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viernes, 15 de diciembre de 2023

Martín Lutero - Sobre los judíos y sus mentiras (1543)



Es histórica la referencia a los judíos de parte de los cristianos como el gran pueblo castigado y excluido. Pero no solo eso, aquí, Martín Lutero, con su lenguaje agudo y polémico, va en todo contra los judíos llamándolos mentirosos. En un principio, los judíos dieron la bienvenida a la Reforma porque dividía a sus enemigos, de hecho el mismo Lutero los defendió desde un principio. Sin embargo, si bien apoyó a los judíos, al mismo tiempo los invitó a convertirse al cristianismo (pues Jesús era judío). Los judíos se molestaron y le dijeron que el Talmud representaba una versión de la Biblia mucho mejor que la del mismo Lutero. De ahí empieza esta obra...

Sobre los judíos y sus mentiras

Martín Lutero parte diciendo que no es su propósito pelearse con los judíos ni mucho menos convertirlos al cristianismo; es imposible. Los judíos no han aprendido nada de los 1400 años en que han sufrido y perdido muchas de sus cosas. Por lo tanto, un cristiano no debe discutir con un judío, sino decirle lo siguiente:

''Escucha, judío, ¿Te has dado cuenta que Jerusalén y tu soberanía, junto a tus templos y sacerdotes, han estado destruidos por mas de 1460 años? Porque este año, el cual nosotros los cristianos escribimos como 1542 desde el nacimiento de Cristo es exactamente 1460 años, yendo hacia 1500, desde que Vespasiano y Tito destruyera Jerusalén y expulsaran a los judíos de la cuidad''

Todo este tiempo de calamidades que han pasado los judíos es prueba de que Dios ya no está con ellos.

"Y dijo Dios: Ponle por nombre Lo-ammi: porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios"

(Oseas 1:9)

Pueden existir muchas interpretaciones sobre el sufrimiento de los judíos, pero los hechos constatan todo. Lutero dice que no es judío, pero que tampoco le agrada ver como son castigados por Dios. 

La descendencia

Pero a pesar de esto, ya en las Sagradas Escrituras se ve que los judíos han sido protegidos y considerados como un gran pueblo. 

''Porque la salvación proviene de los judíos''

(Juan 4:22)

Nadie les puede sacar el orgullo de su sangre, pero este orgullo no es menos distinto que el de Platón, quien agradecía ser griego y no un no-griego o bárbaro, agradecía ser hombre y no mujer, hombre y no animal, etc. Creen que son salvos solamente por proclamar que son hijos de Abraham, pero el Nuevo Testamento los trata de forma distinta:

"Camada de Víboras"

(Mateo 3:7)


"Si fueran hijos de Abraham, harían lo mismo que él hizo. Ustedes son de su padre, el diablo"

(Juan 8:39)

Lutero dice que los judíos son arrogantes y que cuando se les cuestiona, utilizan el argumento de la raza y el nacimiento para defenderse. Sin embargo, la biblia dice:

''Ante Dios no tenemos nada de qué estar orgullosos. Pues Dios nos acepta porque confiamos en Jesucristo, y no por obedecer la ley de Moisés''

(Romanos 3:27)


Aún así, aunque se les considere descendientes de Abraham, parecería que Dios les deja caer. Para ponerlo en contexto de las Sagradas Escrituras, a Esaú no lo ayudó el hecho de provenir de su padre, y lo mismo iría para Ismael. 

Lutero dice que Jafet, primogénito de Noé podría ser su verdadero ancestro y su esposa también, pues como dice Moisés:

''Jafet, cuyo descendientes son todos los gentiles''

(Génesis 10:1)

Sem era el hermano de Jafet  y en consecuencia, todos vendríamos de Noé; por lo tanto, los judíos no tienen nada de qué vanagloriarse con respecto a nosotros, dice Lutero. Es más, si uno va a remontarse más profundamente, podríamos llegar a que todos fuimos herederos de Adán y Eva. 

La circuncisión

Esto también es absurdo de acuerdo con Lutero:

  • En primer lugar, pareciera ser que la simple circuncisión basta para no ser maldito (a esto se volverá después)
  • En segundo lugar, la circuncisión que se señala en el Génesis 17 como una orden para Abraham y sus descendientes, se hizo en distintos tiempos, y, en consecuencia, los ismaelitas o los edomitas, etc., tendrían una competencia para vanagloriarse más ante Dios por ser circuncidados primeros que otros. 

Para Lutero, la práctica de la circuncisión es en realidad una novedad en los judíos, no tiene ningún fundamento hacer sufrir a los niños de esta manera. Para probar esto, Lutero comienza a analizar el concepto de circuncisión en diversos pasajes bíblicos:

“Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz,”
(Deuteronomio 10:16)

''Y entonces se humillará su corazón incircunciso”
(Levítico 16:41)


''Circuncidaos a Jehová, y quitad el prepucio de vuestro corazón, varones de Judá y moradores de Jerusalén; no sea que mi ira salga como fuego y se encienda y no haya quien la apague...''
(Jeremías 4:4)

''He aquí que sus oídos son incircuncisos, y no pueden escuchar.”
(Jeremías 6:10)

“He aquí que vienen días, dice Jehová, en que castigaré a todo circuncidado en su incircuncisión—a Egipto y a Judá, a Edom y a los hijos de Amón y de Moab, y a todos los que se afeiten las sienes, los que moran en el desierto; porque todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón...” 
(Jeremías 9:25)

Lo que quieren decir todos estos pasajes, de acuerdo a Lutero, es que la circuncisión no es física, como parecen entenderla los judíos, sino que es una circuncisión del corazón. 

Por otro lado, hay otros personajes bíblicos que no recibieron la circuncisión como por ejemplo, Job y ninguno de sus descendientes. Tampoco el profeta Elías obligó a Naamán de Siria a circuncidarse; y aún así fue santificado y se convirtió en un hijo de Dios; y sin dudas con él lo hicieron muchos otros. De la misma manera, Daniel convirtió a los grandes reyes y pueblos de Babilonia y Persia, tales como Nabucodonosor, Ciro, Darío, etc., y aún así permanecieron siendo gentiles incircuncisos, y no se convirtieron al judaísmo. Nadie puede probar que Dios haya alguna vez enviado a un profeta o a un judío a circuncidar a los gentiles.

La institución de la circuncisión ya no es necesaria, aunque en su tiempo si lo fue, pero el problema no es que practiquen la circuncisión, sino que crean que con ella ya son salvos. Por lo demás, es una de sus costumbres más arraigadas; por eso, dice Lutero, los judíos, tan arraigados a la ley y a la costumbre, siempre rechazaron a los profetas. No es de extrañar que llegue el Mesías que tanto esperan y también lo rechacen. De hecho, dice Lutero, la circuncisión no fue de ninguna ayuda a Moisés o a Jeremías cuando querían ser escuchados. 

Arrogancia de los judíos

Otro aspecto más general es la arrogancia que tienen por considerarse el pueblo de Dios. Sin embargo, Lutero enfatiza el hecho de que el pueblo judío siempre fue desobediente, incluso cuando los profetas hablaban y advertían de los peligros que el mismo pueblo tendría si no seguían las enseñanzas de los profetas. Advierte Lutero que el cristiano se cuide de estos hombres.

La tierra de Canaán, Jerusalén y el Templo

Los judíos se vanaglorian de que les fue entregada la tierra de Canaán, la ciudad de Jerusalén y el Templo de Dios. 

Pero el Señor, dice Lutero, a menudo ha acallado tal fanfarronería y arrogancia, especialmente a través del rey de Babilonia, que los condujo al cautiverio y destruyó todo (tal como lo hizo el rey de Asiria, que expulsó a todos los de Israel y arrasó con todo). Finalmente fueron exterminados y devastados por los romanos más de mil cuatrocientos años atrás, de manera que deben percibir muy bien que el Señor no contempló, ni contemplará, su país, ciudad, templo, sacerdocio, o principado, no los observa, ni observará, a causa de éstos como su propio pueblo especial. Aún así su cerviz de hierro, como la llama Isaías [Isa. 48:4] no se dobla, ni su dura frente de bronce se enrojece de vergüenza. Permanecen completamente ciegos, inflexibles, estáticos, siempre esperando que Dios les devuelva su tierra natal y les restituya todo. 

Continua diciendo: Moisés les había informado en varias ocasiones, primero, que no estaban ocupando la tierra porque su rectitud excediera la de otros herejes pues eran un pueblo obstinado, malvado, desobediente y, segundo, que pronto serían expulsados de la tierra y perecerían si no cumplían los mandamientos de Dios. Y cuando el Señor eligió la ciudad de Jerusalén agregó muy claramente en las escrituras de todos los profetas que destruiría completamente dicha ciudad de Jerusalén, su asiento y trono, si no cumplían con sus mandamientos. Además, cuando Salomón había construido el templo, se había sacrificado y había orado al Señor, el Señor le dijo (I Reyes 9:3), “Yo he oído tu oración y tu ruego... Yo he santificado esta casa,” etc.; pero luego agregó apenas más adelante: “Más si obstinadamente os apartáis de mí... y no guardáis mis mandamientos... yo cortaré a Israel de sobre la faz de la tierra que les he entregado; y esta casa que he santificado a mi nombre, yo la echaré de delante de mí, e Israel será por proverbio y refrán a todos los pueblos.”

El Cetro de Judá

Con respecto al Cetro de Judá, las Sagradas Escrituras dicen:

“No será quitado el cetro de Judá... Hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos.” 
(Génesis 49:10)

Los antiguos judíos, los verdaderos, entendieron este verso correctamente, tal como nosotros cristianos lo hacemos, es decir, entendieron que el gobierno o cetro debería permanecer con la tribu de Judá hasta el advenimiento del Mesías; entonces “a él se congregarán los pueblos,” a él adherirán. Es decir, el cetro no habría limitarse a la tribu de Judá, sino que, como lo explicaron más tarde los profetas, habría de integrar todos los pueblos que habitaran la tierra en el tiempo del Mesías.

Pero, tal como dice el texto, el cetro estará en Judá., y de acuerdo con Lutero, el texto se entendería de la siguiente manera:

''El shultan no será expulsado de la casa de Judá, tampoco el saphra será alejado de los hijos de sus hijos por la eternidad hasta la llegada del Mesías, a quien pertenece el reino, y a quién los pueblos obedecerán.”

Lutero explica la traducción: 

Para el término shebet [“cetro”] utilizado por Moisés, usamos Zepter en alemán, mientras que el traductor caldeo elige la palabra shultan. Expliquemos estos términos. La palabra hebrea shebet se utiliza para designar una virga; no es exactamente una vara en el sentido más común, ya que este término sugiere a los alemanes la idea de una varilla de madera con la que se castiga a los niños. No es tampoco el elemento usado por los inválidos y los ancianos para caminar. Designa el martillo sostenido verticalmente, tal como el que sostienen los jueces cuando se desenvuelve en su capacidad oficial. A medida que el lujo fue acrecentándose en el mundo, este martillo se hizo de plata o de oro. Ahora es llamado cetro, es decir, vara real. Skeptron es un término griego, pero ahora ha sido tomado por la lengua alemana. En su primer libro, Homero describe al Rey Aquiles señalando que tiene una vara de madera adornada con pequeños clavos de plata. Este relato nos da la pauta de cómo eran los cetros originalmente y de que con el correr de los años, terminaron por ser hechos enteramente de plata y oro. 

El traductor caldeo no usa la palabra shebet, martillo, o cetro; sino que la sustituye refiriendo a la persona que posee esta vara, diciendo shultan, indicando que un príncipe, señor, o rey no ha de partir de la casa de Judá; habrá de existir un sultán en la casa de Judá hasta la llegada del Mesías. “Sultán” es también un término hebreo, y una palabra que nosotros los cristianos conocemos muy bien, ya que le hemos hecho la guerra por más de seiscientos años al sultán de Egipto, y hemos obtenido muy pocas recompensas. Pues los sarracenos llaman a su rey o príncipe “sultán”, ya sea señor o monarca o soberano. De este término deriva la palabra hebrea schilt, que se ha convertido en una palabra íntegramente alemana (Schild “escudo”).

Es lo mismo que en hebreo sopher (pues el caldeo y el hebreo están estrechamente relacionados, en efecto son casi idénticos, tal como los sajones y los suabos ambos hablan alemán, pero sin embargo existe una gran diferencia). La palabra sopher es comúnmente traducida al alemán como Kanzler (“canciller,” magistrado supremo]?. Todos, inclusive los burgaleses, traducen la palabra saphra como scriba o escriba. Estos son llamados escribas en el Evangelio. No son escribas ordinarios que escriben por dinero o sin autoridad oficial. Son sabios, grandes monarcas, doctores y profesores, que enseñan, establecen, y preservan la ley en el Estado. Supongo que abarca a cancilleres, parlamentarios, concejales, y todos los que por sabiduría y justicia ayudan a gobernar. Esto es lo que Moisés desea expresar con la palabra mehoqeq, que designa a quien enseña, codifica, y ejecuta los mandamientos y decretos. 

Entre los sarracenos, por ejemplo, los escribas o secretarios del sultán, sus doctores, maestros, y estudiosos, son quienes instruyen, interpretan, y preservan el Corán como la ley de esas tierras. En el papado, los escribas del papa o saphra son los canonistas o los indoctos que enseñan y preservan sus decretos y leyes. En el imperio los doctores legum, los juristas seculares, son los saphra del emperador o escribas que enseñan, administran, y preservan las leyes del imperio.

De la misma manera, Judá también tenía escribas que instruían y preservaban la ley de Moisés, que era la ley de esas tierras. Por consiguiente, hemos traducido la palabra mehoqeq como “legislador,” es decir, doctor, maestro, etc. Por lo tanto este pasaje, “El mehoqeq, o sea, legislador de entre sus pies,” significa que maestros y oyentes que se sientan a sus pies permanecerán como un gobierno ordenado. Pues todos los estados, si han de perdurar, deben tener estas dos cosas: poder y ley. Los estados, como reza el dicho, deben tener un señor, una cabeza, un monarca. Pero deben también tener ley con la cual guiar al monarca. Son el martillo y el mehoqeq, o sultán y saphra. Salomón también lo indica, pues al haber recibido la vara, es decir, el reino, pidió sabiduría a fin de poder gobernar a la gente con justicia (1 Reyes 3). 

Pues siempre que prevalezca un poder total sin ley, donde el sultán es guiado por su propia voluntad y no por su deber, no hay gobierno sino tiranía, semejante a aquella de Nerón, Calígula, Dionisio, Henry de Brunswick, y otros. Estado tal no ha de durar mucho. Por otro lado, donde hay ley y no hay poder para hacerla obedecer, se hará a la voluntad de la barbarie, a lo que ningún gobierno sobrevive tampoco. Por tanto, ambos deben estar presentes: ley y poder, sultán y saphra, para complementarse entre sí.  

Así el concilio que se reunía en Jerusalén y que habría de venir de la tribu de Judá era el saphra; los judíos los llamaban el Sanedrín. Herodes, un extranjero, un edomita, se deshizo de esto, y se convirtió él mismo en sultán y saphra simultáneamente, juez y mehoqeq en la casa de Judá, señor y escriba. Luego lo dicho por el patriarca acerca de que Judá no conservaría el gobierno o el saphra comenzó a cumplirse. Era el momento de que llegara el Mesías y ocupara su reino y se sentara en el trono de David para siempre, tal como lo profetiza Isaías 9:6. Por lo tanto pasemos a estudiar este dicho del patriarca.

Judá,” declara, “te alabarán tus hermanos,” etc. (Gen. 49:8). Esto, según me parece, no requiere ningún comentario; deja lo suficientemente en claro que la tribu de Judá será honorada por encima de todos sus hermanos. El texto continúa: “Tu mano en la cerviz de tus enemigos,” etc. Este pasaje también deja bien en claro que la famosa y destacada tribu de Judá podrá encontrar enemigos y oposición, pero que todo terminará con su éxito y victoria. Continuamos: “Los hijos de tu padre se inclinarán a ti,” etc. Nuevamente queda claro que no se refiere al cautiverio sino al mandato sobre sus hermanos, todo lo cual fue llevado a cabo por David. Pero la tribu de Judá a través de David no sólo se convirtió en señor de sus hermanos; sino que también difundió su ley, como un león, forzando a la sumisión a otras naciones; por ejemplo a los filisteos, a los sirios, a los moabitas, a los amonitas, a los edomitas.

Esto es lo que él alaba con sus bellas palabras [Gen. 49:9]: “Cachorro de león, Judá; De la presa subsiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, Así como león viejo: ¿quién lo despertará?.” Es decir, Judá estaba entronizado y estableció un reino al que nadie podía vencer, a pesar de los intentos frecuentes y tenaces de las naciones aledañas.

De acuerdo, hasta este punto el patriarca, en la tribu de Judá, establecido, ordenado, y confirmado el reino, el sultán, la vara, el saphra. Allí Judá, el sultán, está entronizado por su ley. ¿Qué ha de pasar ahora? Él dice esto: Habrá de permanecer así hasta que llegue el Mesías; es decir, varios se opondrán a él, tentados a derrocar y destruir el reino y simplemente hacerlo desaparecer de la tierra. Las historias de los reyes y los profetas dan testimonio suficiente de que todas las naciones gentiles procuraron lograrlo siempre seriamente. Y el propio patriarca declara, como ya le hemos oído decir, que Judá ha de tener sus enemigos. Pues tal es el curso de los eventos en el mundo, que dondequiera que un reino o principado escale a una posición de poder, la envidia no descansará hasta destruirlo. La historia íntegra ilustra esto con numerosos ejemplos.

No obstante, en este caso el Espíritu Santo manifiesta: Este reino en la tribu de Judá es mío, y nadie me lo quitará, sin importar lo furioso o poderoso que sea, ni siquiera si lo intentaran las puertas del infierno. Las palabras aún probarán la verdad: Non auferetur, “No me lo quitarán.” Ustedes demonios y gentiles dirán: Auferetur, le pondremos un fin, lo devoraremos, lo acallaremos, como Salmos 74 lamenta. Pero permanecerá sin ser devorado, ni devastado. “El shebet o sultán no dejará la casa de Judá, ni el saphra a los hijos de sus hijos,” hasta que shiloh o el Mesías llegue sin importar cuánto todos vosotros gritéis y rabiéis.

Y cuando llegue, el reino se tornará muy diferente y todavía mucho más glorioso. Pues  como no toleraríais a la tribu de Judá en una esquina pequeña, restringida, la transformaré en un león verdaderamente fuerte que se convertirá en el sultán y saphra de todo el mundo. Lo haré de manera tal que no le será necesario desenvainar la espada ni derramar gota de sangre alguna, sino que las naciones se someterán a él ellas mismas voluntaria y felizmente y le obedecerán. Este será su reino. Pues, después de todo, el reino y todas las cosas son suyas.   

Por otro lado, están quienes se refieren a Siloh de distintas formas:

Algunos se envuelven aquí en fantasías y dicen que Siloh se refiere a la ciudad que lleva este mismo nombre, donde permanecía guardado el arca del pacto (Jueces 21, 1 Sam. 4:3), lo que significaría que el cetro no sería quitado de Judá hasta que Siloh llegara, es decir, hasta que Saúl fuera ungido rey de Siloh. 

Otros se permiten fantasear con que Siloh se refiere al Rey Jeroboam, coronado en Siloh, y a quien  se habían unido diez tribus de Israel luego de desertar de Rehoboam, el rey de Judá (I Reyes 12). Por lo tanto, dicen, Jacob se refería a esto: No será quitado el cetro de Judá hasta que Siloh, o sea Jeroboam, llegue. Esta interpretación es tan necia como la otra; pues Jeroboam no fue coronado en Siloh sino en Shechem (1 Reyes 12). Por lo tanto el cetro no partió de Judá, sino que el reino de Judá permaneció, junto con la tribu de Benjamín y varios de los niños de Israel quienes moraron en las ciudades de estas dos tribus, como lo oímos de 1 Reyes 12. Asimismo, el sacerdocio entero, culto, templo, y todo lo demás permaneció en Judá. Además Jeroboam nunca conquistó el reino de Judá, ni tampoco ninguna otra nación, pues habrían de caer en manos de Siloh

El tercer grupo dice así: “Siloh significa ‘enviado’, y este término se refiere a Nabucodonosor de Babilonia.” Por lo tanto quiere decir que no será quitado el cetro de Judá hasta que Siloh, o sea, el rey de Babilonia, llegue. Habría de guiar a Judá al exilio y destruirlo. Esto tampoco parece atinado, y un niño aprendiendo sus cartas puede rebatirlo. Pues Siloh y shiloch son dos palabras diferentes. Esta última podrá significar “enviado.” Pero no es la palabra que hallamos aquí; Siloh es la palabra, y ésta, como el caldeo dice, significa Mesías. Pero el rey de Babilonia no es el Mesías que ha de venir de Judá, como los judíos y el mundo entero lo saben muy bien. 

El cuarto grupo tergiversa la palabra shebet, interpretando que la vara no será quitada de Judá hasta que Siloh, o sea su hijo, llegue, y él será quien debilitará a los gentiles. Estos consideran que la vara es el castigo en el que hoy viven. Pero el Mesías llegará y asesinará a todos los gentiles. Esto es mentira. Hace caso omiso del texto caldeo completamente algo que desearían hacer pero no se atreven y es una interpretación completamente arbitraria de la palabra shebet

Algunos tergiversan la palabra donec (“hasta”) e intentan convertirla en “porque” (quía). Entonces leen: “No será quitado el cetro de Judá donec; o sea, porque (quía) el Mesías vendrá.” Aquel que ha perpetuado esto es un experto, merece ser coronado con cardos. Invierte el orden correcto de las cosas de esta manera: El Mesías vendrá, por lo tanto el cetro no será quitado de Judá. Jacob, no obstante, primero convierte a Judá en príncipe y león a quien el cetro es encomendado, lo que es previo a la llegada del Mesías; él luego, al debido tiempo, se lo entregará al Mesías. De esta manera Judá no conserva el principado ni el papel de león ni el cetro, que a él le será encomendado. Además, la necia arbitrariedad convierte el término “hasta” en un término nuevo, “porque.” Esto, por supuesto, no está permitido por el lenguaje.

Y finalmente existe un rabino que tergiversa la palabra “llegar, venir” y afirma que significa “asentarse” tal como el hebreo hace uso de la palabra “llegar” para referirse a la caída del sol. Nuestro compañero se abandona a tales tonterías que no sé si está tratando de caminar sobre su cabeza o sobre sus oídos, dice Lutero. No se logra comprender el sentido de sus palabras cuando dice que el cetro no será quitado de Judá hasta que Silo (la ciudad) se asiente (caiga). Entonces David, el Mesías, llegará ¿Dónde, para repetir lo dicho más arriba, se hallaba el cetro de Judá antes de Siloh o Saúl? 

David y la casa

Otro de los versículos polémicos de los judíos es el siguiente:

“El Espíritu de Jehová por mí, Y su palabra ha estado en mi lengua. El Dios de Israel ha dicho, Me habló la Roca de Israel... ” 

“Aunque no es así mi casa para con Dios”

(2 Samuel 23:2-5)


Es decir: “Mi casa, después de todo, no vale nada; es demasiado glorioso, es demasiado lo que Dios hace por un pobre hombre como yo.” “Pues ha hecho conmigo un pacto para siempre, ordenado en todos los respectos y seguro.” 

Este es un pacto seguro, la casa es lo mismo que el gobierno de David. Todo está ordenado porque si no fuese así, entonces Dios tendría que ser llamado un mentiroso. 

Los judíos dicen la burrada de que el reino pereció con el cautiverio de Babilonia. Como ya lo dijimos antes, son habladurías huecas; ya que el cautiverio no constituyó otra cosa que un breve castigo, definitivamente limitado a un período de setenta años. Dios lo había prometido. Además, los preservó durante estos años por medio de espléndidos profetas. Asimismo, el Rey Joacim fue exaltado por sobre todos los reyes de Babilonia, y Daniel y sus compañeros gobernaron no sólo a Judá e Israel sino también a todo el Imperio Babilonio. Aún si su sede de gobierno no estuvo en Jerusalén por un breve período, no obstante gobernaron en otra parte con mucha más gloria que en Jerusalén. Por lo tanto podríamos decir que la casa de David no se extinguió en Babilonia sino que brilló más resplandecientemente que en Jerusalén. Sólo tuvieron que desocupar su tierra natal por un tiempo como una forma de castigo. Pues cuando un rey ocupa la tierra de un país extranjero no puede considerado como un ex rey porque no está en su tierra natal, especialmente si es asistido por una gran victoria y buena fortuna contra varias naciones. Sino que debiera decirse que es más ilustre en el extranjero que en casa. 

Para confirmar esto, un pasaje de Jeremías dice:

“Porque así dice Jehová: No faltará a David varón que se siente sobre el trono de la casa de Israel. Ni a los sacerdotes y levitas faltará varón que delante de mí ofrezca holocausto y encienda ofrenda, y que haga sacrificio todos los días.” 

 “Y vino la palabra de Jehová a Jeremías, diciendo: Así dice Jehová: si podéis invalidar mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de tal manera que no haya día ni noche a su tiempo, entonces podrá invalidarse también mi pacto con mi siervo David, para que le falte un hijo que reine sobre su trono, y mi pacto con los levitas y sacerdotes, mis ministros...”   

“Vino palabra de Jehová a Jeremías, diciendo: ¿No has echado de ver lo que habla este pueblo, diciendo: Las dos familias que Jehová había escogido, ¿las ha desechado? Y han tenido en poco a mi pueblo, hasta no tenerlo más por nación. Pues bien, dice así Jehová: Si no permanece mi pacto con el día y la noche, si yo no he puesto las leyes del cielo y la tierra, también desecharé la descendencia de Jacob, y de David mi siervo, para no tomar de su descendencia quien sea señor sobre la posterioridad de Abraham, de Isaac y de Jacob; porque yo haré volver sus cautivos, y tendré compasión de ellos.” 


Sobre la paz

Lutero se propone analizar el siguiente versículo

''La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos''

(Hageo 2:9)

¿Puede ser posible que esto refiera al periodo de tiempo que transcurre entre Antíoco y el día de hoy, periodo en el cual los judíos han experimentado todo tipo de infortunios y se hallan aún en el exilio? Ya que, dice el Señor, habrá paz en este lugar. El lugar está todavía allí; el templo y la paz se han desvanecido. Sin dudas los judíos interpretarán esto.

Junto con esto se debe añadir el versículo de Daniel:

“Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para acabar con las prevaricaciones y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos” 

(Daniel 9:24)


En primer lugar, se acuerda unánimemente en lo siguiente: que las diecisiete semanas no son semanas de días sino de años; que una semana consta de siete años, lo que resulta en un total de cuatrocientos noventa días. Este es el primer punto. Segundo, también está acordado que estas diecisiete semanas terminaron cuando Jerusalén fue destruida por los romanos. No hay discrepancias en estos dos puntos, aunque varios otros se mantienen ocultos cuando se intenta establecer el momento preciso en que estas setenta semanas comenzaron y finalizaron. 

Si esto es verdad, como ha de serlo, ya que desde la destrucción de Jerusalén no quedó ninguna de las setenta semanas, entonces el Mesías debe de haber llegado antes de la destrucción de Jerusalén, mientras aún quedaba algo de aquellas setenta semanas: es decir, la última semana, como el texto atestigua clara y convincentemente más adelante. Después de las siete y las sesenta y dos semanas (o sea, después de sesenta y nueve semanas), es decir, en la última semana o en la semana septuagésima, Cristo será asesinado de un modo en el que, no obstante, resucitará. 

Esto no puede hacerlo si está muerto; debe de estar vivo. “Concertar un pacto” no puede significar otra cosa que llevar a cabo lo prometido por Dios a los padres, es decir, difundir la santa promesa en la semilla de Abram a todos los gentiles. Como el ángel declarara más tempranamente, las visiones o profecías serán rubricadas o cumplidas. Esto requiere de un Mesías en vida, que, no obstante, haya sido asesinado previamente.

Habiendo ejecutado a este falso Mesías (esta es la concepción de Él que quisieron difundir), aún no abandonaron la delirante idea de que el Mesías tenía que encontrarse cerca. Continuamente hablaron por lo bajo de los romanos a causa del cetro. Al poco tiempo, también, se corrió el rumor de que Jesús, a quien habían asesinado, se había levantado nuevamente y estaba siendo realmente proclamado ahora abierta y libremente como el Mesías. La gente en la ciudad de Jerusalén adhería a Él, así como los gentiles en Antioquía y todos en el campo. Tuvieron que enfrentar a este Mesías muerto y a sus seguidores, a fin de que no fuera aceptado como el resurrector y Mesías. También tuvieron que enfrentar a los romanos, a fin de que su Mesías esperado no fuera para siempre privado del cetro.

Por un lado, fue iniciada una masacre de cristianos; por otro, un levantamiento contra los romanos. A esta táctica se dedicaron durante aproximadamente cuarenta años, hasta que los romanos fueron finalmente obligados a destruir la ciudad y sus alrededores. La espera de su falso Cristo y la persecución del verdadero Cristo les costó once veces cien mil hombres, como informa Josefo, junto con la más horrible devastación de campo y ciudad, así como la pérdida del cetro, el templo, el clero, y todas sus posesiones.   

Los judíos mismos también profanaron este templo más viciosamente de lo que el otro jamás fue profanado, es decir, con idolatrías espirituales. Lyra, y otros también, escribe en varios pasajes que los judíos, después de su regreso del babilonio, no cometieron idolatría o pecado al matar profetas tan gravemente como antes.

Su Talmud y sus rabinos constatan que no es pecado para un judío matar a un gentil, que para él sólo es pecado matar a un hermano israelita. Tampoco es pecado para un judío no cumplir su palabra con un gentil. Del mismo modo, dicen que es hacerle un servicio a Dios robarle a un Goy, como de hecho hacen a través de la usura. Pues como creen que son la sangre noble y los santos circuncisos y nosotros los malditos goyim, no pueden tratarnos demasiado severamente o cometer pecados contra nosotros, pues son los señores del mundo y nosotros sus criados, sí, su ganado. 

Pero la abominación más terrible, de acuerdo con Lutero, es que en el tiempo de este templo varios sacerdotes y una secta completa eran Sadducean, es decir, Epicúreos, que no creía en la existencia de ningún ángel, demonio, cielo, infierno, o vida después de la muerte. ¡Y se esperaba que entraran al templo, con la autoridad y la investidura sacerdotal, y que sacrificaran, rezaran, y ofrecieran a la gente ofrendas quemadas, predicaran, y gobernaran! Dime, ¿cuánto peor pudo haber sido Antíoco, con su idolatría y el sacrificio a los cerdos, comparado a estos cerdos y cerdas Saduceos? A la luz de esto, ¿qué queda de la declaración de Hageo de que la gloria de este templo sería mayor que la del templo de Salomón? Ante Dios y toda razón, un chiquero comparado con este templo no puede ser llamado de otro modo que mansión real, teniendo en cuenta a tan grandes, horribles, y monstruosos cerdos.

Igualmente se aferraron a su delirante idea de que el Mesías todavía no había llegado, y sin embargo las setenta semanas de Daniel habían expirado y el templo de Hageo había sido destruido. No obstante, les disgustó la persona de Jesús de Nazaret, y por lo tanto persistieron y elaboraron a uno de su propio número para ser el Mesías. Esto sucedió de la siguiente manera: tenían un rabino o talmudista, llamado Akiba, un hombre muy sabio, al que estimaban más que a cualquier otro rabino, un hombre respetable, honrado, de pelo cano. Enseñó fervientemente los versos de Hageo y de Daniel, también de Jacob en Génesis 49, diciendo que tenía que haber un Mesías entre la gente de Dios ya que estaba cerca la hora establecida por Las Escrituras. Entonces escogió a uno, de apellido Kokhba, que significa “una estrella.” Según Burgensis, su verdadero nombre era Heutoliba. Es muy conocido en los libros de historia, en los cuales se lo llama Ben Koziba o Bar Koziban. Este hombre tenía que ser su Mesías; y él con mucho gusto accedió. Toda la gente y los rabinos se reunieron en torno a él y se armaron hasta los dientes con la intención de deshacerse tanto de cristianos como de los romanos. Ahora tenían al Mesías hecho a su gusto e idea, que fue proclamado por los ya citados pasajes de Las Escrituras.

Esta conmoción se inició aproximadamente treinta años después de la destrucción de Jerusalén, bajo el reinado del Emperador Trajano. El rabino Akiba era el profeta y espíritu de Kokhba que lo enardeció e incitó y vehementemente lo alentó, citando todos los versos de Las Escrituras que hacen referencia al Mesías y ante toda la gente se los adjudicó a él proclamando: “¡Eres el Mesías!”. Le adjudicó especialmente el verso de Balaam registrado en Números 24:17-19 en virtud de su apellido Kokhba (“estrella”). Pues en este pasaje Balaam dice en una visión: “Saldrá ESTRELLA de Jacob, Y se levantará el cetro de Israel, Y herirá las sienes de Moab, Y destruirá a todos los hijos de Set. Será tomada Edom, Será también tomada Seír por sus enemigos, e Israel se portará varonilmente. De  Jacob saldrá el dominador, y destruirá lo que quede de la ciudad.”

Fue el sermón ideal para engañar completamente a esta turba insensata, iracunda, e inquieta, pues es exactamente lo que sucedió. Para asegurar el éxito de la empresa y evitar que saliera mal, el enaltecido y apreciado Rabino Akiba, el viejo insensato y tonto, se convirtió en el guardián e hidalgo de Kokhba, su armiger, según los libros de historia; si no estoy traduciendo el término correctamente, que alguien ensaye otro mejor. Se refiere a la persona que se sitúa al lado del rey o príncipe y cuya tarea principal es defenderlo en el campo de batalla o en combate, ya sea a caballo o a pie. Claro que aquí implica algo más, ya que él es también un profeta, un Monzer (para usar el término contemporáneo). Este era entonces el lugar donde el cetro de Judá y el Mesías ahora residían; según ellos. Siguieron así durante unos treinta años. Kokhba se hizo llamar siempre Rey Mesías, y masacró a un vasto número de cristianos que se rehusaban a negar a nuestro Mesías Jesucristo. Sus líderes militares acosaron también a los romanos en cada sitio que les era posible. Especialmente en Egipto, donde una vez vencieron al líder militar romano durante el reinado de Trajano. Entonces su corazón, mente, y cinto comenzó a hincharse de engreimiento. Dios, ellos inferían, tenía que ser para ellos y estar con ellos. Ocupaban un pueblo cerca de Jerusalén, llamado Bittir; en la Biblia se lo denomina Bet-horón (Josué 10:10).

Para ese entonces estaban convencidos de que su Mesías, el Rey Kokhba, era el señor del mundo y que había vencido a los cristianos y a los romanos y había traído el día. Pero el Emperador Adriano ordenó a su ejército que los atacara, sitiara Bittir, la conquistara, y asesinara a Mesías y profeta, estrella y oscuridad, señor e hidalgo. Sus propios libros lamentaron que fueran ochenta mil hombres en Bittir los que hicieron sonar las trompetas, líderes militares de una multitud de hombres, y cuarenta veces cien mil los hombres asesinados, sin contar a los caídos en Alejandría. Se dice que estos últimos alcanzaron a sumar doce veces cien mil. No obstante, me parece que están exagerando de una manera atroz. Para mí, ochenta mil trompetistas se refieren a los hombres valientes y robustos equipados para la batalla, cada uno de los cuales podría haber liderado numerosos cuerpos de soldados en el frente de batalla. De lo contrario suena diabólicamente falso.

Después de esta formidable derrota ellos mismos llamaron a Kokhba, su Mesías perdido, “Kozba,” término que rima con el primero y comparte con él cierta resonancia. Así lo escriben sus talmudistas: no se debe leer “Kokhba,” sino “Kozba.” Y es por esto que todos los libros de historia hoy se refieren a él como Koziban. “Kozba” significa “falso.” Su intento había fracasado, y había probado ser un Mesías falso y no uno verdadero. Así como nosotros alemanes podemos decir en verso: no eres un Deutscher sino un Tauscher ( “no eres un alemán sino un mentiroso”); no eres un Welscher sino un Felscher (“no eres un extranjero de origen románico sino un falsificador”). De un usurero podría decir: no eres un Borger, sino un Worger (“no eres un ciudadano sino un asesino”). La rima es habitual en todas las lenguas. Nuestro Eusebius incluye este relato en su Historia Eclesiástica, Libro 4, capítulo 6. Aquí usa el nombre de Barcochabas, para referirse a esta batalla extremadamente cruel en la cual los judíos “fueron llevados tan lejos de su país, que sus impíos ojos jamás volvieron a ver su tierra natal aún ascendiendo las montañas más altas.” 

Los judíos, de acuerdo con Lutero, esperan a un mesías mundano y no a uno espiritual, como se interpreta desde la visión cristiana las Sagrada Escrituras. 

En resumen, Moisés y todos los verdaderos israelitas entendieron todos los versos con respecto al Mesías (en el sentido de que esto les sería dado) por pura gracia y piedad y no por penitencia y mérito. Esto lo suponemos a partir de los versos citados de Jacob, David y Hageo. Asimismo Daniel no pregunta, desea o piensa que tan gloriosa promesa de las setenta semanas le deba ser revelada, pero le es concedida por gracia, mucho más allá de su pedido. 

Con esto en cuenta, Lutero nos informa sobre diez mentiras principales de los judíos:

  1. El comienzo de las siete semanas
  2. Las palabras del Mesías se refiere al rey Ciro
  3. Ciro llegó 52 años después de la destrucción (que en realidad equivale a 7 semanas y media)
  4. Que Ciro haya sido llamado Mesías
  5. Separar las 7 semanas de las 62 semanas
  6. La plaza y el muro de Jerusalén fueron reconstruidos en sesenta y dos semanas (menos tres años). 
  7. Las 70 semanas culminan con la última semana
  8. Que las palabras del ángel, “Y después de las Sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías” se refieren al rey Agrippa (Agrippa no fue rey en Jerusalén antes de la última semana, es decir, después de las siete y sesenta y dos semanas, y mucho menos fue el Mesías). 
  9. Los romanos acordaron con los judíos la paz o una tregua por una semana (o siete años); pero al crecer la insurrección, los romanos regresaron al cabo de tres años y destruyeron Jerusalén.
  10. La destrucción de Jerusalén durará hasta el fin de las luchas. Para ellos esto significa el fin de las luchas de su Mesías que matará a Gog y a Magog y conquistará el mundo entero


En resumen, estas serían las mentiras con respceto al tiempo en que aparecería el Mesías, y con respecto, también, a las características del mismo Mesías. 

Calumnias

Entre las calumnias que profieren los judíos a los cristianos se encuentran las siguientes:

  • Jesús era una persona mentalmente deficiente por lo de Levítico 20:18, Moisés indica que un hombre y una mujer no deben acercarse el uno al otro durante el sucio período menstrual. Esto está prohibido a riesgo de pérdida de vida o extremidad; quien sea concebido en momentos como estos resulta en fruto imperfecto y débil, es decir, en niños enfermos, mentalmente deficientes, semilla del diablo, desafiantes, etc
  • Jesús es hijo de prostituta, pues fue concebido de una relación adúltera con un herrero
  • También llaman a María haria, que significa ''estiercolero''

De acuerdo con Lutero, los cristianos nunca han llamado de tal manera a sus hombres y sus mujeres de la misma forma que ellos lo hacen. Todo esto, dice Lutero, es producto de la envidia. 

Consejo

Aunque Lutero rechaza la palabra venganza para responder a las calumnias y vituperaciones de los judíos, el reformador entrega los siguientes consejos:

  • Debemos prender fuego a sus sinagogas o escuelas y enterrar y tapar con suciedad todo lo que no prendamos fuego, para que ningún hombre vuelva a ver de ellos piedra o ceniza
  • Que sus casas sean arrasadas y destruidas. Porque en ellas persiguen los mismos fines que en sus sinagogas
  • Deberían ser alojados bajo un techo o en un granero, como los gitanos. Esto les hará ver que ellos no son los amos en nuestro país, como se jactan, sino que están viviendo en el exilio y cautivos, como incesantemente se lamentan de nosotros ante Dios. 
  • Que sus libros de plegarias y escritos talmúdicos, por medio de los cuales se enseñan la idolatría, las mentiras, maldiciones y blasfemias, les sean quitados
  • Se les prohíba a los rabinos enseñar sobre el dolor de la perdida de la vida o extremidad. Pues con razón han perdido el derecho a tal oficio al tener cautivos a los judíos inocentes con el dicho de Moisés (Deuteronomio 17:10) en el cual les ordena que obedezcan a sus maestros so pena de muerte, aunque Moisés claramente agrega: “cuidarás de hacer según todo lo que te manifiesten de acuerdo con la ley de Jehová tu Dios”. 
  • Que la protección en las carreteras sea abolida completamente para los judíos. No tienen nada que hacer en las afueras de las ciudades dado que no son señores, funcionarios, comerciantes, ni nada por el estilo. Esto a propósito de un adinerado judío está viajando por el país con doce caballos su ambición es convertirse en un Kokhba devorando con sus usuras príncipes, señores, tierras y gente, de modo que los grandes señores ven esto con ojos celosos. 
  • Que se les prohíba la usura, y que se les quite todo el dinero y todas las riquezas en plata y oro, y que luego todo esto sea guardado en lugar seguro. La razón para una medida como esta, como ya se dijo, es que no tienen otro medio de ganarse la vida que no sea la usura, por medio de la cual nos han hurtado y robado todo lo que poseen
  • Recomiendo poner o un mayal o una hacha o una azada o una pala o una rueca o un huso en las manos de judíos y judías jóvenes y fuertes y dejar que coman el pan con el sudor de su rostro, como se le impuso a los hijos de Adán (Gén.3:19). Porque no es apropiado que nosotros, malditos, trabajemos sin descanso en el sudor de nuestros rostros mientras ellos, la santa gente, se pasen las horas haraganeando junto al hogar, dándose festines y expeliendo sus ventosidades, y, como si fuera poco, haciendo alarde con blasfemias de su señoría por encima de los cristianos por medio de nuestro sudor
  • Prohibición de pronunciar el nombre de Dios

Estas son algunas de las recomendaciones y consejos que Lutero les da a los gobernantes y a los ciudadanos cuando vean un judío. Esta reacción es necesaria, de acuerdo con Lutero, porque de no responder, entonces se entendería que los cristianos son cómplices de sus mentiras. 

Lutero pide a las autoridades seculares que si no son capaces de utilizar la fuerza con los judíos, entonces que se les expulse a otro lugar donde dejen a los cristianos tranquilos y ellos puedan decir sus mentiras.
 
Dice Lutero:

''De modo que si nosotros no queremos ser condenados por sus pecados, no podemos tolerar que los judíos blasfemen e injurien públicamente al Dios Padre delante de nuestros propios oídos blasfemando e injuriando a Jesús Nuestro Señor, pues Él dice, “El que me aborrece a mí, aborrece también a mi padre”.''

Ahora bien, ¿son estas recomendaciones útiles para que los judíos no vuelvan a blasfemar? Por supuesto que no, lo seguirán haciendo en secreto. Sin embargo, dice Lutero, ellos ya lo deben estar haciendo en secreto, así que no habría diferencia entre utilizar las recomendaciones, pues lo hacen de todos modos. Como hay que defender la fe, entonces se justifican las recomendaciones. 

Con los judíos, se debe proceder al igual que un médico que trata una gangrena. 

Conclusión

Como ya nos tiene acostumbrado Lutero, las acusaciones a los judíos podrían ser aún más graves que las que hacía a los cristianos. Queda demostrado en este texto el agudo antisemitismo de Martín Lutero, que en mi opinión es absolutamente injustificado, sobre todo sus recomendaciones. Esta es la última obra que veremos de Martín Lutero, para ahora empezar con la Escuela de Salamanca y sus representantes.

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