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viernes, 3 de agosto de 2018

Pedro Abelardo - Ética, conócete a ti mismo (Capítulos I -X) (1141).

¿Se les hace conocida esa frase ''conócete a tí mismo''? en efecto, es la frase que Sócrates utiliza en el libro ''Apología de Sócrates'' de Platón. ¿Qué nos quiere decir Pedro Abelardo con el título de este libro? Sabemos que Sócrates fue uno de los referentes morales de la filosofía antigua y no sería extraño que cualquier filósofo posterior utilizara dicha referencia. Sin embargo, es posible que Pedro Abelardo nos muestre algo totalmente distinto a lo que pensamos. Veamos de qué se trata.

Referencia:

(1) Aunque la ira es considerada pecado capital.
(2) Alusión a la Santísima Trinidad.

Ética, conócete a ti mismo


Capítulo I: Vicios y costumbres

Vicios y virtudes

Se tienen los vicios y virtudes como aquellas actitudes que afectan de una u otra manera el alma. Sin embargo, hay vicios y virtudes que ciertamente no afectan las costumbres; la estupidez, la inteligencia, la rapidez, etc.

Los vicios que nos hacen realmente mal son aquellos que nos disponen a cometer el mal. El conocimiento no hace que el individuo sea objeto de juicio o de elogio, pues lo que realmente lo pone en tela de juicio es el vicio que lo dispone a actuar mal. 


Capítulo II: Cómo se entiende el mal en el hombre

Los vicios del alma no se relacionan con el pecado, es decir, si el vicio del alma lleva al hombre a cometer algún mal, entonces es ahí cuando se vuelve mal. En otras palabras, el bien y el mal están subordinados por la voluntad

Por ejemplo, ser iracundo no sería un pecado en el sentido que no por ser iracundo voy a hacer el mal. Lo que sí, la ira sería un vicio del alma más que un pecado(1). El vicio puede estar presente en el hombre aunque no se de la acción y estos están ahí para que el hombre luche contra ellos en el mérito.

Capítulo III: ¿Qué es un vicio del alma y qué es un pecado?

Vicio

Es todo aquello que nos hace propensos a pecar, lo que nos inclina o nos motiva para cometer un pecado. 

En este sentido a Dios no se le puede hacer daño (ya que es inmortal) y mucho menos por algo que se infiere, como sería el vicio. El único daño que podría hacerse a Dios sería despreciandolo; por lo tanto, nuestro pecado nace cuando se hace desprecio del creador.

Pecado

Verdaderamente, el pecado carece de sustancia pues todo lo que se relaciona con él tiene que ver con el ''no hacer'' o ''dejar de hacer'', frases que connotan vacío. No obstante, no por esto el pecado es un ''no-ser'' porque al pecado lo apoya una voluntad. Pero naturalmente, la virtud se relaciona con el ser y el pecado con el no-ser.

Por otro lado, es posible que el hombre pueda pecar sin tener la intención de hacerlo. En ese caso, de manera interna, el hombre no tendría culpabilidad sobre aquello que realizó pero no estimó. Así, una cosa es la acción y otra cosa es el consentimiento de esa acción.

Abelardo expone el ejemplo de un amo y su criado, donde el amo lo persigue con una espada para matarlo. En el acto, el criado saca otra espada y mata a su amo ¿podemos hablar de una mala voluntad si el criado estaba defendiendo su vida?

Ahora, el criado ha cometido un delito y por eso debe pagar. Será aún mejor que el criado escape de la muerte que le quería dar su amo. Como dicen las Sagradas Escrituras:


''El que mata a espada a espada morirá''
(Mateo 26:52)

Como hemos dicho reiteradamente, solo la acción consentida por medio de la voluntad sería el pecado.

Delectación carnal

Se dice que la delectación carnal es un pecado, pues el hombre es pecador desde un principio como sostiene el cristianismo. La mancha del pecado de Adán nos hace cargar con una pena, pero no con una culpa. 

No habría culpa en desear a la mujer con la que uno es casado, ya que es un consentimiento entre los dos el fornicar si lo quisiesen. El mismo apóstol dice:

''Volved a estar juntos... lo que digo es una concesión no un mandato''

El apóstol quiere decir que la pareja vuelva a estar junta y cuando dice ''concesión'' quiere decir a que pueden volver a una vida más relajada, es decir, tienen permiso para fornicar si lo desean.

Sin embargo, podría pensarse lo contrario cuando en la biblia dice:

''Todo el que mira a una mujer ya cometió adulterio con ella en su corazón'' 
(Deuteronomio 5:17)

Lo que quiere decir realmente es que si el hombre pasa del deseo al acto del adulterio, entonces si es condenado al pecado. Lo que se condena es el consentimiento, no el pensamiento de querer a dicha mujer, que de hecho, es algo que está en el hombre ya que este lleva la mancha del pecado. En otras palabras, la ''culpa'' (o carga) del pecado hace que el hombre piense en fornicar con una mujer, pero su consentimiento es otra cosa. 

De acuerdo con Abelardo, la culpa del pecado no se puede prohibir porque es connatural al ser humano. Todos los mandamientos como ''no robarás'', ''no matarás'' no son más que las prohibiciones del consentimiento de robar y de matar.

Alejándose un poco del lado religioso, Abelardo nos dice que la simple orden de ''no hagas esto'', ''no hagas aquello'' en realidad es el lo mismo que decir ''no consientas en hacer esto'', ''no consientas en hacer aquello''. Dios no juzga lo que se hace sino más bien la intención con la que se hace. 

Sin embargo, podría decirse, ¿cuando se hace el mal es que Dios quiere que se haga el mal? La respuesta es no, pues Dios siempre quiere que las cosas tiendan al bien, prohibiendo lo que se hace o permitiendo lo que no se hace pero siempre para un bien justo. 

Para resumir los puntos hechos aquí por Abelardo haremos los siguientes punteos:


  • Pecar es el consentimiento de una mala acción.
  • Llevar a cabo el pecado es determinar una acción concreta.
  • El pecado se formaliza de tres maneras: sugestión, tentación, delectación y consentimiento.

Una cosa es pensar en pecar y otra es realizar el pecado que es lo más perverso. 

Capítulo IV: Los demonios

La sugestión del pecado no solo proviene de los hombres sino que también de los demonios. Estos, con el permiso de Dios, tientan a los hombres y los llevan por el camino del pecado. De alguna manera, los demonios serían para Abelardo como el demiurgo de Platón en su obra el Timeo, es decir, los demonios serían comunicadores, o enviados por alguien para hacer el mal. 

Capítulo V: Las obras del pecado

Es fácil pensar que lo que dice Abelardo es extraño. Si una persona piensa en pecar no es condenable. Está bien, pero eso no disminuye la culpabilidad en su interior. Sin embargo, ¿qué culpa debiera tener si la acción no ha sido realizada? 

Para aclarar esto pongamos el siguiente ejemplo. 

Una mujer pobre con harapos da pecho a su bebé pero lo aplasta tanto que lo asfixia dándole la muerte. 

¿Deberíamos culparla? si fue accidente no deberíamos, pero si fuera a propósito sí. Dios no tiene para qué investigar el interior de los seres humanos, pues el ya lo sabe. Es aún más meritorio, que los hombres, pensando en el pecado, se abstengan de ello y no realicen la acción. 

En esta parte Abelardo cita al mismo San Agustín de Hipona diciendo:

''Ama y haz lo que quieras''

Queriendo decir que mientras no exista ninguna mala intención, de nada tiene que preocuparse el hombre justo.

Capítulo VI: Pecados espirituales y carnales

Existen pecados espirituales y carnales, pero estos últimos pertenecen más bien a la sensación de la carne al pecar. Naturalmente, los pecados más graves existen en el espíritu, pues es el espíritu el que tiene conocimiento del pecado. 

Capítulo VII: Sentido de la frase ''el que escruta los riñones y el corazón''

Esta frase quiere significar que es Dios quien conoce todo lo que nos sucede adentro, todo lo que pensamos. Los hombres siempre piensan que las frases de Dios se refieren a las acciones del pecado, pero no es así. La acción en sí no es lo que importa, sino más bien el consentimiento de esta. 

Dios no mide el resultado de la obra, no mide las acciones. De eso solo se encarga el ser humano porque Dios se preocupa de la intención que tuvo aquel hombre.

Capítulo VIII y IX: Las obras externas y Dios

Como ya ha quedado establecido que las obras son tomadas por su intención y no por sí mismas, también conviene saber si la multitud de obras buenas nos hará mejores. La respuesta es no, porque la suma de las obras no otorga ningún mérito. Solo la compañía de Dios en aquellas obras es lo verdaderamente importante. 

A Dios no se le puede sumar nada, más al hombre sí ya que el es finito. Nada puede ser mejor a Dios, mientras que el hombre necesita ser más bondadoso cada vez(2)


Capítulo X: Los tipos de bienes

Abelardo nos dice que la multitud de bienes no es mejor que un solo bien. No podemos contar el bien así como tampoco podemos contar la simplicidad, pues todo lo que es simple es incontable y los bienes son simples.

Conclusión

Es justamente en estos 10 primeros capítulos donde podemos ver la voluntad kantiana que tanto énfasis hacíamos en la biografía de Abelardo. Es increíble como la influencia de San Agustín sigue recayendo en el mundo cristiano posterior, a 700 años de su muerte. Lo que no nos puede quedar más claro, es que como dice el viejo dicho ''la intención es lo que vale'' mucho más que la acción realizada. 

1 comentario:

  1. Luis Manteiga Pousa18 de febrero de 2023, 13:15

    Conocerse a uno mismo. No es cosa fácil esa. No se hasta que punto es posible. No se hasta que punto es conveniente. Y además está el tema de los cambios. No se...

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