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viernes, 23 de diciembre de 2016

San Agustín de Hipona - La dimensión del alma (388).

¿De verdad podemos hablar sobre la medida que tiene el alma? Ya habíamos visto con Aristóteles que si el alma tiene alguna medida, entonces podría destruirse con el cuerpo sin más remedio. Sin embargo, ¿cómo podrá sostener San Agustín de Hipona lo de Aristóteles si ya ha probado que el alma es inmortal? Sin duda es un tema complicado determinar las medidas del alma ¿o será que no tiene medida y ese es el tema de ahora? No especulemos más y veamos el concepto del alma de San Agustín de Hipona.

La dimensión del alma


Capítulo I: Origen del alma


Agustín conversa aquí con su gran amigo Evodio quien tiene muchas cosas que objetar y que preguntar sobre el alma. 

Las primeras cuestiones que discuten es sobre el origen del alma ¿de dónde proviene ésta? la respuesta es fácil para Agustín pues proviene de Dios, lo difícil es determinar la sustancia del alma que no está hecha de ninguna sustancia corporal. No puede estar construida de agua, ni de fuego, ni de tierra ni de aire, porque estos son los elementos de todas las cosas; por otro lado, Agustín reconoce que tampoco puede explicar el origen de cada uno de los elementos. 

En resumen, el hombre está hecho de cuerpo y alma; el cuerpo está hecho de los cuatro elementos, pero el alma no sabemos de qué está hecho. Evodio se sorprende pues le pregunta ¿cómo es posible que no sepas si me acabas decir que de Dios? No es contradicción decir que todo lo superior forma a lo inferior, pero no podría decirse cuál es exactamente dicha sustancia. 

Capítulo II: Naturaleza del alma

Según San Agustín, el alma tiene la misma naturaleza de Dios, pero si tiene la misma naturaleza ¿cómo puede ser el alma semejante a Dios si el alma fue creada y Dios no? San Agustín responde que si acaso para Dios hay algo imposible crear algo semejante a sí mismo como es el alma. Evodio nos dice que si fuera así, si el alma fuera creación de Dios y es inmortal, entonces si el hombre es creación de Dios también éste debiera ser inmortal.

Sin embargo, Agustín le dice que esa es la imagen que él tiene del cuerpo que obviamente no es inmortal. Nuestra imagen del cuerpo no es exactamente el cuerpo mismo, así como la imagen que tenemos del alma tampoco es exactamente la misma alma. 

Capítulo III: Dimensión del alma

Evodio con mucha razón le pregunta a San Agustín cuáles son las medidas del alma. Agustín responde que esto es imposible establecerlo, no porque no sea posible, sino porque el concepto de medida pertenece a las cosas corpóreas. Decimos que el alma tiene medidas porque estamos acostumbrados a hablar así de los cuerpos (creyendo que el alma es un cuerpo también).

Agustín nos asegura que el alma no es ancha ni larga ni mediana ni pequeña. Es difícil imaginar algo sin magnitud, pero Agustín le dice a Evodio que será capaz de explicar por qué el alma no tiene magnitud pero que al mismo tiempo es algo.  

Capítulo IV: El alma, aunque no tenga dimensiones, es algo

Los dos se encuentran frente a un árbol y Agustín le pregunta si este árbol es algo, a lo que naturalmente Evodio responde que sí. Luego, ¿será la justicia mejor que éste árbol? Evodio responde que por supuesto que sí, y sin embargo la justicia no se puede ver ni tocar y no obstante, tampoco podemos decir que la justicia es nada. 

¿Es ancha la justicia? ¿es larga o pequeña? a estas preguntas Evodio responde que no. Por lo tanto, la justicia es algo y además no tiene ningún tipo de dimensión. ¿Se podrá aplicar la misma característica al alma?

Capítulo V: El alma tiene fuerza infinita

Sin duda que el alma está en el cuerpo ¿pero cómo está? ¿acaso estará dentro del cuerpo como agua dentro de una vasija? ¿O estará envolviendo al cuerpo desde el exterior? Evodio nos dice que desde el exterior, pues es por esa razón que podemos sentir el aire y todas las cosas externas. 

Mas ¿será esto posible? San Agustín le dice si la memoria se encuentra en un cuerpo o se encuentra en el alma, a lo que Evodio dice que se encuentra en el alma. ¿Por qué? porque nada puede recordarse con el sólo cuerpo, quizás podamos ver un lugar, pero una vez que este lugar desaparece de la visión, lo único que nos queda es recordarlo. ¿Cómo es posible que podamos recordar el color, la distancia y la longitud de los lugares? Es porque dichos lugares los miramos con los ojos del alma y no son los del cuerpo; por lo tanto, como dicha memoria se encuentra en el interior. Por lo tanto, el alma se encuentra en el interior del cuerpo. 

A San Agustín le surge una duda ¿cómo es que el alma puede recordar cosas mucho mayores al cuerpo? ¿Dónde el alma retiene esas imágenes que son más grandes que la propia extensión del cuerpo? ¿Acaso hay una inmensidad en el cuerpo que es más grande que él que puede abarcar todas las cosas? Evodio queda sin respuesta para estas preguntas, y no le queda más que asumir que el alma no tiene extensión ni medida ni dimensiones. Su fuerza es totalmente infinita e insuperable. 

Capítulo VI: La longitud pura y simple

Todos los seres humanos podemos inteligir las medidas y dimensiones. Pero cuando nosotros hacemos esta acción no lo hacemos con el cuerpo, sino más bien con el alma. El cuerpo no puede conocer o concebir ninguna medida si no que el alma lo hace. 

Por lo tanto, la medida de todas las extensiones las tenemos en el alma y no en el cuerpo. 


Capítulo VII: Autoridad y razón

El camino más fácil para comprender las cosas es por medio de la autoridad, porque es fácil acatar la autoridad sin hacer ningún esfuerzo por comprenderla. El camino de la razón es más trabajoso y representa el esfuerzo máximo del hombre por comprender las cosas que le rodean. 

Por supuesto, hay personas ignorantes que se verán en la entera necesidad de ser guiados por alguien y es ahí cuando la autoridad cobra un valor importante. Todo eso es válido con la condición de que su propio camino lo emprenda por manos de la razón. 

Capítulo VIII y IX: Las figuras perfectas

La forma primera de construir una figura geométrica es con tres líneas. Estas formarán como es esperado tres ángulos que al mismo tiempo serán todos iguales. Ninguno de estos ángulos pueden ser desiguales y si lo fueran no podría existir. 

Ahora con cuatro líneas se puede hacer también una igualdad perfecta en líneas y en ángulos. Por tanto, esta figura de cuatro líneas sería aún más perfecta que aquella figura con solo tres líneas. No obstante, Evodio le dice que es posible que estos ángulos puedan ser desiguales, pues de un cuadrado se pueden hacer dos ángulos agudos (menos de 90º) como dos obtusos (más de 90º). 

En este figura geométrica puede verse claramente la equidad, la igualdad y por lo tanto la justicia. En la figura triangular (tres líneas) podemos ver la igualdad sin contrarios porque no admite otros ángulos, mientras que la figura cuadrangular (cuatro líneas) tiene igualdad de contrarios a causa de los ángulos distintos. 

En resumen, la justicia puede verse en sí misma como la primer figura, y también cuando se quiere ver cierto tipo de desigualdad como en la cuarta figura. 


Capítulo X y XI: La figura que no se divide


De acuerdo con la conversación, Agustín y Evodio dicen que la máxima figura será aquella que no puede ser dividida. ¿Cómo es alguna que no puede ser dividida? el círculo no tiene partes y no tiene fin. Lo que no tiene fin es indivisible y por lo tanto la figura perfecta es el círculo. 

Ahora, se podría decir que el círculo puede dividirse con un radio y un diámetro, pero no son las líneas lo que hace que el círculo sea eterno, sino que más bien su centro. 

Capítulo XII: La importancia del punto

Y el centro del círculo es el punto. Es ahí donde empiezan y terminan las líneas y no admite de ningún modo la división (por eso es que ahí terminan las líneas). Si el punto es el comienzo de las líneas, entonces también será el comienzo de la latitud, la longitud y la altura, pues estas son incomprensibles sin la construcción de líneas. 

Capítulo XIII y XIV: El alma y lo incorpóreo

Es imposible notar el punto con los ojos de la carne, pues es una estructura inteligible que sólo se ve con los ojos del alma. El alma tiene sustancia propia, y dicha sustancia la otorgó Dios para que el alma sea sólo alma y no algo más. Lo mismo hizo con todos los elementos corpóreos, que no deben ser más que elementos corpóreos. 

Evodio le pide por favor una definición de alma, y San Agustín le dice lo siguiente:


''Es una sustancia dotada de razón destinada a regir el cuerpo''

Como habíamos dicho anteriormente, el alma carece de medición y de todas las características con que se le puede describir como si fuera un cuerpo. En cierto modo, el alma sería como un punto. Si lo podemos comparar, podríamos decir que el cuerpo es una línea, y el alma es el punto de esa línea y así podríamos decir que el cuerpo empieza desde el alma.

Capítulo XV y XVI: El alma no crece con el cuerpo

Concepción aristotélica

Esta era una duda que Aristóteles ya tenía en sus tratados acerca del alma. Según el estagirita, el alma tiene facultades nutritivas, discursivas, móviles y sensitivas. Esto significa que el alma, para Aristóteles, es muy similar al cuerpo porque es la que crece junto con el cuerpo, así como también se encarga de todas las otras facultades del cuerpo. Por último, recordemos que Aristóteles creía que el alma perecía con el cuerpo y no sobrevivía. 

Para Evodio es natural pensar como Aristóteles y decir que el alma crece junto al cuerpo, al ser evidente que el cuerpo se extiende a medida que se alimenta. Así es muy claro que la razón crece a medida de que el hombre crece, pues cada vez se vuelve más inteligente. 

Respuesta de San Agustín 

San Agustín nos dice que se debe diferenciar entre las cosas que son mejores y mayores. Por supuesto, lo mejor siempre será mejor que lo mayor, pues una cosa es que el hombre sea mayor pero lo más sublime es que sea mejor. El cuerpo lo único que puede hacer es crecer y nada más, pues la parte inteligible pertenece al alma. Por lo tanto, el cuerpo siempre se hace mayor y por otro lado, el alma es la que se hace mejor. ¿Cómo es que el alma se hace mejor? se hace mejor siempre por medio de la virtud, mientras el cuerpo se hace mayor por medio de la alimentación. 

Evodio objeta a Agustín que para que el alma tenga virtud necesitará razón y la razón se logra con tiempo. Si bien no crece como dijo Agustín sino que se hace mejor ¿cómo es entonces que necesita la extensión del tiempo? De alguna manera, se puede decir que mientras más razón tenga el alma, más grande es (no en el sentido del cuerpo sino que en el sentido inteligible) mientras tenga virtud. Por lo tanto, si bien no hay una ''medida'' corporal, sí hay una especie de extensión en el alma. 

Capítulo XVII: Crecimiento metafórico

Agustín dice que no tanto por el tiempo es que logramos la ''magnitud'' del alma. Con razón vemos gente que es mucho menos inteligente que otra, a pesar de tener mucha más edad y además ser mucho mayores. Los niños son generalmente más sagaces que los abuelos; por lo tanto, no es que se haga mejor con el tiempo. Dicho ''crecimiento'' de la razón se debe a que las personas se hacen mejores sin importar la edad. 

Por lo demás, cuando hablamos de que alguien es justo, ¿quiere decir que ese alguien tiene alguna magnitud por ser justo? No realmente. El crecimiento del alma se debe entender metafóricamente para que el concepto entre en nuestro intelecto. 

Capítulo XVIII y XIX: La facultad de hablar en los niños

Terminando el tema del crecimiento del alma, Evodio le pregunta ¿cómo es que los niños pueden desarrollar un lenguaje y hablarlo? La pregunta en sí es muy fácil para Agustín diciendo que los niños hablan el lenguaje que les es facilitado por los adultos. 

Así es que San Agustín conoció a un joven en Milán que sólo podía comunicarse en lenguaje de señas (era un sordomudo). Evodio al principio nos decía que sería difícil pensar que un niño en cuyo ambiente crece sin oír palabras sería inimaginable. Sin embargo, el mismo joven sordomudo creció sin oír ninguna palabra de sus padres. 

El aprendizaje innato y adquirido

Ahora, si los padres de un niño con audición normal fueran sordomudos y además fueran alejados de la sociedad, viviendo solamente los tres ¿qué aprendería el niño? seguramente aprendería los ademanes de los padres para comunicarse. Todo lo que es aprendido se considera arte, por lo tanto si el niño aprende las gesticulaciones de los padres, entonces se desarrolló un arte. 

Sin embargo, si esto es así, entonces el niño no aprendió las cosas mediante el alma sino que al arte. Por lo tanto, se formaría una contradicción porque es del alma que aprendemos y no por un arte. Para solucionar esto, Agustín le dice a Evodio que existen dos tipos de aprendizajes: el que se aprende por otras personas (adquirido) y el que se aprende por observación (innato). 

Crecimiento y decrecimiento del alma

Nuevamente, Agustín nos dice que debemos mirar este crecimiento o decrecimiento de manera metafórica y no literal. Cuando el alma recibe virtudes es cuando cree, y cuando recibe vicios es cuando decrece, obviamente, debido a su inmortalidad no puede perecer. Sin embargo, sí puede verse vista en la más ignominiosa de las situaciones. 

Capítulo XX y XXI: Las fuerzas y el crecimiento del alma

Evodio trae otra duda razonable a Agustín. El alma habíamos dicho que es la que comanda al cuerpo y es capaz de ordenarle a su antojo. Por lo tanto, podemos pensar que las acciones que realizan los niños con conducidas por el alma y por la fuerza que ésta ejerza sobre los cuerpos. No obstante ¿qué pasa con los abuelos que ya tienen sus fuerzas gastadas? ¿acaso las fuerzas del alma ya no son las mismas? 

Agustín responde a estas dudas diciendo que todas las fuerzas tienen un fin. A medida que vamos envejeciendo, vamos prefiriendo otras actividades que no tienen que ver tanto con la fuerza bruta, sino más bien con el intelecto. Otros también dedican sus fuerzas a otro tipo de ejercicios. Agustín nos dice que un luchador olímpico se cansa mucho más rápido de andar que un mercader. Siempre las cosas que tienen relación con las fuerzas deben contextualizarse debidamente. 

Capítulo XXII: Origen de las fuerzas del cuerpo

Todo cuerpo tiene un peso determinado de acuerdo con la contextura del mismo. Los cuerpos con más peso tendrán siempre más fuerza que los pequeños, pero el origen de dicha fuerza no está en realidad en los pesos de los cuerpos. Ésta se encuentra en el alma y más principalmente en la voluntad de la misma. 

En cuanto a los términos de crecimiento, si el alma creciera paralelamente al cuerpo, entonces cuando pierde fuerzas también perderá virtud y razón lo cual es ridículo. 

Capítulo XIII: El sentir del alma

¿Sé podrá ver todo lo que los ojos sienten? Es más, los ojos pueden sentir cuando al cuerpo se le está golpeando o tocando? En efecto, los ojos no pueden ver donde están ni pueden ver lo que tienen, puesto que la vista está proyectada hacia afuera. 

Así, los ojos experimentan donde no están, todo lo que no está en ellos, lo pueden ver. Esto prueba que aunque el alma pueda sentir igual que el cuerpo, no por eso es sensible ni y tampoco tiene la extensión del cuerpo, ya que la sensación es algo exterior. 

Capítulo XIV y XV: Definición de sensación

¿Podremos conocer todo lo que vemos? Parece una respuesta obvia, pues cuando vemos humo sabemos que proviene del fuego, aunque no veamos dicho fuego. Es así que puede diferenciarse el ver del conocer. 

En efecto, todos sabemos que envejecemos, pero nadie lo siente en verdad; sin embargo, al alma no se la puede engañar y puede notar que el cuerpo está viejo. 

El concepto y la definición de sensación

La definición de una palabra es siempre proporcional a lo justo; por ejemplo, decir ''Todo hombre es animal mortal'' es una definición defectuosa al pretender tener más de lo que debería, pues no todo animal mortal es hombre (de ser así tendríamos que decir que el hombre es también bestia lo cual es ridículo). Por otro lado, también podría career diciendo que todo hombre es gramático porque no todos los hombres pueden ser gramáticos. Así, la definición siempre debe ser justa. Entonces la definición quedaría así: ''Todo animal racional mortal es hombre''. 

¿Cómo podríamos definir la sensación entonces? Podría ser de la siguiente manera: ''Toda experiencia del cuerpo percibida por el alma es sensación''. 

Capítulo XXVI y XXVII: Ciencia y razón

La ciencia se dice que es un medio para llegar a la razón; sin embargo, ¿se puede llegar a la razón sin razón? Si decimos que con la ciencia llegamos a la razón, entonces decimos que no hay razón en la ciencia.  Esto trae un problema al ver si la ciencia se encuentra en los animales por lo cual tenemos dos opciones:

''Sólo hay ciencia con razón''
''Hay ciencia sin utilizar la razón''

Evodio queda un tanto confundido, pero cree más verosímil la segunda proposición que le da a elegir a Agustín.

Razon y raciocinio

Evodio sostiene una tesis refutable que sería decir que la ciencia es algo que ya se conoce; por lo tanto, al hombre que tiene ciencia sólo le falta encontrar la razón. ¿Pero qué pasa cuando el hombre pasa de lo conocido a lo desconocido? ¿cómo llega a la razón si todavía necesita de ella para lograrla?

A estas preguntas, Agustín le dice a Evodio que hay algo en nosotros que nos hace reproducir la ciencia y llegar a la razón; eso es el raciocinio. El raciocinio sería la investigación a la cual la ciencia se aproxima para llegar a la razón completa. 

Capítulo XXVIII: Los animales y la ciencia

No se puede negar que los animales tienen sentidos muchos más agudos que los nuestros, pero que no les fue concedido a diferencia de nosotros la razón. Dios puso al hombre por encima de los animales al poner la razón y la ciencia en el hombre. 

Capítulo XIX y XXX: Ciencia y sensación

Todo lo que sabemos es porque usamos la razón y todo lo que sentimos lo usamos con los sentidos y los órganos de los sentidos. Por otro lado, no todo es diferencia con el alma y el cuerpo o con la razón y la sensación, pues estas pueden coincidir en que las dos son las que perciben los estímulos externos

Capítulo XXXI y XXXII: División del cuerpo ¿y el alma?

Evodio, quien aún no está convencido de inconmensurabilidad del alma, le pregunta a Agustín qué pasa con esos animales que una vez muertos siguen moviéndose; como los gusanos y las lagartijas. Agustín responde con una anécdota que tuvo con su amigo Alipio. 

Dos niños habían cortado a una especie de gusano en dos y les llevaron estas dos partes a Agustín y a Alipio. Todos estaban impresionados pues las partes aún seguían vivas y se movían por doquier. 

¿Cómo puede explicar esto San Agustín sin derribar la teoría de que el alma no está dividida por partes (y por lo tanto que tenga magnitud)? La verdad es que Agustín no tiene una respuesta para esto... No obstante, Agustín insta a Evodio a que esto se investigue del todo y que no se de por cierto todo lo que es visible. Nada puede tomarse por cierto si no se investiga bien y detenidamente. 

El alma no se divide

Agustín trata de reafirmar su postura poniendo una analogía sobre las palabras. En el sonido, cada palabra tiene letras, y estas letras por sí solas no significan nada a menos que estén unidas y formen una palabra. De no hacerlo, no podríamos saber su significado. Lo mismo pasa con el alma y el cuerpo, cuando el cuerpo está unido con todas sus partes comprendemos que es el alma el que une dichas partes. Pero cuando las partes están separadas unas de otras, entonces no podríamos decir que eso es obra del alma, sino más bien del cuerpo.

Capítulo XXXIII: La potencia del alma

San Agustín describe la potencia del alma en grados:

Primer grado: Puede comandar el cuerpo para que este tenga un debido funcionamiento en todas sus áreas: salud, nutrición, fuerza,etc. 

Segundo grado: Los sentidos están a su total disposición, sin ella ser parte de ellos. 

Tercer grado: Tiene la capacidad de almacenar recuerdos y aprendizajes en la memoria para luego utilizarlos cuando sea conveniente. 

Cuarto grado: Una vez que tenga la memoria podrá alcanzar la virtud tan deseada por los hombres. De nada más que la virtud puede nacer la justicia y la rectitud; por lo tanto, será también uno de los grados más importantes. 

Quinto grado: Ya que está limpia de toda impureza que traen los vicios que son contrarios a la virtud, entonces el alma debe procurar dicha pureza, es decir, sostenerla en el tiempo. 

Sexto grado: Por este grado podemos entender la pureza de las cosas divinas y despreciar rectamente las cosas viciosas y carnales del mundo sensible.

Séptimo grado: Finalmente, en este grado podemos contemplar la verdad revelada por Dios, sin que nos falte ninguna otra cosa. 

Capítulo XXXIV y XXXV: Dios es mejor que el alma

El alma no debería adorar a ninguna cosa que sea sensible, pero sí debería adorar a Dios en toda su inmensidad. Ni siquiera si existiera un hombre muy sabio se le debería adorar, pues aunque su inteligencia sea magnánima, sigue perteneciendo a este mundo como mortal y amar las cosas mortales nos aleja de Dios. Como dice Mateo 4:10

Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás

De esta forma hay que ayudar a las demás almas extraviadas para que se conduzcan por el buen camino. No hay que odiar a los viciosos sino que al vicio mismo que es el causante de los pecados. 

Servir a Dios es la práctica misma de la libertad en todo sentido, pues con Dios no podemos estar atados a nada. Todo esto se debe hacer siguiendo los siete grados del alma que hemos explicado anteriormente. 

Capítulo XXXVI: ¿Cuál es la verdadera religión?

La verdadera religión siempre será aquella que nos haga mirar el alma y aún más la que nos haga apreciar la bondad y verdad de Dios. Todas las otras religiones que apunten a los placeres del cuerpo son las que no nos llevan a Dios; de ahí que se deben evitar inmediatamente. 

Conclusión

Increíble tratado sobre el alma. Mucho más de lo que realmente podría esperar del doctor de la gracia. Aristóteles ya había dejado algunas cosas a examinar sobre el alma, otras quizás no pertenecieron a sus estudios pero San Agustín las completa con mucha lógica y sabiduría. En mi opinión, el punto donde más se puede criticar la postura de San Agustín es cuando justamente habla de las dimensiones. Creo que la razón esta vez la tenía Evodio, quien a mi parecer no queda del todo convencido del alma; de hecho, en una de las primeras partes de la lectura sobre el habla Evodio le dice a San Agustín: ¿Qué importa adquiera el hablar o el gesticular con el desarrollo, si ambas cosas pertenecen al alma, cuyo crecimiento no queremos confesar? Me parece que para defender que el alma no tenga dimensiones debemos servirnos de algo más que metáforas...

2 comentarios:

  1. una vez mas el santo de hipona buceando en las profundidades del ser gran trabajo gonzalo muchas gracias x tal esfuerzo

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