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lunes, 26 de diciembre de 2016

San Agustín de Hipona - El libre albedrío (Libro I: El origen del mal) (388).


Tenemos una versión hablada de este apunte. Sólo dale play al audio y listo.

Hemos hablado suficiente sobre las bondades y las verdades de la vida desde la cosmovisión de San Agustín de Hipona. Es hora de que hablemos de un tema que inquieta tanto a creyentes como a ateos. Todos nos preguntamos sobre el mal y su origen ya sea de manera particular o manera general porque es lo que pareciera prevalecer en este mundo. ¿Qué hace Dios con el mal? ¿Acaso tiene consciencia de él y lo ignora? ¿O sabiendo que existe no le importa lo que pase? Ya habíamos visto que Dios lo sabe todo porque mientras el orden esté presente, él también lo estará. Veamos este diálogo que San Agustín tuvo con su amigo Evodio. 

SOBRE EL LIBRE ALBEDRÍO


LIBRO I: El origen del mal

Antes de comenzar con este tratado es preciso señalar que cada libro del tratado del libre albedrío fue hecho en años distintos, pero aquí en el blog lo veremos de forma continuada. 

¿Es Dios el autor del mal?


Evodio le pregunta con mucha curiosidad a Agustín quien es el autor del mal; no obstante, Agustín primero le hace unas aclaraciones. Hay dos tipos de males:

  1. El que está hecho por el hombre
  2. El que sufre el hombre
Es indudable que no pongamos en el mal a Dios, puesto que la perfección no puede obrar mal. Si algún hombre sufre un mal, esto no es para nada injusto. Nadie es castigado injustamente. 

El mal es hecho por alguien y ese alguien no es Dios porque este castiga las malas acciones. En todo caso, las malas acciones son siempre hechas con la voluntad

Evodio acepta todo esto con muy buena gana, pero se pregunta a todo este respecto que si Dios no es el causante del mal, entonces ¿quién nos enseñó a pecar? Agustín le pregunta si aprender es un mal o un bien, a lo que Evodio responde naturalmente que es un bien porque si se aprendieran cosas malas, entonces el aprendizaje no sería un bien. De hecho, de acuerdo con Agustín, el ser humano aprende a evitar el mal y no a hacerlo. Obrar el mal es alejarse del aprendizaje.

Sin embargo, Evodio ahora tiene otro modo de pensar diciendo que puede aprenderse tanto el bien como el mal. Pero para aprender se debe ser inteligente, y ser inteligente es bueno; por lo tanto, para aprender se necesita ser bueno (inteligente) y no malo (ignorante). 

¿Qué debemos creer acerca de Dios?

Evodio insiste en preguntar quién es el autor del mal, a lo que Agustín le comenta su breve interés por los maniqueos, filosofía que finalmente abandonó por considerarla llena de fábulas y que estaba alejada de la verdad. 

Si se quiere buscar el origen del mal se debe atender a una de las premisas más claras del Salmo 13,1; 52,1:

''Nisi credideritis, non intelligetis''
(Si no creéis, no entenderéis)

Es muy fácil asociar el origen del mal a Dios, pues todos los seres humanos están hechos de almas y el alma es algo hecho por Dios. Evodio dice que es justamente esa duda la que quiere resolver, pero Agustín le dice por ahora que la única obra de Dios ha sido el Hijo (Jesús), pues todo lo demás fue creado de la nada. 

La concupiscencia, el origen del mal

Para empezar Agustín le dice a Evodio qué entiende él por mal para empezar la discusión. Evodio dice que el mal se presenta en ejemplos como el adulterio, los homicidios y los sacrilegios.

En el caso del adulterio, este está prohibido por la ley no porque esté en contra de la ley, sino porque la ley prohíbe lo que es malo. Sin embargo, ¿qué pasaría con un hombre que deja que su mujer cometa adulterio? ¿se le podrá condenar a ese hombre que permite que exista el delito? En la lógica de esos tiempos no sería un crimen, pues el hombre permite que se le dañe y sin embargo lo que hace es tremendamente reprobable. Entonces, en ese sentido el adulterio no sería un mal a la luz de las leyes (siempre y cuando el hombre esté dispuesto a permitirlo).

Así, no todo lo que las leyes dictan sería un mal y de hecho, se han condenado a hombres por sus buenas acciones. Ahí Agustín le deja a Evodio el ejemplo de Jesús quien fue condenado. Por lo tanto, el adulterio no sería malo por efecto de las leyes, sino más bien sería malo por la libidine de los hombres y mujeres. 

Primera objeción: El homicidio cometido por miedo

Dicha acción que lleva al hombre a cometer adulterio, homicidio y sacrilegio es llevada por la pasión y la pasión es intrínsecamente concupiscencia

¿Habrá alguna diferencia entre la concupiscencia y el miedo? Evodio dice que son dos cosas distintas porque el hombre se entrega a la concupiscencia, mientras que con el miedo escapa de una situación. ¿Qué pasaría con el hombre que por temor mata a otro? tendríamos que decir que es un acto deplorable, pero por otro lado el hombre quiere vivir sin temor. Por lo tanto, no toda pasión es mala porque el miedo, al ser una pasión nos libra del mal de otros hombres.

¿Qué pasaría si un siervo mata a un señor? la ley castiga al hombre que mata a conciencia e incluso por concupiscencia. Sin embargo, si dicho siervo vivió en el temor por el señor ¿no sería una forma de justicia que lo matara? El hombre bueno es aquel que vive sin miedo; pero también hay dos tipos de concupiscencia:

Concupiscencia del hombre malo: matar por resguardar sus bienes. 
Concupiscencia del hombre bueno: matar por su seguridad e integridad.

El mal puede proceder de los dos, pero con la diferencia que uno estaría justificado y el otro injustificado. 

Segunda objeción: La muerte del agresor injusto

Agustín y Evodio acuerdan decir que el soldado debe matar a su enemigo, así como el hombre debe dar muerte al ladrón que lo dañará. En todo caso, el soldado no tendrá ningún problema en matar a su enemigo, pues la ley le ha permitido hacerlo. Es así que para Evodio, la ley siempre permite males menores para evitar los mayores. 

De alguna manera, Evodio justifica la acción de dar muerte a los malvados diciendo que así se evitan males mayores. Matar al enemigo estaría justificado al ser un mal menor. No obstante, San Agustín le pregunta que cómo podría Evodio justificar a alguien fuera de la ley. Además, la ley si bien puede dirigir un pueblo, no puede controlar lo que es considerado mal por la providencia. Una cosa sería respetar las leyes humanas y otra las leyes de Dios.

La ley eterna es moderadora de la vida humana

Agustín le pide a Evodio hacer una distinción entre ley temporal y ley perenne:

Ley temporal: ley justa que se modifica a través del tiempo.
Ley eterna (o inmutable): ley justa que no se modifica a través del tiempo

La segunda sería por supuesto la ley de Dios, mientras que la primera sería una ley humana. Obviamente, la ley temporal extrae sus propios principios de la ley eterna o inmutable. Por lo tanto, la verdadera ley que guía o debería guiar a los hombres es la ley eterna e inmutable, mientras que la primera es sólo una modificación de la segunda. 

¿Qué es mejor? ¿Vivir o saber?

¿Sabrá el ser viviente que está viviendo? Evodio responde que quien sabe que vive tiene que vivir primero para saberlo. Pero San Agustín advierte que esto no siempre es así, pues los animales no tienen razón pero viven; por lo tanto, no todo ser viviente sabe que existe. 

El ser humano sabe que existe porque tiene la razón, en cambio, quienes no la tienen no pueden saber que es la existencia ya que sólo usarán el instinto. Para Agustín, la experiencia no significa nada sin la razón y además, la experiencia no es totalmente buena, pues podemos experimentar cosas tanto malas como buenas y en cambio la razón siempre es buena. 

El hombre necio y el hombre sabio

Todos los animales se procuran placeres y además se alejan de los dolores. Nosotros los seres humanos compartimos algo de eso, sumado a que tenemos la razón que puede controlarlos. 

Los hombres sabios son aquellos que pueden controlar todos su sentidos y a la vez todas sus pasiones. Por lo tanto, la razón siempre será la mejor en la mente del hombre, mucho más que las pasiones que regularmente lo llevan a la ruina. 

Razón y pasión 

La mente y por lo tanto la razón es lo más poderoso del mundo inteligible. Evodio y Agustín acuerdan que la razón está por sobre la pasión, así como ningún vicio puede superar a ninguna virtud; siempre será preferible la virtud antes que el vicio. 

Podríamos decir que San Agustín desarrolla la siguiente dicotomía:

Razón - Pasión
Inteligencia - Sentidos
Sabiduría - Necedad
Alma - Cuerpo
Virtud - Vicio
Justicia - Injusticia

Por supuesto que un hombre sensato va a elegir las primeras del lado izquierdo y no las del lado derecho. 

Cuando la mente se entrega a cuestiones pasionales

Aunque la razón es invencible con las pasiones, el hombre sigue (algunas veces) cayendo en éstas últimas a pesar de contener la razón en su interior ¿por qué recurre a ellas? Este lo hace cuando quiere que el placer se vuelva cómplice con su mente por medio de la voluntad y el libre albedrío

Para Evodio es difícil pensar que un hombre que ya está en el lado de la sabiduría y la razón, baje a las profundidades de las pasiones por su propia voluntad. 

El castigo de las pasiones (voluntad, fortaleza y templanza)

Todos queremos una vida recta y feliz y para eso debemos seguir la buena voluntad. Los hombres que son apegados a los bienes materiales son justamente los que no tienen esta buena voluntad porque su voluntad está unida a cosas que se destruyen, no a cosas eternas. 

Ahora, este hombre que resiste los placeres del cuerpo, no será necesario solamente una buena voluntad, sino que también necesitará fortaleza para alejarse de estos. También deberá ser mesurado y prudente ante la adquisición de bienes. Por otro lado, dicho hombre también necesitará lo que es opuesto a la concupiscencia que en este caso sería la templanza. Finalmente, para que dicho hombre esté completo y libre de todo vicio y maldad, necesitará la justicia. Estas por supuesto, no son más que las cuatro virtudes cardinales que Platón explicó en su libro La República.

Lo que quiere decir San Agustín con todo esto, es que la voluntad es tanto la herramienta para alcanzar la felicidad como también es la herramienta para ser infelices, pues los que usan la voluntad para las cosas malas será débil, irascible, imprudente e injusto.  


Todos deseamos la felicidad pero muy pocos la consiguen

Si todos los hombres pueden y desean ser felices ¿por qué sólo algunos lo logran? Esta palabra es lógica porque si todos tienen la voluntad de ser buenos como de ser malos, entonces, ¿la gente es miserable por su propia voluntad? 

El hombre de mala voluntad no quiere una vida bienaventurada, no porque no la quiera en sí, sino que los medios para alcanzarla le son despreciables. En cambio, el hombre de buena voluntad quiere la vida bienaventurada y la alcanza a través de los medios apropiados, por eso siempre será más felices que el hombre de mala voluntad.

Ley eterna y ley temporal

La vida bienaventurada se dará como premio al hombre de buena voluntad. Ese hombre obviamente amará las cosas eternas y no las temporales que están sujetas a la modificación. Los infelices son aquellos que viven miserablemente porque se siguen por las cosas perecibles y los placeres del cuerpo, todas estas cosas son temporales. 

Luego Agustín le comenta las características que hacen que el hombre se entregue a la mala voluntad:

  1. Los bienes del cuerpo que son la belleza, la salud perfecta, la agudeza de los sentidos, la fuerza entre otros. 
  2. La libertad para hacer y deshacer
  3. La familia y los bienes materiales

Las leyes temporales no castigan a los hombres que se procuran bienes, pero si castiga a los hombres que se procuran bienes de forma injusta. Obviamente, los hombres al estar atorados en la adoración de sus bienes, una vez que un hombre injusto o una ley injusta y temporal se los quita estos se sienten miserables e infelices. 

En cambio, cuando el hombre se acerca a las leyes eternas y adora las cosas eternas, entonces nunca podrá sufrir mal y será feliz, ya que no podrá lamentar ninguna pérdida de cosas que no perecen. Por otro lado, Agustín reconoce también que las cosas y placeres del cuerpo se pueden utilizar siempre y cuando sean para el bien y no para el mal. 

Origen del mal moral


Pareciera ser que todo el origen del mal existe nada más ni nada menos que en el hombre mismo. 

Cuando este se dirige a los placeres verá su miseria y su infelicidad, pues la razón no tiene nada que ver con la voluntad del hombre, a menos que esta voluntad vaya hacia ella. La razón al ser perfecta no puede volcarse a los placeres, pues ya no sería ni divina ni perfecta si lo hiciera. Por lo tanto, lo único que nos queda es decir que es el hombre el origen del mal cuando utiliza su voluntad para las cosas más viles. 

Antes de retirarse, Evodio le pregunta algo realmente importante que está relacionado con la responsabilidad del mal, ya que si el hombre es el responsable del mal y Dios creó al hombre, entonces Dios es el responsable del mal, pero esto lo dejan para la segunda parte de este libro. 

Conclusión

Sorprendente, aunque también una esperada conclusión de aquellos que defienden la voluntad de Dios diciendo que la responsabilidad del mal yace en el hombre. Aquí queda para la posteridad la filosofía platónica al rechazar los placeres y seguir prefiriendo la razón por sobre todas las cosas. El libre albedrío siempre estará vinculado con el mal debido a las cosas malas que han ocurrido a lo largo de la historia. Si hay libre albedrío, pero por otro lado Dios existe y se supone que  es un Dios de amor ¿Cómo es que el mal sigue imperando casi impunemente en el mundo? sin duda una cuestión difícil incluso para San Agustín

viernes, 23 de diciembre de 2016

San Agustín de Hipona - La dimensión del alma (388).

¿De verdad podemos hablar sobre la medida que tiene el alma? Ya habíamos visto con Aristóteles que si el alma tiene alguna medida, entonces podría destruirse con el cuerpo sin más remedio. Sin embargo, ¿cómo podrá sostener San Agustín de Hipona lo de Aristóteles si ya ha probado que el alma es inmortal? Sin duda es un tema complicado determinar las medidas del alma ¿o será que no tiene medida y ese es el tema de ahora? No especulemos más y veamos el concepto del alma de San Agustín de Hipona.

La dimensión del alma


Capítulo I: Origen del alma


Agustín conversa aquí con su gran amigo Evodio quien tiene muchas cosas que objetar y que preguntar sobre el alma. 

Las primeras cuestiones que discuten es sobre el origen del alma ¿de dónde proviene ésta? la respuesta es fácil para Agustín pues proviene de Dios, lo difícil es determinar la sustancia del alma que no está hecha de ninguna sustancia corporal. No puede estar construida de agua, ni de fuego, ni de tierra ni de aire, porque estos son los elementos de todas las cosas; por otro lado, Agustín reconoce que tampoco puede explicar el origen de cada uno de los elementos. 

En resumen, el hombre está hecho de cuerpo y alma; el cuerpo está hecho de los cuatro elementos, pero el alma no sabemos de qué está hecho. Evodio se sorprende pues le pregunta ¿cómo es posible que no sepas si me acabas decir que de Dios? No es contradicción decir que todo lo superior forma a lo inferior, pero no podría decirse cuál es exactamente dicha sustancia. 

Capítulo II: Naturaleza del alma

Según San Agustín, el alma tiene la misma naturaleza de Dios, pero si tiene la misma naturaleza ¿cómo puede ser el alma semejante a Dios si el alma fue creada y Dios no? San Agustín responde que si acaso para Dios hay algo imposible crear algo semejante a sí mismo como es el alma. Evodio nos dice que si fuera así, si el alma fuera creación de Dios y es inmortal, entonces si el hombre es creación de Dios también éste debiera ser inmortal.

Sin embargo, Agustín le dice que esa es la imagen que él tiene del cuerpo que obviamente no es inmortal. Nuestra imagen del cuerpo no es exactamente el cuerpo mismo, así como la imagen que tenemos del alma tampoco es exactamente la misma alma. 

Capítulo III: Dimensión del alma

Evodio con mucha razón le pregunta a San Agustín cuáles son las medidas del alma. Agustín responde que esto es imposible establecerlo, no porque no sea posible, sino porque el concepto de medida pertenece a las cosas corpóreas. Decimos que el alma tiene medidas porque estamos acostumbrados a hablar así de los cuerpos (creyendo que el alma es un cuerpo también).

Agustín nos asegura que el alma no es ancha ni larga ni mediana ni pequeña. Es difícil imaginar algo sin magnitud, pero Agustín le dice a Evodio que será capaz de explicar por qué el alma no tiene magnitud pero que al mismo tiempo es algo.  

Capítulo IV: El alma, aunque no tenga dimensiones, es algo

Los dos se encuentran frente a un árbol y Agustín le pregunta si este árbol es algo, a lo que naturalmente Evodio responde que sí. Luego, ¿será la justicia mejor que éste árbol? Evodio responde que por supuesto que sí, y sin embargo la justicia no se puede ver ni tocar y no obstante, tampoco podemos decir que la justicia es nada. 

¿Es ancha la justicia? ¿es larga o pequeña? a estas preguntas Evodio responde que no. Por lo tanto, la justicia es algo y además no tiene ningún tipo de dimensión. ¿Se podrá aplicar la misma característica al alma?

Capítulo V: El alma tiene fuerza infinita

Sin duda que el alma está en el cuerpo ¿pero cómo está? ¿acaso estará dentro del cuerpo como agua dentro de una vasija? ¿O estará envolviendo al cuerpo desde el exterior? Evodio nos dice que desde el exterior, pues es por esa razón que podemos sentir el aire y todas las cosas externas. 

Mas ¿será esto posible? San Agustín le dice si la memoria se encuentra en un cuerpo o se encuentra en el alma, a lo que Evodio dice que se encuentra en el alma. ¿Por qué? porque nada puede recordarse con el sólo cuerpo, quizás podamos ver un lugar, pero una vez que este lugar desaparece de la visión, lo único que nos queda es recordarlo. ¿Cómo es posible que podamos recordar el color, la distancia y la longitud de los lugares? Es porque dichos lugares los miramos con los ojos del alma y no son los del cuerpo; por lo tanto, como dicha memoria se encuentra en el interior. Por lo tanto, el alma se encuentra en el interior del cuerpo. 

A San Agustín le surge una duda ¿cómo es que el alma puede recordar cosas mucho mayores al cuerpo? ¿Dónde el alma retiene esas imágenes que son más grandes que la propia extensión del cuerpo? ¿Acaso hay una inmensidad en el cuerpo que es más grande que él que puede abarcar todas las cosas? Evodio queda sin respuesta para estas preguntas, y no le queda más que asumir que el alma no tiene extensión ni medida ni dimensiones. Su fuerza es totalmente infinita e insuperable. 

Capítulo VI: La longitud pura y simple

Todos los seres humanos podemos inteligir las medidas y dimensiones. Pero cuando nosotros hacemos esta acción no lo hacemos con el cuerpo, sino más bien con el alma. El cuerpo no puede conocer o concebir ninguna medida si no que el alma lo hace. 

Por lo tanto, la medida de todas las extensiones las tenemos en el alma y no en el cuerpo. 


Capítulo VII: Autoridad y razón

El camino más fácil para comprender las cosas es por medio de la autoridad, porque es fácil acatar la autoridad sin hacer ningún esfuerzo por comprenderla. El camino de la razón es más trabajoso y representa el esfuerzo máximo del hombre por comprender las cosas que le rodean. 

Por supuesto, hay personas ignorantes que se verán en la entera necesidad de ser guiados por alguien y es ahí cuando la autoridad cobra un valor importante. Todo eso es válido con la condición de que su propio camino lo emprenda por manos de la razón. 

Capítulo VIII y IX: Las figuras perfectas

La forma primera de construir una figura geométrica es con tres líneas. Estas formarán como es esperado tres ángulos que al mismo tiempo serán todos iguales. Ninguno de estos ángulos pueden ser desiguales y si lo fueran no podría existir. 

Ahora con cuatro líneas se puede hacer también una igualdad perfecta en líneas y en ángulos. Por tanto, esta figura de cuatro líneas sería aún más perfecta que aquella figura con solo tres líneas. No obstante, Evodio le dice que es posible que estos ángulos puedan ser desiguales, pues de un cuadrado se pueden hacer dos ángulos agudos (menos de 90º) como dos obtusos (más de 90º). 

En este figura geométrica puede verse claramente la equidad, la igualdad y por lo tanto la justicia. En la figura triangular (tres líneas) podemos ver la igualdad sin contrarios porque no admite otros ángulos, mientras que la figura cuadrangular (cuatro líneas) tiene igualdad de contrarios a causa de los ángulos distintos. 

En resumen, la justicia puede verse en sí misma como la primer figura, y también cuando se quiere ver cierto tipo de desigualdad como en la cuarta figura. 


Capítulo X y XI: La figura que no se divide


De acuerdo con la conversación, Agustín y Evodio dicen que la máxima figura será aquella que no puede ser dividida. ¿Cómo es alguna que no puede ser dividida? el círculo no tiene partes y no tiene fin. Lo que no tiene fin es indivisible y por lo tanto la figura perfecta es el círculo. 

Ahora, se podría decir que el círculo puede dividirse con un radio y un diámetro, pero no son las líneas lo que hace que el círculo sea eterno, sino que más bien su centro. 

Capítulo XII: La importancia del punto

Y el centro del círculo es el punto. Es ahí donde empiezan y terminan las líneas y no admite de ningún modo la división (por eso es que ahí terminan las líneas). Si el punto es el comienzo de las líneas, entonces también será el comienzo de la latitud, la longitud y la altura, pues estas son incomprensibles sin la construcción de líneas. 

Capítulo XIII y XIV: El alma y lo incorpóreo

Es imposible notar el punto con los ojos de la carne, pues es una estructura inteligible que sólo se ve con los ojos del alma. El alma tiene sustancia propia, y dicha sustancia la otorgó Dios para que el alma sea sólo alma y no algo más. Lo mismo hizo con todos los elementos corpóreos, que no deben ser más que elementos corpóreos. 

Evodio le pide por favor una definición de alma, y San Agustín le dice lo siguiente:


''Es una sustancia dotada de razón destinada a regir el cuerpo''

Como habíamos dicho anteriormente, el alma carece de medición y de todas las características con que se le puede describir como si fuera un cuerpo. En cierto modo, el alma sería como un punto. Si lo podemos comparar, podríamos decir que el cuerpo es una línea, y el alma es el punto de esa línea y así podríamos decir que el cuerpo empieza desde el alma.

Capítulo XV y XVI: El alma no crece con el cuerpo

Concepción aristotélica

Esta era una duda que Aristóteles ya tenía en sus tratados acerca del alma. Según el estagirita, el alma tiene facultades nutritivas, discursivas, móviles y sensitivas. Esto significa que el alma, para Aristóteles, es muy similar al cuerpo porque es la que crece junto con el cuerpo, así como también se encarga de todas las otras facultades del cuerpo. Por último, recordemos que Aristóteles creía que el alma perecía con el cuerpo y no sobrevivía. 

Para Evodio es natural pensar como Aristóteles y decir que el alma crece junto al cuerpo, al ser evidente que el cuerpo se extiende a medida que se alimenta. Así es muy claro que la razón crece a medida de que el hombre crece, pues cada vez se vuelve más inteligente. 

Respuesta de San Agustín 

San Agustín nos dice que se debe diferenciar entre las cosas que son mejores y mayores. Por supuesto, lo mejor siempre será mejor que lo mayor, pues una cosa es que el hombre sea mayor pero lo más sublime es que sea mejor. El cuerpo lo único que puede hacer es crecer y nada más, pues la parte inteligible pertenece al alma. Por lo tanto, el cuerpo siempre se hace mayor y por otro lado, el alma es la que se hace mejor. ¿Cómo es que el alma se hace mejor? se hace mejor siempre por medio de la virtud, mientras el cuerpo se hace mayor por medio de la alimentación. 

Evodio objeta a Agustín que para que el alma tenga virtud necesitará razón y la razón se logra con tiempo. Si bien no crece como dijo Agustín sino que se hace mejor ¿cómo es entonces que necesita la extensión del tiempo? De alguna manera, se puede decir que mientras más razón tenga el alma, más grande es (no en el sentido del cuerpo sino que en el sentido inteligible) mientras tenga virtud. Por lo tanto, si bien no hay una ''medida'' corporal, sí hay una especie de extensión en el alma. 

Capítulo XVII: Crecimiento metafórico

Agustín dice que no tanto por el tiempo es que logramos la ''magnitud'' del alma. Con razón vemos gente que es mucho menos inteligente que otra, a pesar de tener mucha más edad y además ser mucho mayores. Los niños son generalmente más sagaces que los abuelos; por lo tanto, no es que se haga mejor con el tiempo. Dicho ''crecimiento'' de la razón se debe a que las personas se hacen mejores sin importar la edad. 

Por lo demás, cuando hablamos de que alguien es justo, ¿quiere decir que ese alguien tiene alguna magnitud por ser justo? No realmente. El crecimiento del alma se debe entender metafóricamente para que el concepto entre en nuestro intelecto. 

Capítulo XVIII y XIX: La facultad de hablar en los niños

Terminando el tema del crecimiento del alma, Evodio le pregunta ¿cómo es que los niños pueden desarrollar un lenguaje y hablarlo? La pregunta en sí es muy fácil para Agustín diciendo que los niños hablan el lenguaje que les es facilitado por los adultos. 

Así es que San Agustín conoció a un joven en Milán que sólo podía comunicarse en lenguaje de señas (era un sordomudo). Evodio al principio nos decía que sería difícil pensar que un niño en cuyo ambiente crece sin oír palabras sería inimaginable. Sin embargo, el mismo joven sordomudo creció sin oír ninguna palabra de sus padres. 

El aprendizaje innato y adquirido

Ahora, si los padres de un niño con audición normal fueran sordomudos y además fueran alejados de la sociedad, viviendo solamente los tres ¿qué aprendería el niño? seguramente aprendería los ademanes de los padres para comunicarse. Todo lo que es aprendido se considera arte, por lo tanto si el niño aprende las gesticulaciones de los padres, entonces se desarrolló un arte. 

Sin embargo, si esto es así, entonces el niño no aprendió las cosas mediante el alma sino que al arte. Por lo tanto, se formaría una contradicción porque es del alma que aprendemos y no por un arte. Para solucionar esto, Agustín le dice a Evodio que existen dos tipos de aprendizajes: el que se aprende por otras personas (adquirido) y el que se aprende por observación (innato). 

Crecimiento y decrecimiento del alma

Nuevamente, Agustín nos dice que debemos mirar este crecimiento o decrecimiento de manera metafórica y no literal. Cuando el alma recibe virtudes es cuando cree, y cuando recibe vicios es cuando decrece, obviamente, debido a su inmortalidad no puede perecer. Sin embargo, sí puede verse vista en la más ignominiosa de las situaciones. 

Capítulo XX y XXI: Las fuerzas y el crecimiento del alma

Evodio trae otra duda razonable a Agustín. El alma habíamos dicho que es la que comanda al cuerpo y es capaz de ordenarle a su antojo. Por lo tanto, podemos pensar que las acciones que realizan los niños con conducidas por el alma y por la fuerza que ésta ejerza sobre los cuerpos. No obstante ¿qué pasa con los abuelos que ya tienen sus fuerzas gastadas? ¿acaso las fuerzas del alma ya no son las mismas? 

Agustín responde a estas dudas diciendo que todas las fuerzas tienen un fin. A medida que vamos envejeciendo, vamos prefiriendo otras actividades que no tienen que ver tanto con la fuerza bruta, sino más bien con el intelecto. Otros también dedican sus fuerzas a otro tipo de ejercicios. Agustín nos dice que un luchador olímpico se cansa mucho más rápido de andar que un mercader. Siempre las cosas que tienen relación con las fuerzas deben contextualizarse debidamente. 

Capítulo XXII: Origen de las fuerzas del cuerpo

Todo cuerpo tiene un peso determinado de acuerdo con la contextura del mismo. Los cuerpos con más peso tendrán siempre más fuerza que los pequeños, pero el origen de dicha fuerza no está en realidad en los pesos de los cuerpos. Ésta se encuentra en el alma y más principalmente en la voluntad de la misma. 

En cuanto a los términos de crecimiento, si el alma creciera paralelamente al cuerpo, entonces cuando pierde fuerzas también perderá virtud y razón lo cual es ridículo. 

Capítulo XIII: El sentir del alma

¿Sé podrá ver todo lo que los ojos sienten? Es más, los ojos pueden sentir cuando al cuerpo se le está golpeando o tocando? En efecto, los ojos no pueden ver donde están ni pueden ver lo que tienen, puesto que la vista está proyectada hacia afuera. 

Así, los ojos experimentan donde no están, todo lo que no está en ellos, lo pueden ver. Esto prueba que aunque el alma pueda sentir igual que el cuerpo, no por eso es sensible ni y tampoco tiene la extensión del cuerpo, ya que la sensación es algo exterior. 

Capítulo XIV y XV: Definición de sensación

¿Podremos conocer todo lo que vemos? Parece una respuesta obvia, pues cuando vemos humo sabemos que proviene del fuego, aunque no veamos dicho fuego. Es así que puede diferenciarse el ver del conocer. 

En efecto, todos sabemos que envejecemos, pero nadie lo siente en verdad; sin embargo, al alma no se la puede engañar y puede notar que el cuerpo está viejo. 

El concepto y la definición de sensación

La definición de una palabra es siempre proporcional a lo justo; por ejemplo, decir ''Todo hombre es animal mortal'' es una definición defectuosa al pretender tener más de lo que debería, pues no todo animal mortal es hombre (de ser así tendríamos que decir que el hombre es también bestia lo cual es ridículo). Por otro lado, también podría career diciendo que todo hombre es gramático porque no todos los hombres pueden ser gramáticos. Así, la definición siempre debe ser justa. Entonces la definición quedaría así: ''Todo animal racional mortal es hombre''. 

¿Cómo podríamos definir la sensación entonces? Podría ser de la siguiente manera: ''Toda experiencia del cuerpo percibida por el alma es sensación''. 

Capítulo XXVI y XXVII: Ciencia y razón

La ciencia se dice que es un medio para llegar a la razón; sin embargo, ¿se puede llegar a la razón sin razón? Si decimos que con la ciencia llegamos a la razón, entonces decimos que no hay razón en la ciencia.  Esto trae un problema al ver si la ciencia se encuentra en los animales por lo cual tenemos dos opciones:

''Sólo hay ciencia con razón''
''Hay ciencia sin utilizar la razón''

Evodio queda un tanto confundido, pero cree más verosímil la segunda proposición que le da a elegir a Agustín.

Razon y raciocinio

Evodio sostiene una tesis refutable que sería decir que la ciencia es algo que ya se conoce; por lo tanto, al hombre que tiene ciencia sólo le falta encontrar la razón. ¿Pero qué pasa cuando el hombre pasa de lo conocido a lo desconocido? ¿cómo llega a la razón si todavía necesita de ella para lograrla?

A estas preguntas, Agustín le dice a Evodio que hay algo en nosotros que nos hace reproducir la ciencia y llegar a la razón; eso es el raciocinio. El raciocinio sería la investigación a la cual la ciencia se aproxima para llegar a la razón completa. 

Capítulo XXVIII: Los animales y la ciencia

No se puede negar que los animales tienen sentidos muchos más agudos que los nuestros, pero que no les fue concedido a diferencia de nosotros la razón. Dios puso al hombre por encima de los animales al poner la razón y la ciencia en el hombre. 

Capítulo XIX y XXX: Ciencia y sensación

Todo lo que sabemos es porque usamos la razón y todo lo que sentimos lo usamos con los sentidos y los órganos de los sentidos. Por otro lado, no todo es diferencia con el alma y el cuerpo o con la razón y la sensación, pues estas pueden coincidir en que las dos son las que perciben los estímulos externos

Capítulo XXXI y XXXII: División del cuerpo ¿y el alma?

Evodio, quien aún no está convencido de inconmensurabilidad del alma, le pregunta a Agustín qué pasa con esos animales que una vez muertos siguen moviéndose; como los gusanos y las lagartijas. Agustín responde con una anécdota que tuvo con su amigo Alipio. 

Dos niños habían cortado a una especie de gusano en dos y les llevaron estas dos partes a Agustín y a Alipio. Todos estaban impresionados pues las partes aún seguían vivas y se movían por doquier. 

¿Cómo puede explicar esto San Agustín sin derribar la teoría de que el alma no está dividida por partes (y por lo tanto que tenga magnitud)? La verdad es que Agustín no tiene una respuesta para esto... No obstante, Agustín insta a Evodio a que esto se investigue del todo y que no se de por cierto todo lo que es visible. Nada puede tomarse por cierto si no se investiga bien y detenidamente. 

El alma no se divide

Agustín trata de reafirmar su postura poniendo una analogía sobre las palabras. En el sonido, cada palabra tiene letras, y estas letras por sí solas no significan nada a menos que estén unidas y formen una palabra. De no hacerlo, no podríamos saber su significado. Lo mismo pasa con el alma y el cuerpo, cuando el cuerpo está unido con todas sus partes comprendemos que es el alma el que une dichas partes. Pero cuando las partes están separadas unas de otras, entonces no podríamos decir que eso es obra del alma, sino más bien del cuerpo.

Capítulo XXXIII: La potencia del alma

San Agustín describe la potencia del alma en grados:

Primer grado: Puede comandar el cuerpo para que este tenga un debido funcionamiento en todas sus áreas: salud, nutrición, fuerza,etc. 

Segundo grado: Los sentidos están a su total disposición, sin ella ser parte de ellos. 

Tercer grado: Tiene la capacidad de almacenar recuerdos y aprendizajes en la memoria para luego utilizarlos cuando sea conveniente. 

Cuarto grado: Una vez que tenga la memoria podrá alcanzar la virtud tan deseada por los hombres. De nada más que la virtud puede nacer la justicia y la rectitud; por lo tanto, será también uno de los grados más importantes. 

Quinto grado: Ya que está limpia de toda impureza que traen los vicios que son contrarios a la virtud, entonces el alma debe procurar dicha pureza, es decir, sostenerla en el tiempo. 

Sexto grado: Por este grado podemos entender la pureza de las cosas divinas y despreciar rectamente las cosas viciosas y carnales del mundo sensible.

Séptimo grado: Finalmente, en este grado podemos contemplar la verdad revelada por Dios, sin que nos falte ninguna otra cosa. 

Capítulo XXXIV y XXXV: Dios es mejor que el alma

El alma no debería adorar a ninguna cosa que sea sensible, pero sí debería adorar a Dios en toda su inmensidad. Ni siquiera si existiera un hombre muy sabio se le debería adorar, pues aunque su inteligencia sea magnánima, sigue perteneciendo a este mundo como mortal y amar las cosas mortales nos aleja de Dios. Como dice Mateo 4:10

Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás

De esta forma hay que ayudar a las demás almas extraviadas para que se conduzcan por el buen camino. No hay que odiar a los viciosos sino que al vicio mismo que es el causante de los pecados. 

Servir a Dios es la práctica misma de la libertad en todo sentido, pues con Dios no podemos estar atados a nada. Todo esto se debe hacer siguiendo los siete grados del alma que hemos explicado anteriormente. 

Capítulo XXXVI: ¿Cuál es la verdadera religión?

La verdadera religión siempre será aquella que nos haga mirar el alma y aún más la que nos haga apreciar la bondad y verdad de Dios. Todas las otras religiones que apunten a los placeres del cuerpo son las que no nos llevan a Dios; de ahí que se deben evitar inmediatamente. 

Conclusión

Increíble tratado sobre el alma. Mucho más de lo que realmente podría esperar del doctor de la gracia. Aristóteles ya había dejado algunas cosas a examinar sobre el alma, otras quizás no pertenecieron a sus estudios pero San Agustín las completa con mucha lógica y sabiduría. En mi opinión, el punto donde más se puede criticar la postura de San Agustín es cuando justamente habla de las dimensiones. Creo que la razón esta vez la tenía Evodio, quien a mi parecer no queda del todo convencido del alma; de hecho, en una de las primeras partes de la lectura sobre el habla Evodio le dice a San Agustín: ¿Qué importa adquiera el hablar o el gesticular con el desarrollo, si ambas cosas pertenecen al alma, cuyo crecimiento no queremos confesar? Me parece que para defender que el alma no tenga dimensiones debemos servirnos de algo más que metáforas...

lunes, 19 de diciembre de 2016

San Agustín de Hipona - Sobre la música (Libro VI: Dios y los números) (387).

Innegable es que los números poseen un cierto misticismo en cuanto a las cosas sagradas, pues es así que los pitagóricos los adoraban como si fueran dioses. Pero los números no tienen que ver sólo con Dios sino que también con el alma y la sensaciones que recibimos de ellos. Pareciera ser que estos no sólo están en sus ejercicios matemáticos, sino que también están en las cosas bellas y más flexibles como lo son la música y la poesía. ¿Se podrá sostener la máxima de Pitágoras y decir que todo está hecho de números? Una pregunta sin respuesta, pero tendremos que ver.

Definiciones:

(1) Saprofilo: en griego antiguo, alguien que ama las cosas malas. Sapro viene de podrido y filo significa amor. 

SOBRE LA MÚSICA


LIBRO VI: DIOS Y LOS NÚMEROS

INTRODUCCIÓN

Esta introducción en realidad es un exhortación para aquellos que aún no están favorecidos por la iluminación del catolicismo ni por la de la filosofía. Recordemos que Cartago estaba lleno de pecado a los ojos de San Agustín, por lo que estos escritos vendrían bien a quienes aún no eran cristianos. 

PRIMERA PARTE: LAS ARMONÍAS DE LAS ALMAS Y DE SUS ESTADOS

Nociones previas

Para comenzar el Maestro le dice al Discípulo si puede identificar esta oración:

Deus creator omnium / Dios creador de todas las cosas 

¿Dónde se encuentran estas palabras? ¿en quien las emite o en quien las escucha? El Discípulo, no muy convencido nos dice que está en todos lados. 

En este sentido, para ver de donde proviene el verso tenemos cuatro géneros de percepción:

  1. Sonido
  2. Oído
  3. Pronunciación
  4. Memoria


Prescindamos del Sonido, pues lo que buscamos es el sonido mismo. Veamos el sentido del oído ¿acaso el oído tiene impreso en sus sentidos la noción del ritmo? En efecto, una cosa es tener los ritmos impresos y otra poder percibirlos. El alumno dice inteligentemente que el sentido del oído debe tener impreso el ritmo, pues es muy fácil ver que a la gente le desagrada lo que está mal pronunciado y le agrada lo que está bien pronunciado. 

Sin embargo, el Maestro le dice que dichos sonidos, para estar en el oído (sentidos) primero deben ser pronunciados por alguien. Además, este ritmo no desaparece ni en el silencio ni en el bullicio por lo que será mejor investigar los dos géneros restantes

Pronunciación y memoria

La pronunciación de dicho verbo no sólo existe cuando estamos realizando la acción de pronunciar, sino que también cuando estamos en silencio, es decir, podemos pronunciarlo en nuestra mente. 

El Maestro dice que estos sonidos los produce el alma y no otra cosa. Si el alma es capaz de producir estos sonidos, y además de replicar los pulsos de las venas y los latidos del corazón, entonces prescindiremos de la memoria, pues esta sólo almacena lo que es producido. Por lo tanto, la pronunciación del alma va primero que todo y se sostiene sin la necesidad de los otros tres géneros.

Género de ritmos en el juicio natural

La preferencia del alumno por estos cuatro géneros va más por el lado de la memoria. ¿Por qué? porque al almacenarlos los tendremos mucho más tiempo y podemos pronunciarlos cuando queramos. 

No obstante, el ritmo muchas veces no se puede retener en la memoria si no es pronunciado constantemente. Que tengamos memoria no significa que podamos retenerlo todo eternamente. Por lo tanto, hay que seguir la pronunciación del alma y no del cuerpo.

Objeción y observación general

Por supuesto, nada puede ser más magnánimo que el alma y es así como esta debe prevalecer ante el cuerpo. El cuerpo puede padecer todas las enfermedades, pero el alma es el que auxiliará al cuerpo porque sabe que son esas afecciones. Las siente pero no les afecta, y si no las sintiera no podría comprender lo que le pasa al cuerpo lo cual sería ridículo. 

El alma toca por el tacto, saborea por el gusto, huele por el olfato y ve por la visión. Pareciera ser de lo más obvio, pero todo lo que siente el alma lo transmite a todos los sentidos y a uno mismo. 

Ahora, existe algo más grande que el alma y eso sería Dios. El alma debe dirigirse a Dios para contemplar lo máximo, así como también superarse, sin embargo, puede caer en los placeres del cuerpo y así alejarse de Dios que sería lo peor. Una vez que regresa a Dios, el alma sufrirá una nueva desazón y esta será volver a perderle.


Los ritmos del alma

Sacando ahora la pronunciación de los géneros precedentes, el Maestro le pregunta a su Discípulo cuál de los géneros restantes son importantes. 


  1. Sonido
  2. Oído
  3. Memoria

Debemos siempre considerar los que están más cerca del alma. Como la memoria es la que queda e último lugar por sólamente almacenar una especie de sonidos, entonces dejaremos el Sonido y el Oído como los más cercanos al alma. Sin embargo, para ver esto más en detalle debemos ver aquellos ritmos que se encuentran en el alma, y distinguirlos de los sonidos del cuerpo. Para eso tenemos que analizar 5 números:

  1. Números de juicio
  2. Números proferidos
  3. Números entendidos
  4. Números recordables (reconocimiento)
  5. Números sonoros

¿Cuáles de estos números son los que corresponden al alma y cuáles al cuerpo?

Proposiciones de los números

Números de juicio

Justamente, para el Discípulo los números con respecto al juicio son los únicos números inmortales, mientras que los demás se destruyen por el tiempo. 

Los números de juicio no están sometidos al tiempo, pues aunque se pronuncien rápidos o lentos, su regla siempre permanecerá igual. Sin embargo, de acuerdo al Maestro, estos números de juicio están sometidos a una especie de límite porque en efecto, para estar en su juicio deben respetar ciertos límites, pues lo ilimitado está fuera del juicio. 

El Discípulo está en desacuerdo con el Maestro, a causa de que si bien los números de juicio necesitan límites para existir, son estos los que más quedan retenidos en la memoria. De esta manera, estos números son los que juzgan si los otros son armoniosos o son confusos. No obstante, el Maestro objeta que el sentido del juicio sólo puede juzgar cosas mortales y sensibles, y no cosas universales. Nosotros somos una parte del Universo y por eso no alcanzamos a comprender las cosas más grandes. 

Números proferidos

Estos números están sometidos al juicio porque debemos utilizar todo nuestro cuerpo para pronunciar versos y palabras. Las articulaciones, no obstante, pertenecen al cuerpo y no al alma, por lo que el alma las comanda para pronunciar todo lo que dice. 

Números entendidos

Estos son los números que se producen por los ánimos y placeres del cuerpo. Estos son valorados en la medida que están en el juicio de la memoria y en consecuencia, los números entendidos no pueden estar en el alma.

Números recordables (reconocimiento)

Quizás, estos números son los más cercanos al alma, pues ¿qué hacemos cuando una vez que entendemos queremos recuperar esos ritmos y números? Debemos recordar. El recuerdo siempre queda en la memoria y es inalterable desde ahí. 

Los demás números nos sirven para producir el sonido o el ritmo de alguna cosa, así como también para que un sonido venga a nuestro pensamiento. Sin embargo, en el recuerdo nosotros no traemos un nuevo sonido, sino que más bien recordamos un sonido que ya fue reproducido. También son los tipos de números que nos permiten re-conocer un sonido determinado. 

Números sonoros

Nada especial se puede decir de los números sonoros, puesto que ellos están sometidos a todos los otros números de igual manera. 

SEGUNDA PARTE: DIOS, FUENTE DE LAS ARMONÍAS ETERNAS

SECCIÓN PRIMERA: LAS ARMONÍAS ETERNAS

Primera proposición: Existencia racional de la armonía eterna

La misma oración que empleamos al principio la captamos con los siguientes procesos:

Oímos por los números entendidos, los reconocemos por la memoria, los pronunciamos por los números proferidos y sentimos placer gracias a los números del juicio. 

A estos procesos, el Discípulo tiene una objeción, ya que el número de juicio debería estar relacionado con la razón y no con el placer. De hecho, el Discípulo nos dice que los números del juicio comandan tanto la razón como el placer. No obstante, el Maestro le dice que es el alma quien maneja el cuerpo y le hace a éste pronunciar los ritmos; por lo tanto, todos los otros números están sometidos a la dirección del alma. 

Segunda proposición: Dominio de la razón sobre las armonías

La atracción que producen las armonías es innegable, sobre todo aquellas que son iguales y siguen un ritmo adecuado. Existen sonidos desiguales que nos perturban y nos causan aversión, aunque también hay unos que pareciéndose a las armonías iguales, de todas formas nos deleitan. Incluso, comprendiendo que no son iguales siguen impresionando. Sin embargo, nada escapa a la perspicacia de la razón, pues ésta será siempre la que nos dice si una armonía es buena o mala. 

Primera conclusión: Orientación al orden eterno

Así, podremos concluir en primera instancia que todo lo que lleve a la igualdad es parte del alma. Cuando el cuerpo quiere conocer el placer, es el alma quien lo guía a través de este placer pues nada está fuera de ella. Todo lo que sea inmóvil y no represente cambio alguno será aquello eterno y digno de ser considerado por el alma. 

El orden universal

En palabras del Maestro, el orden universal es todo aquello que tiende al bien. El mal comportamiento del hombre será sucedido por una buena obra para redimirse. Cuando comete algo injusto y fuera de la ley, será tiempo que cometa algo justo y que además lo guíe la ley. 

Por otro lado, es difícil no dejarse caer por las fallas de la memoria. La memoria nos falla cuando queremos recordar las cosas más importantes. Para el Maestro es difícil explicar de dónde nos salen estos recuerdos, sobre todo los recuerdos de la gente que ya esta muerta. Para diferenciar entre los recuerdos verdaderos y los falsos, el Maestro le dirá a su Discípulo que esos recuerdos verdaderos se llamarán fantasía y los falsos fantasmas.

Segunda conclusión: Dios y el orden natural

No pensemos que porque el cuerpo pertenece al mundo sensible, tendremos que despreciarlo pues Dios concede que el cuerpo tiene su propia belleza, aunque esta está sometida a la temporalidad. Su misericordia siempre estará para tendernos una mano y guiarnos a través de las cosas eternas. 

El trato que el hombre tiene con el mundo sensible el maestro lo llama carne, para integrarlo como concepto filosófico a la discusión. La carne lucha contra el esopíritu para finalmente llevar al hombre a pecar. Es así que el apóstol Pablo dijo:

''Por el espíritu sirvo a la ley de Dios, más por la carne a la ley del pecado''

Como habíamos dicho, una vez que el hombre peca tiene la opción de redimirse y servir a la ley de Dios para alejarse de la carne. 


SECCIÓN SEGUNDA: DIOS, ORÍGEN DE LAS ARMONÍAS

El alma recibe de Dios las armonías eternas

¿Cómo es que se puede hacer una aseveración como ésta? por medio de las preguntas, es decir, cuando olvidamos lo aprendido o las cosa que nunca supimos, las preguntas despertarán ese conocimiento innato que sólo Dios pudo dejar en nuestro interior. 

Primera proposición: Dios y las armonías inferiores

¿Qué necesidad o qué lleva al hombre a contemplar las cosas inferiores y no las superiores? sabemos que es el alma el que lo tira hacia las cosas más divinas, sin embargo, muchas veces se inclina por las más bajas. 

En cualquier caso, es el alma del hombre la que se inclina por estas cosas. Esto es evidente porque el alma puede conducirlo por tres cosas:

  1. Guiarlo por cosas de igual valor que el alma
  2. Guiarlo por cosas superiores al alma
  3. Guiarlo por cosas inferiores al alma

Por supuesto hay quienes buscan lo hermoso de las coas del alma, así como también hay quienes buscan las cosas inferiores. A estos los griegos los llamaban vulgarmente saprófilos(1). Pero son las cosas que demuestran igualdad las que nos debieran atraer para contemplar finalmente a Dios. 

Siempre buscamos lo que nos conviene según nuestra naturaleza, y por eso escogeremos mejor cuando optemos por las cosas del alma. Todas ellas, por supuesto, hechas con igualdad e inmortalidad siempre. Lamentablemente, el amor por las cosas placenteras y las del cuerpo apartan al alma de la contemplación divina. 

Segunda proposición: el orgullo aparta de Dios

Una de las primeras cosas que hace separarnos de Dios es la soberbia y sucede cuando el hombre quiere imitar a Dios, al creerse el dueño de la verdad. Así lo dice el libro Ecclesiasticos de la biblia:

Ecclesiasticos 12:14: ''El principio de la soberbia es apartarse de Dios''.

Cuando el alma es soberbia se ''hecha'' al exterior, se hincha para desligarse de Dios. Una vez que el alma es soberbia, esta empieza a buscar a otras almas racionales que se les unan para formar una unión en común y separada de Dios. Estas almas persuaden a otras de manera muy convincente, sin saber ellas que están siendo conducidas por otros caminos. 

¿Qué consecuencias trae este planteamiento? que el alma no tiene real conciencia de lo que está siguiendo ni tampoco puede distinguir la verdad cuando está realmente persuadida. No conoce lo que debe establecerse ni como poder establecerse. 

Tercera proposición: Por la caridad a Dios y las cosas eternas

Si el alma puede caer en el vicio, entonces se debe buscar la forma para que el alma se acerque a la divinidad. La forma de hacerlo es primeramente aceptar a Dios en el corazón. Es decir, hay que amar a Dios y no a las cosas de este mundo, pues es así como dijo el apóstol San Juan.

Juan 2:14-45: ''No améis el mundo porque todo lo que hay en él es concupiscencia en la carne y concupiscencia de los ojos y ambición del siglo''.

El amor por las cosas corporales hace que el hombre voltee su mirada a los placeres. Aquí el alma pierde su orden y comienza a ser relegada a las órdenes del cuerpo lo cual es ignominioso. Los goces del cuerpo en realidad son goces y placeres que nos seducen, son verdaderos goces pero perecen y esa es la gran diferencia con los goces del alma; estos son imperecederos.

El orden y su amor en el alma

Es preferible siempre amar el orden, aunque este venga por defecto un vez que el hombre haga el mal. Todo lo que está mal finalmente se hace bueno con el tiempo porque ya no tiene otra forma de ser. Quien no ama las leyes queda sometido a ellas, más quien las ama no está sometido a nada pues no habrá molestia. 

El alma y las virtudes cardinales

*Para conocer las virtudes cardinales dirigirse al cuarto libro de  la República de Platón de éste blog. 

El camino para que el alma pueda llegar hacia Dios es el camino de las virtudes cardinales:

Templanza: es lo principal para acercarse a Dios, pues evitará que no entremos en los extremos.

Fortaleza: para no temer a la muerte ni a la adversidad. 

Justicia: para que alma no caiga en la soberbia porque un alma racional sólo puede dominar una alma animal. 

Prudencia: para que el alma sepa cuál es su lugar en las hipóstasis, no debe estar ni por sobre Dios ni por debajo de lo cuerpos. 

Estas virtudes cardinales no se encuentran en el mundo de la carne sino que moran en el cielo para siempre. De hecho, si estas virtudes son lo que son, entonces deberían estar en el cielo eternas, más que ser sensibles en este mundo. 

Cuarta proposición: Destello universal de las armonías

El hombre puede caer en la más baja de las bellezas como también puede lograr la más alta. Eso sí, nunca podrá acabar con la belleza por más bajo que caiga porque Dios es quien le ayuda a subir. Si no pudiera haber belleza, entonces nunca podría subir lo cual es absurdo. 

Nada puede nacer de la nada, por lo tanto todo tiene un principio único que sería la unidad, lo Uno. Ninguna de las armonías del músico, o las obras del artesano se hacen de la nada; todo proviene de una unidad y esa unidad la da Dios. 

Conclusión

Un repaso por toda la filosofía agustiniana y cristiana. Terminamos con este tratado sobre la música con unas últimas reflexiones sobre Dios y su inmutabilidad y perfección. Este puede ser uno de los libros sobre la música que más difiere del resto, pues esto fue más filosófico que aleccionar sobre un tema en específico. De todas formas, un libro a considerar para ver los tratados que siguen que serán los del alma.