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miércoles, 3 de diciembre de 2025

Plutarco - Sobre la abundancia de amigos

Plutarco fue un hombre que tuvpo que mantener lazos de amistad en diversas oportunidades. Al estar tomando lo mejor y lo peor de dos culturas, el filósofo pudo verificar la importancia de la amistad en la vida. En Sobre la abundancia de amigos, obra que dialoga con Cómo distinguir a un adulador de un amigo y Cómo sacar provecho de los enemigos, Plutarco reflexiona sobre los límites y el sentido profundo de la philía, recordando que la auténtica amistad se funda en la virtud, la utilidad y el placer compartido, y que su verdadera naturaleza exige estabilidad de carácter y afinidad de vida. Aunque él mismo cultivó un círculo vasto y diverso de amistades —que incluyó incluso mujeres cultas como Clea e Ismenodora, y a su propia esposa Timóxena—, en este tratado sostiene, siguiendo a la tradición griega, que la amistad genuina es rara, difícil de encontrar y naturalmente selectiva. Así, su análisis no solo sintetiza siglos de reflexión moral, sino que abre la puerta para discutir la tensión entre la vida real del polígrafo de Queronea, colmada de vínculos, y su enseñanza teórica sobre los riesgos y límites de tener “muchos amigos”.

SOBRE LA ABUNDANCIA DE AMIGOS

Capítulo 1 — El peligro de multiplicar amigos sin poseer amistad verdadera

Plutarco abre el tratado con una comparación socrática: así como Menón hablaba de muchas virtudes sin conocer ninguna, también nosotros podemos temer “tener muchos amigos” sin comprender ni cultivar una sola amistad auténtica. Esta ironía inicial sirve para introducir el argumento central: quien no ha adquirido la verdadera amistad se engaña creyendo estar rodeado de amigos, y su ilusión es tan absurda como la del lisiado que teme convertirse en Briareo o Argos. Frente a esta exageración, Plutarco recuerda el sabio dicho del joven de Menandro: incluso la sombra de un solo amigo es un prodigioso bien. Así establece el problema: la abundancia numérica es irrelevante si no existe la sustancia moral que hace posible la amistad real.

Capítulo 2 — La inconstancia humana y la imposibilidad de sostener múltiples amistades

En este capítulo, Plutarco denuncia la “insaciabilidad pueril” que lleva a muchos a acumular amistades nuevas sin conservar las antiguas. Como el muchacho que recoge flores sin detenerse, seducidos por la novedad perseguimos muchas relaciones superficiales y abandonamos las que ya habíamos comenzado a cultivar. Para contrarrestar esta tendencia, Plutarco recurre a la tradición heroica —Teseo y Pirítoo, Aquiles y Patroclo, Orestes y Pílades— para recordar que la amistad verdadera siempre ha sido relación de pares, nunca de multitudes. La amistad exige virtud, afecto y estabilidad; bienes rarísimos que no pueden dividirse sin agotarse. Como los ríos que al repartirse pierden fuerza, así el alma que intenta amar a muchos termina debilitándose. La naturaleza misma lo enseña: el amor más intenso se da allí donde hay un único ser al que amar.

Capítulo 3 — La amistad verdadera requiere tiempo, prueba y exclusividad razonable

En este capítulo, Plutarco critica las “amistades instantáneas” propias de quienes confunden convivencia o entretenimiento con philía, recordando que un amigo auténtico es aquel que ha compartido con nosotros una larga fanega de sal. Contra la ilusión de quienes parecen rodeados de amigos por su riqueza o poder, Plutarco insiste en que la amistad exige virtud, trato constante y utilidad recíproca, elementos imposibles de evaluar cuando se acumulan relaciones sin discernimiento. La abundancia, lejos de fortalecer, impide probar el carácter de cada uno: así como no podemos juzgar a muchos bailarines o remeros compitiendo a la vez, tampoco podemos examinar múltiples amistades simultáneamente. De ahí la advertencia: aceptar amigos no probados introduce monedas falsas en nuestra vida afectiva, y desprenderse luego de esos vínculos dañinos es tan doloroso como expulsar un alimento nocivo. La amistad exige preparación, tiempo y prueba; lo contrario conduce al engaño y al sufrimiento.

Capítulo 4 — No aceptar amigos fáciles: buscar al digno, no al disponible

Aquí Plutarco resume una regla práctica esencial: no se debe acoger con ligereza a cualquiera que se cruce en nuestro camino ni amar a quienes buscan nuestra amistad por conveniencia. El verdadero criterio consiste en seleccionar cuidadosamente a quienes son dignos de afecto, virtud y utilidad mutua. Así como evitamos las zarzas y espinos para acercarnos al olivo y la vid, también debemos rechazar al que se ofrece demasiado rápido, y en cambio abrazar solo a quienes hemos aprendido a valorar. La amistad no puede nacer de la facilidad, sino de la elección deliberada y prudente.

Capítulo 5 — La amistad exige tiempo, convivencia y unidad: por eso no puede multiplicarse

Plutarco comienza comparando la amistad con las obras de Zeuxis: aquello que está hecho “para durar” requiere tiempo, cuidado y prueba. De igual modo, no se debe acoger a un amigo sin un examen prolongado, porque el verdadero disfrute de la amistad depende del trato íntimo y constante, de compartir días y noches, y de la cohesión que surge de la convivencia profunda. Plutarco emplea imágenes potentes: la amistad auténtica actúa como el cuajo que solidifica la leche, uniendo y dando consistencia; en cambio, la amistad con muchos deshace esa cohesión, obliga a repartir atención y desalienta la consolidación afectiva. La diversidad de intereses, impulsos y circunstancias entre numerosos amigos introduce desigualdad, confusión y dispersión: lo útil de la amistad se vuelve inútil cuando se divide. Así, este capítulo refuerza la tesis central: la naturaleza misma de la amistad —que requiere unión sólida, continuidad y convergencia vital— la vuelve incompatible con la multiplicidad excesiva.

Capítulo 6 — Las exigencias contradictorias de muchos amigos hacen imposible satisfacerlos a todos

En este capítulo, Plutarco profundiza en el conflicto práctico generado por la abundancia de amigos. Si todos desean lo mismo al mismo tiempo, es imposible cumplir con todos; y si desean cosas distintas, es igualmente imposible estar presente en cada situación. El amigo reclama compañía en los viajes, defensa en los juicios, apoyo en la administración doméstica, celebración en los matrimonios y presencia en los funerales. Pero al faltar a uno por acudir a otro, se despiertan celos y resentimientos. La mayoría quiere muchos amigos solo para recibir beneficios, olvidando que también deben dar ayuda a muchos. Así, quien pretende multiplicar amistades se ve atrapado en un círculo de exigencias inagotables, como un Briareo con cien manos que debe atender cincuenta bocas. Plutarco refuta a Eurípides, quien aconsejaba amistades “moderadas y fáciles de deshacer”, afirmando que esa flexibilidad debe aplicarse a las enemistades, no a las amistades. La verdadera amistad exige profundidad y entrega, pero esa misma intensidad implica que, donde hay amigos, también habrá necesariamente enemigos. En suma, la multiplicación de vínculos desborda la capacidad humana y pervierte la esencia de la relación amistosa.

Capítulo 7 — Los peligros inevitables de la amistad: compartir enemigos, riesgos y desgracias

Plutarco muestra que todo amigo verdadero entra de inmediato en las enemistades de su amigo: los adversarios de uno sospechan y odian a los allegados del otro, y la abundancia de amigos transforma el “enjambre” amistoso en un avispero peligroso. Los grandes ejemplos históricos —Filotas, Parmenión, los amigos de Dion, de Plauto o de Sejano— refuerzan la idea de que, cuando un amigo cae, sus allegados suelen caer con él. También los más virtuosos perecen por solidaridad, como Teseo con Pirítoo o los atenienses descritos por Tucídides durante la peste. La conclusión es clara: quien multiplica amistades multiplica, a la vez, riesgos y cargas que pueden arrastrarlo a la ruina.

Capítulo 8 — La verdadera amistad exige igualdad de carácter: por eso es imposible tener muchos amigos

Aquí Plutarco afirma que no debe entrelazarse la propia virtud con cualquiera, sino reservarla para quienes pueden corresponder verdaderamente al afecto y la participación. La amistad nace solo entre iguales: así como los animales rehúyen unirse a especies distintas, también los seres humanos solo pueden establecer relaciones firmes con quienes comparten modo de vida, carácter y disposiciones emocionales. La armonía musical puede surgir de tonos opuestos, pero la armonía amistosa no admite divergencias profundas: debe haber comunión en palabras, consejos, opiniones y afectos, “como si una sola alma habitara varios cuerpos”. Esta exigencia de semejanza convierte en imposible la amistad con muchos.

Capítulo 9 — La imposibilidad de adaptarse a muchos: la amistad requiere estabilidad, no metamorfosis

Plutarco pregunta retóricamente qué tipo de hombre podría transformarse tantas veces como para acomodarse a numerosos amigos distintos. Se burla del consejo de Teognis —el del pulpo que adopta el color de la roca— porque, a diferencia de la superficial metamorfosis del animal, la amistad exige una transformación profunda: coincidencia de caracteres, pasiones, palabras y ocupaciones. Para ilustrar el absurdo de la “abundancia de amigos”, recurre a la figura de Proteo, capaz de cambiar sin cesar de forma: aquel que quiere contentar a muchos debería ser un ser inestable, capaz de volverse dialéctico con los dialécticos, luchador con los luchadores, cazador con los cazadores, bebedor con los bebedores y político con los políticos, perdiendo todo arraigo y consistencia. Tal como la materia indeterminada que cambia según las cualidades que la afectan, quien tiene demasiados amigos tendría que poseer un alma blanda, moldeable y volátil. Pero la amistad —insiste Plutarco— exige lo contrario: un carácter firme, sólido y constante. Por eso el amigo fiel es raro, precisamente porque la amistad auténtica no admite transformaciones oportunistas ni multiplicación indiscriminada de vínculos.


Conclusión

Plutarco nos deja una advertencia tan lúcida como provocadora: quien quiere “muchos amigos” termina sin ninguno. La amistad auténtica no nace de la abundancia, sino de la elección cuidadosa, del tiempo compartido, de la prueba silenciosa y de la afinidad que une como si dos almas fueran una sola. Acumular amistades dispersa el corazón, multiplica enemigos, exige máscaras cambiantes y nos arrastra a peligros que no alcanzamos a ver. En cambio, un amigo verdadero —uno solo, pero firme, probado y constante— vale más que cualquier multitud ruidosa y pasajera. El tratado entero es un llamado a preferir la profundidad sobre la cantidad, la lealtad sobre la apariencia y la identidad sobre la adaptación interminable. Plutarco nos invita, en suma, a elegir mejor, a amar mejor y a no confundir compañía con amistad.

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