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lunes, 16 de octubre de 2023

Martín Lutero - Juicio sobre los votos monásticos

 


A partir de ciertos hechos controversiales como el casamiento de unos monjes, Martín Lutero elabora una obra tal que señala una contradicción entre la vida monástica y las Sagradas Escrituras. Sin embargo, Lutero no quiere polemizar con esta obra, pero desafortunadamente tiene el mismo efecto que sus 95 tesis, las cuales tampoco eran ideas para generar una gran polémica, todo lo contrario, el reformador quiere exhortar a que todos los cristianos viven un sacerdocio en su interior. Veamos esta gran obra. 



JUICIO SOBRE LOS VOTOS MONÁSTICOS

Dedicatoria al padre

Este escrito está dedicado al padre de Lutero; Hans Lutero, que nunca estuvo de acuerdo en que Lutero entrara en una orden monástica. Lutero había entrado al monacato agustino, pero luego de sus reflexiones y pensamientos se retira del mismo. Fue escrito en el castillo de Wartburg.

Si hay algo que los papistas consideran algo de admiración es la virginidad y la abstinencia. Sin embargo, la virginidad no es alabada en las Sagradas Escrituras, sino que más bien solo aprobada. Los papistas toman estas dos condiciones como si fueran de orden divino cuando en realidad no lo son. 

El padre de Lutero no quería que entrara a un monasterio, pero contra toda la autoridad de sus padres, Lutero entró de todas maneras. Se arrepiente y señala la importancia de obedecer a los padres, y como los que entran a los monasterios lo hacen con el propósito de escapar de la autoridad de sus padres. 

Naturaleza del voto

Para analizar la naturaleza del voto, Lutero señala que no es importante ver si los votos se deben cumplir, puesto que sí se deben cumplir, pero lo importante es ver cuáles son los votos verdaderamente piadosos, buenos y agradables a Dios.

Votos monásticos

Ahora bien, cuando se hablan de los votos monásticos, son estos los que van en contra de la palabra de Dios. Para Lutero, la castidad es un voto perpetuo de una extraordinaria y muy rara virtud, pues ni siquiera están en el Antiguo Testamento ni tampoco en el Nuevo Testamento. Sí sabemos que Pablo hizo votos y se purificó a sí mismo junto con otros cuatro hombres, pero este fue un voto limitado además de ser un residuo del Antiguo Testamento.

El primero en instituir la vida monástica fue San Antonio quien dijo que para iniciar una vida monástica solo era necesario seguir las Sagradas Escrituras, pero lo que el apoyaba no es nada parecido a lo que existía en tiempos de Lutero. Todos los hombres que vinieron después exageraron las palabras de San Antonio e hicieron todas las actividades a su modo, tomando votos que no tenían nada que ver ni con su vida ni con las Sagradas Escrituras. 

Otro santo que profesaba una vida parecida a la monástica era San Francisco de Asís, quien efectivamente enseñó sobre la castidad. Sin embargo, el santo estableció que se viva libremente sea con la castidad o no, no obligando a tomar una vida monástica necesariamente. No obstante, Lutero nos dice que Francisco sí habría cometido errores, como pensar que lo que dicen las Sagradas Escrituras son solo consejos (como enseñan otras escuelas impías). 

A los monjes franciscanos también se les llamaba ''minoritas''  Estos tienen por costumbre el celibato y no tocar dinero, pero si se les pregunta porqué lo hacen, siendo que Cristo no ordenó ninguna de esas cosas, lo único que pueden decir es que San Francisco lo dictó de ese modo. 

Los votos monásticos van más allá de lo que Cristo indica, que tengan fe. Por eso, al exceder el mandamiento, los votos monásticos deberían estar prohibidos. 

Supuestos fundamentos de los votos

Los votos monásticos tienen dos principios que giran entre los conceptos de consejo y mandamiento. El primero versa sobre los consejos.

La aseveración de que el evangelio no es común a todos, sino que se divide en consejos y mandamientos es la base de su pensamiento. Así, no solo se observan también los consejos y no sólo los mandamientos, los cuales fueron establecidos para el resto del vulgo.
Manejando los mandamientos y los ''consejos'' de esta forma, los monjes creen servir a Dios de una manera mejor que cualquier otro cristiano. Pero en la sentencia de estas ideas está la soberbia de cada uno de ellos. 

"Si hablases en lenguas humanas y angélicas, si repartieses todos tus bienes para dar de comer a los pobres, si entregases tu propio cuerpo para ser quemado, nada eres y nada hiciste si no tienes amor"
(1 Colosenses 13:1-3)

En consecuencia, los monjes no siguen a Cristo sino que siguen lecciones de hombres posteriores que no enseñan las Sagradas Escrituras. Viven en la mentira. 

El segundo principio es la división de la vida cristiana en dos:

  • Perfección: el que vive en el estado de perfección es aquél que con fe ardiente desprecia la muerte, la vida, la gloria y el mundo entero y con ferviente amor se hace siervo de todos.
  • Imperfección: Al pueblo en general le asignan el estado de imperfección

Pero la soberbia de creerse los perfectos, hacen que estos justamente caigan en lo que desagrada a Dios. Se puede practicar la virginidad o castidad, pero siempre que no sea pensada como querer agradar a Dios, pues Dios no lo ha mandado. 

Virginidad

Lo más fundamental en los monjes es la virginidad, que dentro de sus argumentos lo usan como consejo, no como mandamiento. Sin embargo, Lutero nos dice que Cristo ni siquiera enseña esto como consejo; al contrario, antes disuade todo esto. Cuando Cristo hace mención a los eunucos dice:

''El que sea capaz de recibir esta, que lo reciba"
"No todos san capaces de recibir esta"
(Mateo 19:11-12)

Estas frases no invita o incitan a seguir tal vida, sino que simplemente describe un estado de cosas, dice Lutero. Además, si esto es solo un consejo, ¿por qué los monjes se lo toman como si fuera un férreo mandamiento en su vida?

Voto de pobreza

Este es otro de los votos fundamentales en la vida monástica. Sin embargo, Lutero nos dice que esto no ofrece nada más que el cuidado de los bienes exteriores. Los bienes interiores ya son tratados en el bautismo, y la buena administración de los bienes (exteriores) ya está establecida en las Sagradas Escrituras, dejándose para sí aquellos bienes que son necesarios (de los cuales ni siquiera los monjes pueden rechazar). 

Los votos son contrarios a la fe

Una vez que se demuestran que los votos son contrarios a la Palabra de Dios, veamos entonces cómo los votos con contrarios a la fe. Para comenzar con este análisis, Lutero pide que se tenga en consideración el siguiente versículo:

''Todo lo que no proviene de fe, es pecado''
(Romanos 14:23)

De modo que si los votos monásticos no provienen de la fe, son pecados absolutamente. La fe sola, sin las obras, produce la remisión de pecados, la justificación y la buena conciencia; y en cambio, que las obras que siguen a la fe, son frutos del hombre ya justificado, provenientes de la remisión de pecados y la buena conciencia, es decir, de la fe y del amor.

Los votos y las obras votivas son ley y obras, no fe ni productos de la fe. En efecto, ¿Qué es un voto sino una especie de ley? Las propias palabras de nuestros antagonistas lo atestiguan cuando dicen: "Lo que antes del voto era libre y espontáneo, después del voto es obligatorio; y ya no es más un consejo, sino un mandamiento"

Por lo tanto, los que hacen votos en la creencia de que mediante ese género de vida llegan a ser buenos y salvos, y de que así eliminan los pecados y se hacen ricos en buenas obras, son a todas luces impíos y judíos, hombres que apostataron de la fe y hasta blasfeman y reniegan de la fe; pues atribuyen a sus leyes y a sus propias obras lo que en realidad pertenece a la fe sola.

Pablo profetizó:

"En los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios, por la hipocresía de mentirosos"
(1 Timoteo 4:1-2)

Para Lutero, este tipo de vida es superfluo e innecesario. dicen que el hombre puede obtener la gracia y el perdón de los pecados mediante sus propias obras naturales. Es esta, en efecto, la opinión de todos ellos; y con este propósito hacen también sus votos, a saber, para alcanzar con tal género de vida la gracia de Dios, conforme al principio ya enunciado de su mal llamada fe.

En efecto, son los demonios y los espíritus engañadores enseñan que el hombre es justificado y salvado por las obras, y se apartan de la fe al considerar su propia obediencia, pobreza y castidad, no sólo como caminos seguros a la salvación, sino como caminos más perfectos y excelentes que los de los demás fieles, lo que es una mentira evidente y rotunda y un error y un pecado contra la fe. Nada les queda, de hecho, sino la hipocresía y una conciencia cauterizada.

Se puede objetar que la vida de ciertos santos ha sido así, cómo la vida monástica, pero Lutero nos dice que no. Ninguno de los santos llegó a ser bueno con ayuda de la vida monástica, ni pueden ellos aducir ejemplo alguno al respecto. Antes bien, todos llegaron a ser buenos y salvos en Cristo solo mediante la fe.

De hecho, se admira a San Bernardo por su vida monástica, pero Lutero nos dice que antes de su muerte, el santo dijo:

''Eché a perder mi tiempo, porque llevé una vida condenable. Pero una cosa me consuela: que al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios"

"Cristo posee el reino con doble derecho: primero por ser el Hijo, segundo por haber padecido. De este segundo mérito empero él mismo no tenía necesidad alguna, mas me lo ha dado a mí y a todos los creyentes"

Estas son las palabras de San Bernardo, como se puede ver, no pondera para nada el voto de pobreza, obediencia y castidad, antes bien, llama a su propia vida una vida condenable; y en esta fe ha sido guardado y justificado juntamente con todos los santos. 

De acuerdo con Lutero, la única forma de hacer un voto para con Dios es esta:

''Heme aquí, oh Señor, te prometo llevar este género de vida, mas no porque lo considere como camino a la justicia y la salvación, o como una manera de hacer satisfacción por mis pecados. Esta idea, te ruego, apártala de mi mente por tu misericordia; pues esto resultada en vituperio para Cristo, mi Señor, porque significaría negar sus méritos, tener por inmunda su sangre y hacer burla de tu Hijo que es el único a quien corresponde esta gloria de ser el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y que con su sangre lava y justifica a todos los hombres; lejos esté de mí el desechar tan sacrílegamente tu gracia. Todas estas bendiciones las esperaré de él solo, y para su obtención confiaré sólo en él, y de ninguna manera en mí mismo o en alguna otra cosa creada, y mucho menos en mis votos y obras. Mi propósito es éste: ya que debo vivir en la carne y no debo estar ocioso, me dedicaré a esta forma de vida para ejercitar mi cuerpo, para servir a mi prójimo, para meditar en tu palabra, del mismo modo como otro se dedica a la agricultura o a la artesanía, cada cual para tener en qué trabajar, sin ninguna pretensión de méritos o justificación, porque esta justificación debe existir ya antes en la fe, debe permanecer siempre primero y reinar sobre todas las demás cosas, etcétera"


Por lo tanto, queda claro que existen votos que son apóstatas como los monásticos, y otros que son cristianos como lo indica Lutero. 


Votos contrarios a la libertad evangélica

¿Qué es la libertad cristiana?

El voto monástico es enteramente voluntario porque no es necesario para la justicia y la salvación. Entonces ¿por qué se hacen los votos? No podría contestarse a estas preguntas. Por lo demás, el hombre está justificado por la fe y no por las obras.


"Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado"

(Romanos 3:20) 


Pero también se dice:


"Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos"

(Mateo 19)


Es decir, las únicas obras válidas son la de los mandamientos que deben ser acompañadas por la fe. Por la fe no se invalida la ley, sino que se confirma. 

La libertad cristiana o evangélica es, pues, la libertad de la conciencia, por la cual la conciencia es desligada de las obras, no en el sentido de que no haya que hacer obra alguna, sino en el sentido de que no hay que depositar la confianza en obra alguna. Pues la conciencia no es como un poder ejecutivo, sino como un poder judicial, que juzga sobre las obras. 

Cristo libró a la conciencia de las obras, pues que en su evangelio le enseña que no confíe en obra alguna, sino que se aferre y se atenga sólo a la misericordia de él. Y así, la conciencia creyente se basa, con exclusividad absoluta, en las obras de Cristo. 

Por otro lado, Lutero señala que las obras de la ley tienen dos maneras de ser realizadas:

  • Por uno mismo
  • Por Cristo

¿Cómo podemos ver a qué ley pertenecen los votos? Debemos distinguir que estos votos se siguen de dos maneras:

  • Por uno mismo
  • Por Cristo

Por supuesto, los primeros deben ser desechados porque son obras humanas, pero las segundas deben seguirse. Estos se deben guardar gratuitamente, sin la intención de lograr satisfacer con ellos por los pecados, ni para tratar de obtener la justicia y la salvación. Nada de malo hay en tales votos; porque el cristiano tiene plena libertad de observar todas las leyes, ritos y costumbres de todos los hombres y adaptarse a ellos, siempre que no estén en pugna con los mandatos divinos, y siempre que no deposite en ellos la confianza de su conciencia.

Ahora bien, si hay una libertad cristiana, podríamos pensar que un cristiano puede cambiar sin problemas desde el matrimonio al celibato o viceversa cuando quiera. Sin embargo, Lutero nos dice que la libertad cristiana no consiste en la relación que tiene uno con el prójimo, sino que es la que tiene Dios con uno mismo. 

Los votos son contrarios a los mandamientos de Dios 

El monacato no sólo no proviene de Dios (pues no tiene ningún testimonio divino en las Escrituras, ni tampoco hay señal o prodigio alguno por el cual sea ratificado desde lo alto; antes bien queda prohibido y reprobado, como todas las demás tradiciones humanas) sino que está reñido también con la fe cristiana y la libertad evangélica. 

Los votos son contrarios al amor

Cuando hablamos del segundo mandamiento podemos entender que es dirigido a los padres y al amor al prójimo. Sin embargo, los monjes ya no obedecen a los padres cuando están en su monasterio, pues están consagrados a él. Tampoco les interesa el prójimo porque están encerrados en sus propios asuntos. 

Existen algunas historias en las Biografías de los Padres, en que una madre fue a visitar a sus hijos ermitaños, pero estos le cerraron en la puerta provocando el dolor y la indignación en la madre. Muchas historias similares de este tipo existen en las biografías de los padres, y claro, los monjes, cuando dejan el hogar (o el mundo como lo mencionan ellos) citan ciertos pasajes bíblicos:

''Cualquiera que haya dejado casa, o hermanos, etc., recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna"
(Mateo 10:37)

"Oye, hija, y mira, e inclina tu oído; olvida tu pueblo y la casa de tu padre, etc."
(Salmo 45:11)


Lutero no oculta su indignación ante estos usos de las Sagradas Escrituras, y nos dice que los monasterios deberían ser erradicados y abolidos. 

Antes de analizar estos pasajes, Lutero nos habla de los sacrificios, pues los monjes dicen que es mejor obedecer que realizar sacrificios. Por ese motivo, estos no sirven al prójimo o no lo hacen sin la autorización de un superior. En segundo lugar, sostienen que los padres espirituales son de una categoría más alta que los padres carnales, y que por lo tanto es preciso también obedecer antes a los espirituales que a los carnales. En tercer lugar, afirman que no obstante estas restricciones, ellos practican el amor al prójimo, pero ante todo entre los hermanos del convento. 

Estas son las respuestas de Lutero frente a estas reglas:
  • Primero: aquello de que "el obedecer es mejor que los sacrificios" se refiere particular y únicamente a los mandamientos de Dios y está en abierta contradicción con la obediencia monástica; pues el que hace voto de monje, se ofrece a sí mismo en sacrificio a Dios (como lo llaman ellos), pero el Señor dice que para él, ese sacrificio es una abominación si se hace a despecho de la obediencia a su mandamiento. Su mandamiento empero es: obedecer a los padres, y servir al prójimo.


Cuando los monjes presentan estos argumentos se excusan de ayudar al prójimo, y es más, se libran de las obras de misericordias que Cristo exige en el juicio. Lutero nos dice en sus propias palabras:


''En caso de que un monje vea a un hambriento, a un sediento, o desnudo, o vagabundo, a un encarcelado, etc., cuídese bien y no salga de su convento, no visite al enfermo, no consuele al afligido, sino deje ir y perecer lo que pereciere, cierre su corazón aunque pudiese prestar ayuda a su prójimo necesitado, y después diga que no practicó la caridad por no querer presentar un sacrificio en lugar de ser obediente. Y haga lo mismo cuando su padre o su madre comiencen a tener necesidad de sus propias obras, sea para que los sustente o para que les preste otra clase de servicios. ¡Oh inaudita locura! Yo fui en mis años de monje un hombre tosco e ignorante; sin embargo, nada me repugnó tanto como esa crueldad y ese sacrilegio de negar el amor a otro''

  • Segundo: Padres espirituales son aquellos que nos ensenan, ante todo, a obedecer los mandamientos de Dios, sujetarse a los padres, servir al prójimo, así como hicieron los apóstoles en su enseñanza. Ellos empero, por cuanto ensenan preceptos humanos y los suyos propios, contrarios a los divinos, son en efecto padres espirituales, pero según el espíritu engañador al cual se refiere Pablo en sus proféticas palabras de 1 Timoteo 4: 1 al decir: "algunos escucharán a espíritus engañadores". Pero tampoco a los apóstoles habría que hacerles caso, y ni siquiera a los mismos ángeles, si enseñasen algo que no armoniza con la obediencia a los padres y el amor al prójimo. 

Ahora bien, esta regla tendrá que significar, además, que todos los hijos tendríamos que hacer oídos sordos a todo lo que nos digan nuestros padres directos. 

  • Tercero: El amor es algo que se ejerce libre y espontáneamente, no con restricción a determinadas personas; ellos en cambio lo hacen extensivo sólo a los suyos y a sí mismos, descuidando por completo a los demás; tal amor es ficticio y fomenta facciones y odios, como lo vemos en las encarnizadas luchas de un convento contra otro, y de una orden contra la otra. Aquel amor genuino y universal, descrito por el Apóstol en 1 Corintios 13, que ofrece sus servicios a todos por igual, tanto amigos como enemigos: es para ellos cosa prohibida e ilícita. 


Pues como ya se dijo, a un religioso no le es lícito salir del monasterio, visitar enfermos y dedicarse a otros servicios cristianos, ni siquiera cuando existe la necesidad y posibilidad de hacerlo; por el contrario, a despecho de toda sana práctica, se quedan con los brazos cruzados, permitiendo que el mundo entero los colme de bienes a ellos solos; sanos y robustos, devoran el sustento de todos, incluso para gran perjuicio de los que en verdad son pobres. 


La vida monástica es contraria a la razón

Como la razón proviene de la naturaleza, de acuerdo a Lutero, como bien se sabe, no llega a comprender por sí mismo la luz y las obras de Dios, de modo que en materia de proposiciones afirmativas (como ellos dicen) su juicio es falible; en materia de proposiciones negativas en cambio, juzga con acierto. En efecto, la razón no comprende qué es Dios, pero sí comprende con toda claridad y certeza qué no es Dios. Así, pese a que no intuye qué es recto y bueno ante Dios (a saber, la fe), no obstante sabe perfectamente que la incredulidad, el homicidio y la desobediencia son cosas malas.

Ahora bien como la razón no es infalible en las proposiciones afirmativas, la decisión racional de tomar un voto como el del celibato estaría en juego por su falibilidad. Si se hiciese un voto de castidad y luego se da cuenta de que no le es posible cumplirlo  ¿acaso no tienes plena libertad de casarte, y de interpretar tu voto como condicional? ¿Qué podría impedirte proceder de esta forma?

A este razonamiento se podría contraponer lo siguiente:  "Donde las circunstancias imposibilitan la acción material, Dios premia la voluntad del corazón; por tanto aquel devoto de Santiago cumple su voto con la voluntad, aunque no pueda hacerlo con los hechos; de la misma manera también los santos (encarcelados, etc.) cumplen los mandamientos de Dios"

A esto Lutero respondería: ''Tu argumento o no es prueba suficiente, o confirma lo que yo acabo de exponer. No es prueba suficiente, porque tanto el voto como el mandamiento atañen no a la voluntad o a la intención solamente, sino también a la obra misma. El hombre aquel prometió con su voto no la mera voluntad de realizar una peregrinación, sino la acción misma''

Pues que voto sería este: "te prometo con solemne voto retener la voluntad de peregrinar a Santiago"? Así, un mandamiento de Dios obliga necesariamente a realizar la obra. ¿Qué sentido tendría decir: "Te mando querer hacer una cosa"? Esto no es un mandamiento; es una sinrazón. Por ello la clara conclusión es ésta: los votos siempre exceptúan el caso de imposibilidad, así como exceptúan también las obras externas requeridas por los mandamientos de Dios. 

De ahí que tampoco el celibato está comprendido en el voto, al menos en lo que atañe a la obra externa, si resulta imposible guardarlo una vez hecho el voto. Esto tienes que admitirlo sin reparos ni reservas. Pero si donde falta la posibilidad basta la voluntad sola, triunfó entonces mi argumento; porque yo sólo discuto respecto de aquel que quiere cumplir el voto de celibato y no puede hacerlo a causa de la debilidad de la carne; de aquel que hizo frecuentes tentativas y no obstante no logró sujetar la carne ni con ayunos ni con otro esfuerzo alguno, y que contra su voluntad, vencido por el ardor de la sensualidad, sufre a veces efusiones impuras, despierto o durmiendo, a pesar de ser, por lo demás, una persona de vida intachable. 


Por ende, al célibe que le fuere imposible observar el celibato, le  queda el derecho de casarse y anular su voto: aunque confieso que donde existe en rica medida el espíritu que opera la voluntad plena de contenerse, allí sigue también necesariamente la continencia, como bien sabemos que ocurrió con los santos. 

Sin embargo, con toda esta argumentación, si el monacato no es racional ¿por qué Lutero ingresa a la orden agustina?

Lutero y la orden agustina

Lutero entró a la orden agustina donde se decía que donde quiera que uno fuera no debía estar solo. Un día Lutero fue atrapado por unos maleantes y fue tomado prisionero y obligado a permanecer solo ¿Qué debería haber hecho en ese caso? si el voto no exceptúa el caso de imposibilidad, entonces, como no se cumple con el voto, Lutero debió darse muerte, pero como está solo ¿Cómo se le puede matar? La única opción entonces sería anular el voto. Los votos siempre tienen que seguir el Salmo 76:

''Haced promesas y cumplidlas''

(Salmo 76)

Por lo tanto, o el voto tiene fuerza obligatoria sólo hasta el límite de lo posible, o tienes que admitir que nunca jamás hubo monje alguno; pues no hubo ninguno que no se hubiera visto impedido alguna vez de cumplir.

En todo caso, los monjes también tenían votos esenciales y accidentales; estos últimos que consistían en dispensas que los liberaban de cumplir ciertas reglas.  Esenciales fueron declarados estos tres: pobreza, obediencia y castidad. Todo lo demás se les antojó accesorio, y en consecuencia resolvieron que infractores del voto eran solamente aquellos que violaran los esenciales. Tal es el común acuerdo de todos. Pero con esto no se remedia nada. Es una invención humana, completamente inútil para dar tranquilidad y firmeza a la conciencia; antes bien, es un medio eficaz para seducirla.

Examen de los tres votos monásticos

Voto de pobreza

Lutero inicia el examen con el voto de pobreza. 

Ésta tiene dos facetas; una de ellas, espiritual. De la pobreza espiritual habla Cristo en Mateo 5:3, donde dice: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". Esta pobreza en espíritu no puede ser objeto de voto, ya que es común a todos los cristianos. Consiste en ocupar frente a los bienes de esta tierra una posición de libertad espiritual; en usarlos y ser amo de ellos en vez de esclavo, en no estar apegado a ellos; en no confiar ni gloriarse en las riquezas, y en no ser uno de esos "hombres ricos" que menciona el evangelio (Mateo 15:24), mas contra esta pobreza espiritual los monjes pecan de diversa manera: en primer lugar, porque la convierten en un "consejo"; y en segundo lugar, porque la tratan como una exclusividad de ellos solos y se jactan de jurarla con solemne voto. 

Que no son "consejos" lo comprueba el hecho de que Jesús llama "bienaventurados" a los pobres en espíritu, con lo que claramente sindica como condenados a los que no son pobres. La bienaventuranza, en efecto, la suele asignar a aquellos que hacen y guardan las cosas necesarias, como por ejemplo cuando dijo, al censurar a cierta mujer: "Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan" o en otra ocasión: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás" además: "Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis". Igualmente, al decir que "de ellos (de los pobres en espíritu) es el reino de los cielos", da a entender con toda claridad que la servidumbre del infierno pesa sobre aquellos que no son pobres.

Pecado en este voto

En primer lugar encaran el asunto con un criterio impío, considerando consejo lo que es mandamiento, y así al hacer su voto invalidan el mandamiento divino, negándole el carácter de tal. Su segundo pecado consiste en que fingen prometer algo distinto de lo que ya prometieron en el bautismo, y con esta hipocresía revocan o desprecian la promesa bautismal, como si fuese una pequeñez o una nada en comparación con su voto. En todo caso, esta pobreza consiste en prescindir de todo, pero esto no es posible porque siempre se necesitará alimento y vestido. 

También se señala que el voto de pobreza consistiría en no poseer bienes propios o no tener que ver con ellos, pero solamente los niños pueden estar en ese estado al ser irracionales, así como también los enfermos. Lo que buscan con este voto es poder vivir tranquilos y ociosos en una abundancia acumulada y procurada por manos de otros, donde lo que menos hay es necesidad y pobreza.

Voto de obediencia

Hay también dos clases de obediencia: la una es la obediencia evangélica por la cual todos estamos sujetos unos a otros; ésta la prometemos ya en el bautismo, y si hiciésemos votos de ella por segunda vez, tal cosa no sería sino hipocresía y burla. La otra es la obediencia corporal, contraria a la obediencia evangélica.

Sin embargo, puede decirse que es la obediencia propia de esposas, hijos, siervos, cautivos y de todos aquellos que por alguna obligación (necessitateestán subordinados a otro; porque la obediencia evangélica es una obediencia libre y espontánea hacia una persona cuyo derecho de superioridad radica sólo y únicamente en el hecho de que Dios quiso que nos sujetemos a ciertas personas a quienes no debemos obediencia por derecho alguno. 

También en este punto los monjes yerran con la misma insensatez con que yerran en lo relativo a la pobreza: en primer lugar, porque convierten la obediencia en consejo, y en segundo lugar, porque la consideran una exclusividad de ellos solos. Por esto, al hacer voto de obediencia, niegan con toda alevosía que aquélla sea un mandamiento de Dios, y además condenan en forma sacrílega el voto hecho en su bautismo, aparentando prometer algo distinto y mayor de lo que habían prometido en el bautismo.

Con su obediencia, los monjes quieren darse una categoría especial y ocupar un rango más elevado que el establecido por el evangelio, más elevado también que el de los demás hombres. Ellos solos quieren ser las novias y esposas de la Divina Majestad y convierten a ésta en un Baal, esto es, en un ''marido'', que les pertenece a ellos y a quien ellos a su vez pertenecen, siendo una carne y un espíritu con él; a los demás hombres, en cambio, los consideran como siervos de la casa, jornaleros y concubinas. 

Voto de castidad

Este puede ser uno de los votos más evidentes y genuinos porque no tiene parcialidades. A primera vista, pareciera ser que la castidad no tiene una simulación posible como sí lo tiene el voto de pobreza y el voto de obediencia. 

Sin embargo, de acuerdo a Lutero la castidad no añade nada al buen cristiano. Recordemos que para Lutero lo único importante para ser salvo es tener fe. En verdad, este es un voto absolutamente innecesario porque la castidad depende de la libertad de cada quien, no de un voto. 

Ahora bien, a Lutero se le podría contraponer el siguiente versículo:

''A los eunucos que guarden mis días de reposo, y escojan lo que yo quiero, y abracen mi pacto, yo les daré lugar en mi casa y dentro de mis muros, y nombre mejor que el de hijos e hijas; nombre perpetuo les daré, que nunca perecerá''

(Isaías 56:4)

Martín Lutero nos dice que este pasaje es de consolación a los eunucos, es decir, consolación de señalarles que no piensen que son nada por no tener hijos. Por cierto, Cristo no mandó ni aconsejó ni aprobó la castidad, sino que entró subrepticiamente por la ligereza censurable y la ignorancia de los hombres.

Ahora bien, ¿qué promete un célibe que hace voto de castidad? Promete algo que de ninguna manera está en su poder ni puede estarlo, puesto que se trata exclusivamente de un don de Dios que el hombre puede recibir, pero no ofrecer. Esto quiere decir que con su voto, el célibe se burla de Dios, exactamente como si jurase hacerse obispo, apóstol, príncipe o rey, aun sabiendo que nada de esto está en el poder de él. El voto depende del arbitrio de otro y de la autoridad del que extiende el llamado. Imagínate por ejemplo, que un loco hiciese a Dios un voto de este tipo: "Te prometo y juro, Señor hacer nuevas estrellas o trasladar montes". ¿Qué opinarías de un voto tal? 

Sin embargo, en nada difiere de esto el voto de castidad; pues la castidad no es menos una obra milagrosa de Dios que el hacer estrellas y trasladar montes. Entonces, puesto que Dios ordena que quien promete u ofrece algo, lo ofrezca de sus propios bienes y de los dones que le han sido dados por la bendición del Señor (como lo expresan todos los pasajes de la ley mosaica que se refieren al voto), es evidente que el voto de castidad no puede agradar a Dios ni ser exigido por él, ya que se hace respecto de una cosa que aún no ha sido dada y que tampoco depende de nuestra facultad. Pues si tiene validez un voto respecto de cosas no nuestras, sino puestas en manos de Dios, podríamos también hacer votos respecto de todas las cosas que Dios tiene y puede hacer, y todos éstos serían lícitos y agradables al Señor.

En cambio, si todo esto carece de valor, tampoco tendrá valor precisamente aquel voto de castidad. Podrías por lo tanto hacer votos de ser salvo con absoluta certeza, o de ilegal a ser igual a San Pedro, o de asolar el imperio otomano, o de vivir tantos años como Matusalén, en fin, podrías hacer votos respecto de todo lo que Dios hace o puede hacer entre los hombres. 

Cuando se hace voto de virginidad o castidad, ¿acaso está Dios ahí presente y la entrega como voto, la promete y ofrece? ¿Cuándo, en efecto, prometió dártela? ¿y de dónde sacas la seguridad de que te la concederá? ¿No es que te haces presente tú solo, sin la cosa misma que prometes? ¿No estás tú solo, el que hace promesa, sin que haya quien te responda y acepte tu promesa? ¿Y por qué habría de aceptarla, si es una promesa vana y tonta, si prometes algo que no tienes?


Lo que dice San Pablo sobre las viudas

Existe un pasaje en la biblia por el cual se podría pensar que las Sagradas Escrituras están a favor de los votos:

"Cuando, impulsadas por sus deseos, se rebelan contra Cristo, quieren casarse, incurriendo así en condenación, por haber quebrantado su primera fe"

(1 Timoteo 5:11)


San Agustín interpreta este pasaje para formular su célebre sentencia de que "las monjas incurren en un acto condenable no sólo si se casan, sino también si abrigan el deseo de casarse".

Sin embargo, Lutero dice que será mejor tomar las mismas palabras de Pablo, y así se refutaría la misma autoridad de San Agustín. 

En primer lugar, es del todo evidente que Pablo no habla para nada de una práctica como la del voto, puesto que la iglesia primitiva jamás conoció tal género de votos; sino que habla de viudas que eran mantenidas con fondos de la congregación y atendidas por los diáconos, de lo cual tenemos un ejemplo en Hechos.

Para nada habla Pablo allí de religiosos, ni de vírgenes, sino que se refiere a las viudas pobres para las cuales la ley de Moisés reclama encarecidamente el cuidado de la comunidad. En efecto, en el mismo capítulo Pablo decreta que las viudas con familiares en condiciones de mantenerlas no deberán ser mantenidas con fondos de la congregación.

La palabra "fe" no puede tener aquí el significado de "voto", puesto que aquellas mujeres no habían hecho voto de viudez, no hay tampoco texto bíblico alguno donde fe signifique voto. Antes bien, esa fe es la fe en Cristo que ellas, para poder casarse con tanto mayor seguridad, habían negado, recayendo en el judaísmo o en el paganismo, como queda demostrado claramente por las circunstancias y consecuencias. La "primera fe" es la fe cristiana, de la cual en la iglesia primitiva muchos apostataron cuando esa fe era aún muy reciente.


Conclusión

El monacato siempre ha parecido ser el lugar de hombres que mantienen con rigor la palabra de Dios, en comparación al resto de las personas. Sin embargo, Lutero nos lleva a pensar que en verdad, los votos monásticos no tienen nada de cumplimiento con respecto a las Sagradas Escrituras, es más, son contrarias. Sin duda que esto generará una gran reacción en el mundo cristiano e incluso, algunos abandonarán sus votos...

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