurto desde una perspectiva moral y legal, destacando cómo el séptimo mandamiento abarca mucho más que el simple acto de tomar lo ajeno. Exploramos cómo cualquier apropiación o daño injusto, ya sea por engaño, fuerza o leyes injustas, se considera hurto, enfatizando que la intención y la acción tienen el mismo peso moral.

A través de argumentos detallados y referencias a teólogos como Santo Tomás y Santo Domingo de Soto, analizamos las diferentes gradaciones del hurto y sus implicaciones. Comparando con la fornicación, demostramos que el hurto, sin importar su magnitud, es un pecado de la misma esencia. Además, abordamos las complejidades del derecho en casos de homicidio accidental, ofreciendo una perspectiva integral sobre cómo se juzgan estos actos.


COMENTARIO RESOLUTORIO DEL HURTO NOTABLE

Nuestro comentario comienza con a siguiente frase de introducción

"Injustamente juzgan como ladrón al que hurta grandes cosas; pero también al que hurta pequeñas, porque no se mide lo que se hurta, no el ánimo del que hurta como no es diversa la fornicación, por ser la mujer hermosa o fea, esclava o libre, pobre o rica: Antes, cualquier que ella sea, una fornicación es. Así en el hurto, cualquiera que sea lo que se hurte, comete pecado de hurto."

Definición del hurto

El séptimo mandamiento de no hurtar, no solo se prohíbe tomar secretamente lo que pertenece al prójimo en contra de su voluntad, lo cual se llama hurto propiamente dicho, sino también cualquier cosa que se tome injustamente o se malgaste, y cualquier daño causado, ya sea por engaño, fuerza de leyes injustas u otra usurpación ilegal de bienes ajenos, e incluso toda intención deliberada de tomar, poseer, dañar o usurpar lo que pertenece a otro en contra de su voluntad, porque, los pecados de la voluntad, palabra y obra son de la misma naturaleza, aunque los pecados de la voluntad no requieren restitución como los de la obra y la palabra. Por lo tanto, notemos que la misma esencia y especie son el hurto de grandes cosas y el hurto de pequeñas cosas. Porque en el Comentario se dice que el ladrón es juzgado tanto por robar poco como por robar mucho, y al final concluye que quien hurta, sin importar la cantidad, comete pecado de hurto. Esto se prueba mejor en el mismo texto, cuando se argumenta con cuidado, y también se dice allí que como la fornificación tiene grados, así también el hurto tiene diferentes grados. Esto es, hurto es hurto, sea grande o pequeño, y es de una misma especie y casta, así como la simple fornicación. Por lo tanto, la toma de una cosa pequeña es solo un hurto de la misma manera que el hurto de una cosa grande. 

Esto está claro, ya que aunque sean iguales, el pecado es mayor al fornicar con una mujer casada que con otra. Es innecesario decir que la intención de San Jerónimo, que se deriva de la argumentación a partir de esas palabras (Porque dudan si no se mira lo que se hurta, sino la intención de quien hurta), fue decir que solo la toma de una pequeña moneda es hurto. No obstante, esto no es todo, ya que se responde que por otra razón y semejanza, esto es así. De esto se deduce de la consideración de la fornicación y de la conclusión, que su intención fue decir lo que hemos señalado.

Se argumenta que la cuestión es una notable limitación del derecho, verdadera, para lo cual se debe traer a la memoria una regla afirmada, que todo homicidio, ya sea por obra ilícita o lícita ilícitamente hecha, resulta en una consecuencia. Entonces, ¿es verdad, como sostiene Santo Domingo de Soto, que solo hay lugar cuando se realiza la obra de tal manera que el homicidio es ilícito por ser peligroso para la vida o la mutilación, y está prohibido, y no en otros casos que son ilícitos por otras razones? Contra esto se argumenta lo siguiente: 

Primero, que según los comentarios de Santo Tomás, así como todos los demás indistintamente dicen, que es irregular quien realiza alguna obra ilícita o lícita ilícitamente, si de ella resulta muerte o mutilación. 

Lo segundo, que Silvestro especifica que el clérigo que accidentalmente mata a alguien mientras caza, lo cual le está prohibido, es irregular, aunque no lo sería un lego en circunstancias similares. Asimismo, cuando alguien corta un árbol ajeno y por accidente mata, es irregular, aunque haya tomado todas las precauciones posibles para evitarlo. 

La tercera cuestión es que no hay un texto que pruebe eficazmente este punto. 

Lo cuarto es que la inducción de un capítulo sobre este tema presupone ciertas cosas que son inciertas, y la opinión común tiene lo contrario. 

Lo quinto es que hay muchos textos que generalmente establecen como regla que aquel que comete homicidio, ya sea en paz o en guerra, es irregular. 

Lo sexto argumenta que si la inducción fuera verdadera, la limitación sería falsa, ya que la limitación implica que quien comete una obra ilícita, que está prohibida por ser peligrosa para matar a alguien, y de la cual resulta muerte o mutilación, sería irregular, lo cual se aplicaría al monje mencionado en el texto, quien realizó una obra ilícita que estaba prohibida por ser peligrosa para causar la muerte. 

El séptimo punto es que según nuestro parecer, el sentido del mismo Santo Tomás y la opinión común es que el asesoramiento que lleva a la muerte, ya sea por asesinato o por otra acción que resulte en muerte, hace irregular a quien da ese asesoramiento.

Conclusión

Interesante el análisis que hace Azpilcueta sobre el hurto y el homicidio. Se destaca la igualdad en la gravedad del hurto, independientemente de la magnitud de lo robado, lo cual nos lleva a cuestionar nuestras percepciones convencionales sobre la moralidad de las acciones. Además, se plantea una interesante discusión sobre la irregularidad en el homicidio, explorando diversas perspectivas teológicas y legales para comprender mejor este concepto.

El análisis no solo busca dilucidar las normativas legales y religiosas que rigen estas acciones, sino también invita a una profunda introspección sobre las motivaciones detrás de los actos humanos. Al destacar la complejidad ética y moral de estas cuestiones, el texto nos insta a reflexionar sobre la naturaleza misma de la moralidad y la justicia en nuestra sociedad.