lunes, 30 de enero de 2023

Avicena - Metafísica de la Curación (Libro I: Filosofía Primera)

Al fin tenemos analizada una de las obras más importantes de Avicena llamada ''El Libro de la Curación'', esta vez vista desde la metafísica. En efecto, anteriormente ya habíamos desarrollado la parte Física de la misma obra, faltándonos esta imprescindible obra. Vamos a ver los primeros conceptos a analizar por medio de este libro primero, y ahí iremos avanzando en los demás temas. Agradezco a mis alumnos argentinos que me han prestado el libro para finalmente compartirlo con ustedes.

Referencias:

(1) Parece que es Avicena quien no considera la verdadera etimología de la palabra metafísica. Para más información, véase el origen de la palabra metafísica en este blog. 

(2) Para los mutazilitas la cosa y la existencia eran lo mismo

(3) Difícil interpretación de esta frase porque no se sabe si se está refiriendo a la resurrección o a que una cosa todavía no ha existido. 

(4) Una clara alusión al principio de no-contradicción


 La Metafísica de la Curación

LIBRO I: LA FILOSOFÍA PRIMERA

Capítulo I: Las materias de la Primera Filosofía

La filosofía es dividida en dos partes:

  • Teórica: la que busca perfeccionar la facultad teórica del alma a través del intelecto activo, verificable por el conocimiento. Con ello se logra una opinión y una creencia que serían los principios de una acción.
  • Práctica: la perfección de la facultad teórica por medio de la facultad práctica que es la moral

El conocimiento teórico se divide en tres:

  1. Natural: que concierne al cuerpo; su movimiento y su reposo
  2. Matemático: cantidad esencialmente abstraída de la materia
  3. Divino: lo que investiga las cosas separadas de la materia y la definición

De aquí se desprende que el conocimiento teórico divino se concentra en estudiar las Primeras Causas y sus características. Se habla con respecto a las primeras causas, que son investigadas por la filosofía ya que ésta es la ciencia de la sabiduría.

Avicena se pregunta si esta es la ciencia que estudia la existencia de Dios, y cae en razón de que sí, y que no solamente la estudia sino que es la única que puede estudiarla porque es la única que se dedica a investigar el principio de existencia de las cosas, mientras que las otras ciencias ya reconocen su existencia. 

Las preguntas sobre Dios son de dos tipos:

  1. Las que conciernen su existencia
  2. Las que conciernen sus atributos

Como se va a investigar la existencia de Dios, entonces se debe proceder con el conocimiento teórico de la filosofía, teniendo en cuenta que su parte divina trata sobre aquellas cosas separadas de la materia y la definición. 

Ahora bien, se debe observar si las cuatro causas son posibles de ser aplicadas a esta investigación. Para Avicena, cuando se investiga por medio de las causas se procede de las siguientes formas:

  1. Cuantas existen
  2. Causas absolutas (la causa de todas las cosas)
  3. A qué causa consiste
  4. Compuesto agregado

En primer lugar, Avicena nos aclara que no puede proceder de la segunda forma, porque el conocimiento de las causas absolutas es posterior al de las cosas que tienen por existencia las cuatro causas. 

Capítulo II: El Objeto de esta Ciencia

Inteligibles

El objeto de las ciencias naturales es el cuerpo, en el sentido del movimiento y el reposo. Las ciencias matemáticas se concentran en los accidentes de los seres más que en su sustancia. 

Con respecto a la lógica, el objeto de ella son las segundas ideas inteligibles que dependen de las primeras ideas inteligibles. 

  • Primeras ideas inteligibles: aquellas evidentes por sí mismas sin la mediación del intelecto activo. 
  • Segundas ideas inteligibles: aquellas que se realizan mediante silogismos.

El estado de las cosas que son sustancia como un cuerpo, puede ser objeto también de investigación de esta ciencia. Esta investigación no puede ser parte de las cosas sensibles sino que parte de aquellas cosas que tienen una existencia separada. 

Sustancia y materia

La existencia de la sustancia no está conectada con la materia, de otra manera, no habría sustancia que no sea sensible. Los números sí aplicarían tanto a la materia como a la sustancia.

En cuanto a la medida, la declaración de la misma se hace de forma equivoca. Esta incluye dos cosas:

  1. Lo que da subsistencia al cuerpo
  2. Lo que es dicho de ser medido, lo que es predicado de una medida continua, por ejemplo, la líneas,  la superficie, etc. 

Ninguna de ellas es separada de la materia. Sin embargo, aunque la medida por sí sola se entienda separada de la materia, es el principio de existencia de los cuerpos. En consecuencia, es anterior a las cosas sensibles. 

No es el mismo caso con la forma (shape) porque esta es un accidente concomitante y necesario con la materia después de su substanciación como un cuerpo finito.

Existencia 

Ahora bien, el otro sentido en que se investiga la medida es con respecto a su existencia por sí sola y su aplicación a las cosas sensibles. En consecuencia, la investigación de la existencia de la medida debe ser llevada cabo por la filosofía. 

Por eso es que el objeto de la filosofía es la existencia en cuanto tal o existencia en cuanto existencia de las cosas que no son sensibles. Para Avicena, la existencia no es un género ni tampoco una especie, por lo tanto, no podemos decir que tiene accidentes. 

Ahora bien, si esto es así, se podría decir que los principios de la existencia no pueden ser establecidos, porque la investigación trata sobre la materia de las ciencias y no sobre sus principios. 

Pero a esto se responde que la investigación teórica también trata de las cosas que ocurren como accidente a un sujeto. En efecto, la existencia es lo más evidente de una cosa y pareciera ser un accidente de la misma. No hay nada más general que la existencia y en consecuencia, su estudio no tiene principios. De hecho, si tuviese principios, entonces estos serían principios en sí mismos. Por lo tanto, la metafísica se preocupa del estudio de la existencia y no de los principios, pues estos son objetos de las otras ciencias. 

En consecuencia, lo que estudia la Filosofía Primera son los siguientes puntos:

  1. Las últimas causas
  2. La primera causa por la que emanan todas las demás
  3. Las ocurrencias accidentales de la existencia
  4. Los principios de las ciencias particulares

Así, esta ciencia investiga el estado de los existentes y lo que pertenece a ellos. 

La Primer Filosofía, entonces, es el conocimiento de las primeras causas, de las primera cosas en general (medida, unidad y existencia) y también es sabiduría. 

Las cosas que investiga la primera filosofía son las siguientes:

  1. Lo desprovisto de materia y como se añade a la materia
  2. Lo que está mezclado con la materia y le da subsistencia
  3. Lo que tiene y no tiene materia
  4. Lo que no deriva su existencia de la materia

Ahora bien, todo lo que se investiga no es el estado de la materia sino que el modo en cómo existe. 


Capítulo III: Sobre los beneficios de esta ciencia, el orden en la cual es estudiada y su nombre

Para saber de los beneficios de esta ciencia debemos analizar dos cosas principalmente:

  1. Beneficioso: la causa de lo que en sí mismo lleva al bien
  2. Beneficio: la idea por la cual uno llega desde el mal al bien

El resto de las ciencias ve la perfección del alma por medio del segundo concepto: el beneficio. Pero para Avicena, el único beneficio de las ciencias en la práctica es servir unas a otras, no perfeccionar el alma del hombre. 

Si el beneficio se toma desde este segundo punto de vista, se dividen dos modos para investigar:

  1. Sentido absoluto: consiste en que el beneficio conduzca a la validación de otra ciencia
  2. Sentido específico: consiste en que el beneficio conduzca a otra ciencia más grande que sí misma

En el sentido específico, esta ciencia más alta actuará como una ciencia fundamental para la más baja. 

El beneficio absoluto se divide en tres partes:

  1. Aquello que es propicio, es propicio a una idea más noble que la misma
  2. Aquello que es propicio, es propicio a una idea igual de noble que la misma
  3. Aquello que es propicio, es propicio a una idea menos noble que la misma

En este último punto, la idea que refleja mejor esta división es la de emanación, providencia o liderazgo. También, Avicena nos dice que este último punto no es igual que el primer concepto que desarrollamos de ''beneficio'' porque aquí se parte de una idea noble  a otra más noble.

Así, la naturaleza depende del objeto de esta ciencia (metafísica) por los conceptos de generación y corrupción; la matemática es igualmente dependiente para conocer las cosas celestes; y lo mismo para las otras ciencias. El principio de la naturaleza se prueba por la metafísica y no por las demás ciencias.

En consecuencia, el nombre de esta ciencia será ''metafísica'', que significa ''aquello después de lo natural (o de la física)''(1), y Avicena nos dice Natural porque no solo corresponde a todo lo que tiene movimiento y reposo, sino que a toda la corporeidad.

Ahora bien, se puede objetar que los números son seres anteriores a las cosas corpóreas, y que de hecho, no existen en la naturaleza(2) y en consecuencia, la naturaleza depende de ellas. Sin embargo, Avicena nos dice que en verdad, las cosas como los cuerpos geométricos sí están en la naturaleza: la superficie, el punto, la línea, pues sin estas cosas, los cuerpos de la naturaleza no pueden existir. 

Por otro lado, las ciencias como la geometría, el algebra y las matemáticas en general, son materias estudiadas por la medida que estudia la existencia de estos cuerpos matemáticos, y solo estos. En cuanto a la aritmética, cuando esta estudia los números no puede hacerlo de manera separada de los cuerpos. En efecto, los números separados de la materia no están sujetos a crecimiento o disminución, y de esta forma es imposible estudiarlos. Por lo tanto, la aritmética no estudia la existencia de los números en sí, sino que siempre como accidentes. 

Capítulo IV: Sobre la totalidad de las materias discutidas en esta ciencia

Teniendo en cuenta que lo opuesto a la sustancia es el accidente, se debe entonces investigar, por medio de la metafísica, la naturaleza del accidente. 

En el caso del accidente que es posible de ser pensado como sustancia, se demostrará su naturaleza accidental. Luego su universalidad, su particularidad, su todo y parte, en fin, todo lo que requiere analizar los accidentes tanto separados como no separados. 


Capítulo V: Sobre lo que indica la existencia, la cosa y su primera división, con la cual la atención es dirigida al objetivo

El significado de ''existente'', ''cosa'' y ''necesario'' está impreso en el alma. No se necesita de nada para entenderlos. Es similar a lo que pertenece a la categoría del consentimiento, es decir, reconocer que algo es falso o verdadero sin la ayuda de cosas externas. 

Cuando no se logra dar con el concepto adecuado, se desvía la atención de quien está hablando y por lo tanto, no se forma el conocimiento. 

Las cosas que son evidentes por sí mismas no tiene problemas de ser atraída por la atención. No se trata de mostrar que una cosa desconocida llegue a ser conocida, sino llamar la atención respecto de aquella cosa conocida. 

Ahora bien, la cosa, el existente (o existencia), una materia o lo que sea ¿no tiene demostración ni prueba? Avicena nos dice que la definición de cosa es la siguiente:

''Aquello sobre lo que es válido dar una oración informativa''

Los sinónimos de la palabra cosa son materia, lo que sea o eso que es. Sin embargo, si lo hacemos sinónimo, entonces en la misma definición habría un argumento circular al señalar que la cosa es aquello que es. Pero en verdad, no puede decirse de otra manera porque la cosa siempre se refiere en relación a otra cosa, entonces, es inevitable que exista un camino circular. 

A esto hay que agregar que cada cosa tiene su propia realidad, que en verdad es su propia quididad. Es sabido que la realidad propia de cada cosa es otra cosa que la existencia, por lo tanto, la cosa y la existencia no son lo mismo(2).

Para explicar esto, Avicena nos pone un ejemplo:

  1. La realidad de una cosa existe ya sea en las cosas concretas, o en el alma, o absolutamente, siendo comunes a ambas. 
  2. La realidad de una cosa es la realidad de tal cosa

El segundo modo de definir la cosa es enteramente superfluo, ciertamente le falta el concepto de existencia. Para Avicena, el concepto de Existencia es concomitante con la cosa, sea en la facultad estimativa, en la realidad sensible, en el alma, etc. 

Por otro lado, ¿qué ocurriría con el concepto de Existencia si hablamos de cosas que no existen? si por no existente quiere decir algo fuera de la realidad, no hay problema de que podamos decir que exista, pues ellas pueden existir en la mente. Sin embargo, si fuera lo contrario, es decir, que por no existente se quiere decir algo dentro de la realidad, sería imposible y falso y no tendríamos información absoluta de aquello. La referencia a una cosa que no existe en la realidad es imposible. En consecuencia, la no existencia no es una cosa y es absurdo discutir este punto que no debería tener consideración. 

Es aquí donde Avicena rechaza el punto de vista de los mutazilitas, sobre todo de al-Shahham quien decía que la no existencia es una cosa. 

Los mutazilitas, de acuerdo con Avicena, han caído en el error de que dar información sobre una cosa es posible incluso si se hace referencia a la realidad externa. 

Por ejemplo:

  • ''La resurrección será''

Esta frase contiene dos palabras que existen en el alma: resurrección y será. Para que una información sea dada, al menos debe existir en el alma, sino existe será imposible. La información siempre se da esencialmente en cosas que existen y accidentalmente se da en las cosas externas a la realidad. 


Ahora bien, hay quienes dicen lo siguiente:

''El no-existente puede ser traído a la existencia porque esta es la primera cosa sobre la cual la información es dada en términos de existencia(3)''

En efecto, podría decirse que una cosa no existía en un tiempo determinado y luego existe. Sin embargo, si es traído a la existencia debe pensarse que todas sus propiedades son traídas con la cosa; una de ellas, el tiempo. Pero esto es imposible, porque aquello que no ha existido no estuvo en el tiempo y en consecuencia, no es posible traer el no-existente a la existencia. 

Capítulo VI: discurso sobre el existente necesario y el existente posible; que el existente necesario no tiene causa; que el existente posible es causado; que el existente necesario no tiene equivalencia ni tampoco dependencia

Las cosas que entran a la existencia tienen dos divisiones en la mente: 

  • Posible: tiene causa, puede existir con otro concomitante, es compuesta, su naturaleza puede ser compartida y es dependiente
  • Necesaria: no tiene causa, no puede existir otra concomitante, no es compuesta, su naturaleza no es compartida y no es dependiente

Además, Avicena añade una semejanza entre las dos: no pueden ser superpuestas, es decir, no pueden ser necesarias y posibles al mismo tiempo. 

La cosa puede llegar a existir así como puede llegar a no existir. Sea como sea, este llegar a existir o no llegar a existir se debe a una causa, no a sí mismas. 

En consecuencia, lo posible existe necesariamente por una causa y necesitará de un tercero para existir o no existir. Sin embargo, siguiendo la misma lógica, tendremos una cadena infinita de causas lo cual haría imposible la existencia de las cosas. Solo puede existir un Existente Necesario porque tener dos implicaría una dependencia el uno del otro, y si son dependientes no serían necesarios sino posibles.

Capítulo VII: el Existente Necesario es uno

El Existente Necesario debe ser uno. Supongamos lo contrario: existen varios existentes necesarios. Si esto es así, con respecto a sus naturalezas esenciales (esencias) hay dos opciones:

  • Sus naturalezas no diferirían

Es decir, se diferencian en todo lo demás menos en la esencia. Lo único que los hace diferentes son los accidentes. 

Ahora bien, estas cosas accidentales son parte de la existencia de la cosa y esa existencia sería necesaria, porque todo lo que viene a la existencia es necesario. Esto es una contradicción, dice Avicena, porque estos accidentes vendrían de la cosa misma o por una causa externa, y en cualquier caso sería imposible. 

  • Sus naturalezas difieren

Si esto es así, entonces todos los Existentes Necesarios múltiples necesitarían de una condición para existir. Si esta condición no existe, entonces los Existentes Necesarios existirían sin esta condición y si es que ocurriese solo sería accidental, pero esto último es imposible. 

La división del Existente Necesario se comprendería en dos partes:

  1. Diferencias
  2. Accidentes

Sin embargo, es imposible que tenga diferencias porque estas no determinan exactamente el género. Una diferencia podría ser racional e irracional, pero aún así, llegando a este punto, no podremos conocer la verdadera naturaleza de la cosa. En cuanto a los accidentes, estos se comprenden en la sección anterior.

Como no se puede hacer una diferencia desde las diferencias ni tampoco desde los accidentes, entonces la única diferencia posible que puede hacerse es a través de las especies, y sus especies están sometidos a él porque de las existencias necesarias surgirán las existencias posibles. En otras palabras, la existencia posible tiene ''algo'' de la existencia necesaria(2). 

El Existente Necesario es uno completamente y sus especies están sometidas al género. Su existencia no es compartida por ninguna otra (se explicará en otra parte).

En cuanto la existencia del Existente Posible esta siempre dependerá de otra cosa para existir, siendo esta la existencia necesaria del Existente Necesario.

Capítulo VIII: clarificar el significado de ''verdad'' y ''veracidad''; defensa de las oraciones primarias en premisas verdaderas

Haciendo una comparación entre el Existente Necesario y el Existente Posible, Avicena nos dice que el Existente Necesario es la verdad en sí misma y el Existente Posible es falso en sí mismo, pero es verdadero por otro aparte de él. 

Existen algunas características de la verdad:

  1. Existencia en las cosas externas absolutamente
  2. Existencia en las cosas externas permanentemente
  3. Estado de una oración verbal
  4. Creencia de una oración verbal

El Existente Necesario estaría en la segunda categoría de verdad, mientras que el Existente Posible estaría fuera del permanente, ya que no es verdad lo que contiene en él, sino que más bien es veracidad. La veracidad es la consideración de la relación con el hecho, pero la verdad es la consideración del hecho. 

Las verdades que tienen más consideración son aquellas que hablan de las cosas permanentes, pues estas no tienen causa. 

El perplejo y el necio

Por otro lado, cuando hablamos de la verdad verbal debemos entrar al silogismo. Un silogismo es necesario cuando todas sus partes y premisas son evidentes y aceptadas, de lo contrario su conclusión no será necesaria, sino contingente. 

Lo contrario al silogismo es el sofisma de parte de los sofistas cuyo propósito se divide en dos partes:

  1. Silencio
  2. Desistir de los argumentos

El efecto que produce el sofisma es dejar perplejo al adversario por medio del intento de resolución de una dificultad. El perplejo trata de busca una solución frente a un problema que en verdad no tiene solución y deja a su oponente sin argumentos. También, la perplejidad se puede deber al conocimiento previo de alguna persona relevante, y que luego de presentar ese argumento el contrincante lo supere con otro que parece superior. 

Un ejemplo de estas discusiones partiría con las siguientes oraciónes:

  • No puedes ver una cosa dos veces, ni siquiera una
  • Una cosa no existe por sí misma, sino solo por relación

Si una persona que no está dedicada al debate escuchara estas oraciones, seguramente quedarían perplejas, pero aquellas que sí son dedicadas al debate y al conocimiento no le sorprenderían en absoluto. En todo caso, los sofismas están diseñados para los perplejos. 

Ante esto los filósofos tiene dos modos de resolver el sofisma:

  1. Resolver la duda en el que el perplejo ha caído
  2. Señalar de manera definitiva que entre dos contrarios no hay un intermedio

En cuando a la primera acción, el filósofo debe señalarle al perplejo que quien ha hecho el sofisma es un hombre, no un ángel y en consecuencia puede equivocarse. Los únicos que no cometen error son los profetas. 

Con respecto a lo segundo, lo que se entiende por contrario para Avicena es lo que definido y lo no-definido; por ejemplo, humano y no-humano; estos son dos contrarios. Sin embargo, en algunos conceptos esta contrariedad no es distinguible, por ejemplo, en los casos en que se habla de lo blanco y lo no-blanco. En consecuencia, para que existan contrarios la distinción debe ser identificada siempre. En efecto, este es un problema para los perplejos porque se ven confundidos al afirmar y negar una cosa al mismo tiempo, o que no hay salida por medio de los mismos. El perplejo debe ver que en la argumentación sí hay definitivamente una distinción(4)

En cuanto a los tercos, de no entender esto deben ser conflagrados porque para ellos el fuego y el no fuego es lo mismo, así como el dolor y el no dolor es lo mismo, y la comida y el trago también serían lo mismo. 

Este principio es llamado ''Principio de Pruebas Demostrativas''. Ahora bien, es sabido que en otras ciencias, la demostración de contrarios sí puede tener intermediarios, pero Avicena hace la advertencias que la ciencia vista aquí es metafísica y por lo tanto, no se habla de forma accidental sino que de forma esencial. Las demostraciones accidentales donde los contrarios están unidos o solapados son una división de la existencia. En conclusión, los fenómenos contradictorios que surgen de las otras ciencias son accidentales frente a la metafísica, de hecho, se resuelven con esta. 

Conclusión

Simplemente un libro extremadamente fundamental para comprender muchos términos metafísicos. Creo que este bien puede ser el segundo gran libro de la Metafísica, después de la Metafísica de Aristóteles. Debo aceptar que me costó mucho entenderlo, me tomó mucho tiempo, pero yendo así, lento y con análisis, se ha llegado a entender apropiadamente. Lectura obligatoria para todos los interesados en la filosofía. 

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sábado, 21 de enero de 2023

Tomás Moro - Vida y obra (1478 - 1535)

 


Santo, humanista y hombre de Estado. Esta son las palabras que identifican a nuestro siguiente personaje en nuestro recorrido cronológico de la Filosofía: Sir Thomas More, que en español sería: Tomás Moro. Su vida está enmarcada en los momentos más difíciles para la Iglesia Católica por el inminente cisma que tendrá que enfrentar, por el cual pagará con su vida. Un hombre de verdaderas convicciones que no renunciará a su fe ni en el más crítico de los momentos. Veamos la vida del gran Sir Tomás Moro.


SIR THOMAS MORE


VIDA Y OBRA

Vida familiar y académica

Tomás era el mayor de los hijos de Juan Moro, abogado que posteriormente será nombrado caballero de la corte del rey. Fue educado en la mejor escuela de la ciudad, Escuela de San Antonio en Londres, de la mano de Juan Morton: arzobispo de Canterbury y Canciller de Londres. 

De un carácter astuto, Juan Morton predijo que el tiempo probaría la existencia de un hombre maravilloso, se refería al mismo Tomás Moro. Teniendo mucho interés en Moro, envió al estudiante a Oxford donde pasaría dos años estudiando las cátedras de latín y lógica. 

En 1494 su padre lo trajo para que estudiara Derecho Común en Londres. En el año 1496 fue admitido en el Lincon's Inn que es una de las cuatro sociedades legales que preparan a los futuros barristers (abogados especializados en litigación). En 1501, Moro se convierte en ''utter barrister'' que sería la posición de aquellos barristers que no están dentro de la Corte del Rey (inner barrister). Su asombrosa curiosidad lo llevó a estudiar grandes áreas del conocimiento, siendo la principal las Sagradas Escrituras, Los Padres de la Iglesia, y los clásicos de la literatura. 

Aunque devoto a las decisiones de su padre para que se transformara en abogado, en realidad, Moro era menos propenso a desobedecer la voluntad de Dios. Para probar su vocación, el filósofo residió cuatro años en el monasterio de los monjes cartujos del Lincoln's Inn, adoptando muchas de las costumbres de tales hombres. Aunque era más partidario de la orden franciscana, Tomás Moro decide servir a Dios como cristiano laico. 

Hacia el fin del año 1504 o principios del año 1505, Moro se casó con Juana Colt, la hija mayor de un caballero granjero de Essex, con quien tuvo cuatro hijos: Margarita, Isabel, Cecilia y Juan. Desde bastante joven, la esposa del filósofo recibió de él lecciones de música y latín, haciéndola competente para interactuar con visitantes que no eran ingleses como Erasmo de Róterdam de Holanda. A Erasmo se le dio una habitación en la casa de Old Barge cerca del Río Támesis, en Bucklesbury, Londres. De hecho, fue en esta casa donde escribió ''El Elogio a la Locura''. Fue una de las residencias principales de Moro durante las primeras dos décadas de su vida de casado. 

Moro nunca descartaría las costumbres que había adquirido de los monjes cartujos; el ayuno, la oración prolongada, el uso de camisas de pelo, etc. 

Ante la usurpación de los negocios legales y comerciales, Moro tuvo que caminar por la cuerda floja para mantener a su familia y perseguir sus intereses intelectuales. En 1509, Moro condujo una importante negociación a favor de un gran número de compañías de Londres con representantes de los mercantes de Amberes, Bélgica. Esto confirmó sus notables conocimientos en asuntos mercantiles y su rol como interprete y vocero. 

Desde septiembre de 1510 a julio de 1518, cuando renunció estar a tiempo completo en el servicio del rey, Moro se transformó en subcomisario de Londres. Fue adorado por la gente y lo calificaron como un juez imparcial y un desinteresado consejero. Lo llamaron de la siguiente forma:

''El general patrón de los pobres''

Tiempo después, en el año 1511 muere su esposa quizás por el parto de su ultimo hijo. En su epitafio, Tomás Moro escribe ''uxorcula Thomae Mori'', es decir, ''La pequeña esposa de Tomás Moro'' ya que se casó con el filósofo a una edad temprana. 

Posteriormente, después de unas semanas, Moro se casa con Alice Middleton, viuda de un mercero (comerciante textil). En contraste a su primera esposa, Alice era una mujer de carácter directo y estricto. Era muchos años mayor que él y tenía su propia hija. No tuvo hijos con Moro. 

Escritos

La Historia del rey Ricardo III de Moro, escrita en latín y en inglés entre 1513 y 1518, es la primera obra maestra de la historiografía inglesa. Aunque nunca terminó, esta obra influyó enormemente en los historiadores posteriores. 

Pero sin lugar a dudas, una de las obras más excelentes que escribió este filósofo fue ''Utopía''. 

En mayo de 1515, Moro fue designado miembro de una delegación para revisar un tratado comercial anglo-flamenco. La conferencia se celebró en Brujas, con largos intervalos que Moro aprovechó para visitar otras ciudades belgas. Comenzó en los Países Bajos y completó después de su regreso a Londres su obra ''Utopía'', que se publicó en Lovaina en diciembre de 1516. El libro fue un éxito inmediato entre la audiencia para la que Moro lo escribió: los humanistas y un grupo élite de funcionarios públicos.

Etimológicamente hablando, “Utopía” es un nombre griego acuñado por Moro, que proviene de la palabra ou-topos (“sin lugar”), que a su vez proviene es un poema introductorio de un juego de palabras con eu-topos ("buen lugar"). 

La Utopía de Moro describe una ciudad-Estado pagana en la que las instituciones y las políticas están completamente gobernadas por la razón. El orden y la dignidad de tal Estado ofrecían un contraste notable con la política irrazonable de la Europa cristiana, dividida por el interés propio, la codicia, el poder y las riquezas, que Moro describió en el Libro I. La descripción de Utopía es puesto en boca de un viajero misterioso, Raphael Hythloday, en apoyo de su argumento de que la comunidad es la única cura contra el egoísmo en la vida pública y privada. A través del diálogo Moro habla a favor de la mitigación del mal más que de su cura, porque la naturaleza humana no es perfecta y en ese caso no puede haber una cura absoluta, solo la mitigación. 

Entre los temas discutidos por Moro en Utopia estaban la penología, la educación controlada por el Estado, el pluralismo religioso, el divorcio, la eutanasia y los derechos de las mujeres. La demostración resultante de su aprendizaje, invención e ingenio estableció su reputación como uno de los más destacados humanistas. Pronto traducida a la mayoría de los idiomas europeos, Utopía se convirtió en el antepasado de un nuevo género literario, el romance utópico.

Carrera política

El 1 de mayo de 1517, una turba de aprendices de Londres atacó a comerciantes extranjeros en la ciudad. El papel de Moro en sofocar este malvado motín del Primero de Mayo inspiró una escena, atribuida a Shakespeare, en El Libro de Sir Tomás Moro, una obra isabelina. 

El éxito de Moro en las espinosas negociaciones con los franceses en Calais y Boulogne (septiembre a diciembre de 1517) sobre los pleitos nacidos de la guerra reciente hizo que le resultara más difícil eludir el servicio real. Ese año se convirtió en miembro del consejo del rey y desde octubre se le conoce como maestro de peticiones. Renunció a su cargo en la ciudad en 1518. Aunque cedió a la presión, aprovechó la oportunidad de promover la paz y la reforma. El lord canciller, Tomás Wolsey, ahora parecía listo para implementar algunas de las ideas políticas de los humanistas cristianos.

Entre 1515 y 1520, Moro realizó una enérgica campaña a favor del programa religioso y cultural de Erasmo -los estudios griegos como la clave para una teología renovada por un regreso a la Biblia y a los Padres de la Iglesia- en poemas que elogiaban el Nuevo Testamento de Erasmo. Los poemas latinos de Moro se publicaron en 1518 bajo una cubierta entre su Utopía y los Epigrammata de Erasmo; son extremadamente variados en métrica y materia, siendo sus temas principales el gobierno, la mujer y la muerte.

Erasmo ofreció a su amigo de Londres como modelo para la intelectualidad de Europa en cartas al humanista alemán Ulrich von Hutten (1519); el estudioso de París Germain de Brie (1520), con quien Moro acababa de entablar una polémica; y Guillaume Budé, a quien Moro había conocido en junio de 1520 en el Campo de la Tela de Oro, el lugar de encuentro, cerca de Calais, entre Enrique VIII y Francisco I. Según Erasmo, la sencillez era la marca de Moro en la comida y el vestido. No retrocedía ante nada que impartiera un placer inocente, incluso de tipo corporal. Tenía voz de orador y una memoria que le servía bien para las réplicas improvisadas. “Nacido para la amistad”, podía deleitarse con las personas o las cosas más aburridas. Su afecto familiar era cálido pero discreto. Daba todo libremente, sin esperar nada a cambio. En medio de su intensa actividad profesional, encontraba horas de oración y de supervisión de su escuela doméstica. La mayoría de sus pupilos eran niñas, a las que brindó la más refinada educación clásica y cristiana.


En 1520 y 1521 Moro participó en conversaciones, en Calais y Brujas, con el emperador Carlos V y con los mercaderes de la Hansa. En 1521 fue nombrado subtesorero y nombrado caballero. Su hija Margaret se casó con William Roper, un abogado, para la Defensa de los Siete Sacramentos de Enrique VIII, donde Moro actuó como "un clasificador y colocador de los asuntos principales".

Cuando Martín Lutero devolvió el golpe, Moro reivindicó al rey en una erudita, aunque difamatoria, Responsio ad Lutherum (1523), su lealtad era inquebrantable. Además de sus deberes de rutina en Hacienda, Moro se desempeñó durante estos años como "cortesano intelectual de Enrique", secretario y confidente. Dio la bienvenida a los enviados extranjeros, pronunció discursos oficiales, redactó tratados, leyó los despachos intercambiados entre el rey y Wolsey, y respondió en nombre del rey. 

A menudo cabalgaba a toda prisa entre el cuartel general del cardenal en Westminster y las distintas residencias de caza de Enrique. En abril de 1523 Moro fue elegido presidente de la Cámara de los Comunes; mientras se esforzaba lealmente por asegurar los fines del gobierno, hizo un llamado a favor de una mayor libertad de expresión en el Parlamento. 

En 1524, More se había mudado a Chelsea. La Gran Casa que construyó allí llevaba el sello de su filosofía, su galería, capilla y biblioteca, todo orientado hacia la reclusión estudiosa y devota. En 1525 fue ascendido a canciller del ducado de Lancaster, lo que puso una gran parte del norte de Inglaterra bajo su control judicial y administrativo.

Cuando Moro va a la embajada de Francia en el verano de 1527, Enrique VIII “le abrió la Biblia” como prueba de que su matrimonio con Catalina de Aragón, que no había logrado tener un heredero varón, era nulo, incluso incestuoso, porque este provenía de su matrimonio anterior con el difunto hermano de Enrique. Moro trató en vano de compartir los escrúpulos del rey, pero un largo estudio confirmó su opinión de que Catalina era la verdadera esposa del rey. Después de ser comisionado en marzo de 1528 por el obispo Tunstall de Londres para leer todos los escritos heréticos en el idioma inglés para refutarlos por el bien de los ignorantes, Moro publicó siete libros de polémicas entre 1529 y 1533, siendo el primero y el mejor diálogo Acerca de las Herejías.

Junto con Tunstall, Moro asistió al congreso de Cambrai en el que se firmó la paz entre Francia y el Sacro Imperio Romano Germánico en 1529. Aunque el Tratado de Cambrai representó un rechazo a Inglaterra y, más particularmente, un revés devastador para las políticas del cardenal Wolsey, Moro logró asegurar la inclusión de su país en el tratado y la liquidación de las deudas mutuas. Cuando Wolsey cayó del poder, habiendo fracasado en su política exterior y en sus esfuerzos por conseguir la anulación del matrimonio del rey con Catalina, Moro lo sucedió como lord canciller el 26 de octubre de 1529.

El 3 de noviembre de 1529, Moro inauguró el Parlamento que luego forjaría los instrumentos legales para su muerte. Como portavoz del rey, Moro acusó a Wolsey en su discurso de apertura y, en 1531, proclamó las opiniones de las universidades favorables al divorcio; pero no firmó la carta de 1530 en la que los nobles y prelados ingleses, incluido Wolsey, presionaban al Papa para que declarara nulo el primer matrimonio, y trató de dimitir en 1531, cuando el clero reconoció al rey como jefe supremo, aunque con la cláusula “hasta donde la ley de Cristo lo permita”.

El libro más extenso de Moro, La Refutación de la Respuesta de Tyndale, en dos volúmenes (1532 y 1533), se centra en “lo que es la iglesia”. Al estrés de estar encorvado durante horas sobre su manuscrito, lo atribuyó al dolor agudo en el pecho, tal vez angina, que invocó cuando le rogó a Enrique que lo liberara del yugo del cargo. Esto fue el 16 de mayo de 1532, el día en que el órgano rector (sínodo) de la iglesia en Inglaterra entregó a la corona el documento por el cual prometían nunca legislar o incluso convocar sin el consentimiento real, colocando así a un laico en el cargo. jefe de la orden espiritual.

Mientras tanto, Moro continuó su campaña a favor de la vieja fe, defendiendo las leyes contra la herejía de Inglaterra y su propio manejo de los herejes, tanto como magistrado como escritor, en dos libros de 1533: la Apología y el Debellacyon. También se ríe de la acusación de avaricia formulada por William Tyndale, traductor de partes de la primera Biblia inglesa impresa. La pobreza de Moro era tan notoria que la jerarquía recaudó 5.000 libras esterlinas para recuperar sus costos polémicos, pero rechazó esta subvención para que no se interpretara como un soborno.


Muerte

La negativa de Moro a asistir a la coronación de Ana Bolena, con quien Enrique se casó después de divorciarse de Catalina en 1533, lo marcó para la venganza. 

Varios cargos de aceptar sobornos recayeron sobre las cabezas de sus acusadores. En febrero de 1534, Moro fue incluido en un acto de prosecución por supuesta complicidad con Elizabeth Barton, quien había profetizado contra el divorcio de Enrique, pero presentó una carta en la que advertía a la monja que no se entrometiera en los asuntos de Estado. Fue citado a comparecer ante los comisionados reales el 13 de abril para dar su consentimiento bajo juramento al Acta de Sucesión, que declaraba nulo el matrimonio del rey con Catalina y válido el de Ana. Moro estaba dispuesto a hacerlo, reconociendo que Ana era de hecho reina ungida. Pero rechazó el juramento tal como lo administraba entonces porque implicaba un repudio de la supremacía papal. El 17 de abril de 1534 fue encarcelado en la Torre. Si no hubiera sido por sus responsabilidades familiares, habría elegido para sí mismo “una habitación tan estrecha y más estrecha también”, como le dijo a su hija Margarita, quien después de un tiempo prestó juramento y luego se le permitió visitarlo. En prisión, Moro escribió un diálogo de consuelo contra la tribulación, una obra maestra de la sabiduría cristiana y de la literatura.

Su juicio tuvo lugar el 1 de julio de 1535. Richard Rich, el procurador general, el jefe de gobierno no reconocido, testificó que el prisionero, en su presencia, había negado el título del rey como cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra. A pesar de la negación mordaz de Moro de esta evidencia falsa, el veredicto unánime del jurado fue "culpable". Antes de que se pronunciara la sentencia, Moro habló “en descarga de su conciencia”. La unidad de la iglesia fue el principal motivo de su martirio. Su segunda objeción fue que “ningún hombre temporal puede ser cabeza de la espiritualidad”. El matrimonio de Enrique con Ana Bolena, a la que también se refirió como la causa por la que “buscaron su sangre”, había sido la ocasión de los asaltos a la iglesia: entre sus jueces estaban el padre, el hermano y el tío de la nueva reina.


Moro fue sentenciado a la muerte del traidor, "para ser arrastrado, colgado y descuartizado", que luego el rey cambió por decapitación. Durante cinco días de suspenso, Moro preparó su alma para encontrarse con “la gran esposa” y escribió una hermosa oración y varias cartas de despedida. Caminó hacia el andamio en Tower Hill. “Véame a salvo arriba”, le dijo al teniente, “y para que baje déjeme moverme por mí mismo”. Les dijo a los espectadores que fueran testigos de que estaba muriendo “en la fe y por la fe de la Iglesia Católica, la buena sierva del rey y la primera de Dios”. Alteró el ritual vendándose los ojos, interpretando "una parte propia" incluso en ese horrible escenario.


Legado de Tomás Moro

Aunque el triunfo del anglicanismo provocó un cierto eclipse en la figura de Tomás Moro, la publicación de los periódicos estatales restauró una imagen más completa y verdadera del filósofo, preparando a la opinión pública para su beatificación (1886). Fue canonizado por Pío XI en mayo de 1935. Aunque el hombre es más grande que el escritor y aunque nada en su vida “se le hizo como dejarla”, su “librito de oro” Utopía le ha valido mayor fama que la corona de martirio o el millón de palabras de sus obras en inglés.

La frase de Erasmo que describía a Moro como omnium horarum homo se tradujo más tarde como “un hombre para todas las estaciones” y fue aceptada por la obra de Robert Bolt A Man for All Seasons (1960). Se han colocado monumentos a Moro en Westminster Hall, la Torre de Londres y Chelsea Embankment, todos en Londres. En palabras del apologista católico inglés G.K. Chesterton, Moro “puede llegar a ser considerado el inglés más grande, o al menos el personaje histórico más grande de la historia de Inglaterra”.


Conclusión

Realmente, el hombre que vamos a ver es un filósofo fascinante, no solo por su obra intelectual sino que por la vida que llevó. Sus convicciones fueron más fuertes que cualquier cargo que se le pudiera dar, además de tener una fe inquebrantable. Figura indudable del humanismo que nos ayudará a entender la mente humana, pero también el desastre histórico que estaba produciéndose dentro de la Iglesia Católica.