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lunes, 9 de junio de 2025

Materia Universal

Materia Universal

En la historia de la filosofía, pocos conceptos han generado tanta discusión como el de "materia". Para Aristóteles, era el principio pasivo de los cuerpos; para los estoicos, una sustancia dotada de extensión; para Plotino, un vestigio último del Uno. Sin embargo, fue Ibn Gabirol, filósofo judío andalusí del siglo XI, quien propuso una idea radical: toda la creación, tanto visible como invisible, material como espiritual, está compuesta de materia y forma. A este principio subyacente y común lo llamó Materia Universal.

Aristóteles 

Para Aristóteles, la materia (hylē) es uno de los dos principios fundamentales de todos los entes naturales, junto con la forma (morphē), y juntos componen la teoría hilemórfica. La materia es entendida como un principio pasivo, de pura potencia, que no posee cualidades, figura ni determinación alguna por sí misma. No existe de manera independiente, sino que solo existe en unión con una forma, la cual la actualiza y determina. Es, por tanto, aquello que puede llegar a ser algo, pero que aún no lo es.

Además de esta materia primera, que es absolutamente indeterminada, Aristóteles también distingue una materia segunda, que es aquella que ya posee una cierta determinación pero que puede transformarse. Por ejemplo, el bronce es materia segunda cuando se utiliza para esculpir una estatua: ya tiene forma de bronce, pero puede adquirir una nueva forma (la figura esculpida). Así, la materia está íntimamente ligada al cambio: permite que algo pase de la potencia al acto, de lo que puede ser a lo que efectivamente es.

Esta concepción de la materia se aplica exclusivamente a los entes sensibles y corpóreos. Aristóteles no extiende el concepto de materia a las sustancias inmateriales, como el alma racional (en su aspecto más elevado), el entendimiento agente o los inteligibles puros, que son considerados formas sin materia, es decir, entidades simples y actualizadas completamente. Por ello, según su filosofía, los seres inmateriales no están compuestos de materia y forma, sino que son formas puras.

En consecuencia, para Aristóteles no existe una Materia Universal común a todos los seres. La materia es múltiple y específica de cada clase de ente natural, y no se aplica a los seres espirituales. La multiplicidad de lo creado no surge de una única materia común, sino de la pluralidad de sustancias formales que existen en distintos órdenes del ser.

Estoicismo

La física estoica plantea un universo completamente material, racional y viviente. Todo lo que existe —desde los cuerpos celestes hasta las emociones humanas— es corpóreo, porque solo lo corpóreo puede actuar o ser afectado. Esta visión elimina la separación radical entre cuerpo y alma, entre espíritu y materia. El alma, para los estoicos, no es inmaterial, sino una forma de fuego racional, un pneuma (aliento) que penetra el cuerpo y le da vida, orden y cohesión.

Este fuego primordial, principio activo, es Dios o Naturaleza, y no es un ser trascendente, sino inmanente al cosmos. No hay un Dios fuera del mundo: el mundo mismo es Dios, y por eso todo lo que ocurre, ocurre conforme a la razón universal. La materia, por sí sola, es inerte, pasiva. Pero una vez impregnada por este logos ígneo, se vuelve dinámica y viviente.

El estoicismo propone así una unidad substancial entre lo físico y lo espiritual, entre lo humano y lo divino. El alma humana no es otra cosa que una porción del logos cósmico, y por eso participa de su racionalidad. Pero también, como está compuesta de materia, está sujeta a las leyes naturales, al destino (heimarmenē). El libre albedrío humano consiste no en cambiar el curso del destino, sino en aceptarlo con sabiduría, en vivir conforme a la naturaleza racional del universo.

Lo interesante de esta concepción es cómo rompe el dualismo tradicional entre alma y cuerpo. No hay una materia sin espíritu, ni un espíritu sin materia. Todo está penetrado por el logos. Incluso las pasiones —ira, deseo, miedo— son materiales, y se expresan en el cuerpo porque tienen una realidad física. Por lo mismo, la sabiduría no es una fuga del mundo material, sino una forma de vivir en armonía con él, entendiendo su racionalidad interna.

Por lo demás, los estoicos redujeron todo lo que existe y puede ser pensado a cuatro categorías principales, que intentan explicar todo lo que puede existir en el universo material y cómo se relacionan las cosas entre sí.

Estas cuatro categorías son:

  1. Sustancia (ὑποκείμενον – hypokeimenon):
    Es la materia subyacente, el sustrato pasivo de todas las cosas. No tiene cualidades por sí misma, pero es el soporte que permanece a través del cambio. Es la base física, eterna e informe. Por ejemplo, en un trozo de madera, la madera misma sería la sustancia.

  2. Cualidad (ποιόν – poion):
    Son las cualidades que se imponen a la materia y le dan forma y estructura. Son activas y derivan del logos, el principio racional que ordena el mundo. Por ejemplo, la forma, la dureza o la temperatura de la madera son cualidades. Estas cualidades hacen que la materia sea una cosa determinada: una taza, una piedra, un cuerpo humano.

  3. Disposición (πως ἔχον – pōs echon):
    Es la manera específica en que una cualidad se presenta en un momento dado. Se refiere a estados o condiciones temporales de las cosas, como “la madera está mojada” o “el cuerpo está enfermo”. A diferencia de las cualidades permanentes, estas disposiciones son accidentales y mutables.

  4. Relación (πρός τί πως ἔχον – pros ti pōs echon):
    Es la relación que una cosa tiene con otra. Por ejemplo: “más grande que”, “más rápido que”, “padre de”, etc. Estas relaciones no existen por sí solas, sino en función de los términos que relacionan. Son también estados que dependen del contexto.

Pero estas categorías no son lingüísticas, sino ontológicas: describen lo que hay realmente en el mundo, no lo que se puede decir del ser. Son categorías del ser corpóreo y dinámico, no del lenguaje o de la lógica formal.

Ibn Gabirol (Avicebrón)

Para Ibn Gabirol (Avicebrón), toda la creación está compuesta por materia y forma, sin excepción. Esto incluye no solo los cuerpos físicos, como en el hilemorfismo aristotélico, sino también los entes espirituales, como las almas, las inteligencias celestes e incluso las sustancias separadas. Su doctrina, por tanto, sostiene que existe una única materia espiritual común a todos los seres creados, a la que denomina Materia Universal. Esta materia no es corpórea ni perceptible, sino una realidad metafísica, creada por Dios, que sirve como sustrato de todo lo que no es Dios.

San Buenaventura

San Buenaventura (1217–1274) es una de las grandes figuras de la escolástica franciscana y se caracteriza por una fuerte influencia del pensamiento platónico, agustiniano y neoplatónico. A diferencia del aristotelismo más racionalista de Tomás de Aquino, Buenaventura defiende una metafísica de la participación, donde todo ser finito participa del Ser supremo, que es Dios. En este marco, la materia no es simplemente un componente pasivo de los cuerpos, sino un principio más profundo que está presente en toda la creación como huella de Dios.

San Buenaventura acepta que los seres espirituales creados, como los ángeles y las almas, están compuestos de materia y forma, aunque no de una materia corpórea, sino de una materia espiritual. En esto sigue la línea propuesta por Ibn Gabirol, y se distancia de Aristóteles y de Tomás de Aquino, quienes sostienen que las sustancias espirituales son formas puras, sin materia. Para Buenaventura, incluso los ángeles tienen potencia receptiva, es decir, están compuestos por algo que puede recibir determinación (materia) y algo que la actualiza (forma).

Aunque Buenaventura no usa el término "materia universal" con la misma sistematicidad que Ibn Gabirol, su pensamiento implica una noción equivalente. En su visión jerárquica del cosmos, todo lo creado participa de una misma estructura ontológica, donde hay una materia común a todos los seres finitos, aunque diferenciada en sus niveles. Esta materia no es negativa, como en Plotino, sino una manifestación del orden y la posibilidad de la creación, querida por Dios. Esta idea aparece en obras como el Commentaria in II Sententiarum y en su Itinerarium mentis in Deum.

Para Buenaventura, esta concepción de la materia universal tiene un propósito teológico claro: unificar la estructura de la creación y mostrar cómo todo el orden del mundo remite a Dios. La materia, tanto espiritual como corporal, es un principio de multiplicidad, pero también de comunión, pues permite que la diversidad de los entes remita a un único Creador. Esta materia no es autosuficiente: es creada, finita y dependiente del Ser supremo, lo cual es esencial para evitar cualquier forma de panteísmo.

Conclusión

La doctrina de la materia universal en Ibn Gabirol nos invita a repensar la unidad profunda de la creación: todo lo que no es Dios comparte una misma raíz ontológica, una materia espiritual que, lejos de ser carencia o degradación, es posibilidad, apertura y receptividad ante la forma. En este sentido, la materia deja de ser un residuo oscuro del ser para convertirse en el eco más lejano, pero también más fiel, de la voluntad divina que todo lo abarca sin confundirse con nada.

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