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lunes, 21 de octubre de 2024

Juan Calvino - Necesidad de reformar la iglesia (1544)

 


Escrita por Juan Calvino en 1544, es uno de los textos más importantes dentro del movimiento de la Reforma Protestante. En este escrito, Calvino se dirige al emperador Carlos V y a los príncipes reunidos en la Dieta de Spira, con el propósito de exponer las razones urgentes por las cuales la Iglesia cristiana necesitaba una profunda reforma.

Calvino argumenta que la Iglesia de su tiempo estaba profundamente corrompida, tanto en su doctrina como en su práctica, y que era imperativo restaurar la pureza del culto y del gobierno eclesiástico. La obra se centra en tres aspectos principales: el diagnóstico de los males que afectaban a la Iglesia, la justificación de las reformas propuestas, y la urgencia de implementarlas sin demora. Para Calvino, la corrupción del sistema sacramental y la opresión tiránica del gobierno clerical eran indicativos de un alejamiento de la auténtica fe cristiana.

NECESIDAD DE REFORMAR LA IGLESIA

Calvino inicia explicando la gravedad del estado actual de la Iglesia, la cual se encuentra en una condición de corrupción y descomposición que, a su juicio, es evidente para todos. A pesar de no ser una figura de gran autoridad, se dirige a los poderosos con humildad, confiando en que sus argumentos serán escuchados. En su mensaje, expresa que su propósito es defender la sana doctrina y pide que se le conceda la oportunidad de ser escuchado sin prejuicios.

Calvino destaca que su petición no es sólo individual, sino que refleja el sentir de muchos príncipes, comunidades y creyentes piadosos que comparten su deseo de ver la Iglesia restaurada. Argumenta que no puede ignorarse más la situación crítica de la Iglesia, y que es urgente actuar. Reconoce que los reformadores han sido acusados de actuar de manera precipitada, pero defiende que las reformas que proponen son el resultado de una necesidad extrema y no de un deseo de innovar sin razón.

Para fundamentar su llamado a la reforma, Calvino propone tres puntos: primero, enumera los males que aquejan a la Iglesia, como la corrupción de los sacramentos y el gobierno eclesiástico convertido en tiranía. Segundo, argumenta que los remedios propuestos por los reformadores son apropiados y beneficiosos para corregir estos males. Y, tercero, afirma que la situación era tan crítica que no había margen para demorar más en la implementación de los cambios necesarios.


Sección I: Los Males que nos Obligan a Buscar Remedios

En esta sección, Calvino introduce las razones que lo impulsan a buscar reformas para la Iglesia. Comienza rechazando las acusaciones de sedición y sacrilegio, asegurando que su intervención no es impulsiva ni injustificada. Para él, la religión cristiana se sostiene sobre dos pilares fundamentales: el correcto conocimiento de cómo debe adorarse a Dios y el origen de la salvación. Si estos pilares no se respetan, la profesión de fe cristiana es vacía y carente de valor. Además, menciona que los sacramentos y el gobierno de la Iglesia existen para preservar estas doctrinas, y que la correcta administración de ambos es esencial para la fe cristiana.

La Verdadera Adoración

Calvino explica que la verdadera adoración consiste en reconocer a Dios como la fuente de toda virtud y salvación. Esto se expresa a través de la oración, la alabanza y la acción de gracias. Esta adoración debe ser interior, espiritual, y debe obedecer estrictamente lo que Dios ha mandado en las Escrituras. Rechaza cualquier invención o artificio humano en el culto, afirmando que toda adoración debe estar conforme a lo prescrito por Dios. Para Calvino, cualquier adoración fuera de estas directrices es idolatría y corrupción.

Ceremonias en la Adoración

Critica duramente las ceremonias en la Iglesia de su tiempo, describiéndolas como un retorno al judaísmo y una mezcla de prácticas paganas que convierten el culto en un espectáculo teatral. A su juicio, estas ceremonias no solo son innecesarias, sino que también desvían a los fieles del verdadero propósito de la adoración, que es la renovación espiritual y la devoción interior. Para él, las ceremonias deberían ser simples y estar enfocadas en ejercitar la piedad, en lugar de convertirse en un fin en sí mismas.

Origen de la Salvación

Calvino aborda la doctrina de la salvación, dividiéndola en tres etapas: 

  • El reconocimiento de la miseria del ser humano, 
  • La salvación a través de Cristo y 
  • La plena confianza en Él. 

Calvino señala que el pecado original ha sido minimizado en las doctrinas de la Iglesia, y que el concepto de libre albedrío ha llevado a una falsa confianza en las propias virtudes. Critica la enseñanza de la justificación por obras, argumentando que únicamente la fe en Cristo puede reconciliar al hombre con Dios. Añade que la creencia de que los fieles deben vivir en incertidumbre sobre su salvación es destructiva, ya que anula la confianza en las promesas divinas.

El Gobierno y la Administración de los Sacramentos

En esta sección, Calvino aborda la administración de los sacramentos y el gobierno de la Iglesia, comparándolos con el "cuerpo" de la fe cristiana, cuya eficacia depende de la correcta doctrina que los sostiene. Comienza criticando que los sacramentos han sido desfigurados por añadiduras humanas, alejándose de las enseñanzas originales de Cristo. Critica la introducción de cinco sacramentos adicionales a los que Cristo instituyó, señalando que estos carecen de fundamento bíblico y que la Iglesia ha subordinado la gracia de Dios a rituales inventados por hombres. Además, denuncia que los dos sacramentos legítimos —el bautismo y la Cena del Señor— han sido corrompidos. El bautismo ha sido alterado por ceremonias superfluas, y la Cena ha sido reemplazada por la misa, que considera una representación teatral que distorsiona su verdadero significado.

La Misa y la Santa Cena

Calvino arremete contra la misa, argumentando que contradice el mandato de Cristo de compartir el pan y el vino en comunión, ya que en la misa el sacerdote consume en solitario lo que debería ser compartido con la congregación. Además, acusa a los sacerdotes de usurpar el papel de Cristo al presentarse como intermediarios que ofrecen sacrificios por los pecados, algo que considera una distorsión grave del mensaje del Evangelio. La misa, afirma, ha reemplazado la muerte expiatoria de Cristo por un ritual vacío, donde incluso se adora el pan consagrado como si fuera Cristo mismo.

La Profanación de los Sacramentos

Calvino denuncia que los sacramentos se han convertido en objetos de superstición y comercio. Las ceremonias, que deberían acercar a los fieles a Cristo, han sido vaciadas de su significado espiritual y son vendidas como mercancías, convirtiendo las iglesias en mercados. Critica que los sacramentos sean presentados al pueblo sin explicar su significado, lo que lleva a los fieles a enfocarse más en los rituales externos que en la fe y el arrepentimiento necesarios para la salvación. También condena la práctica de almacenar el pan consagrado y usarlo en procesiones y como amuleto, prácticas que distorsionan el propósito de los sacramentos.

La Corrupción del Gobierno Eclesiástico

Calvino también critica el estado del gobierno eclesiástico, señalando que los obispos y pastores han abandonado su deber de enseñar, dedicándose a ceremonias vacías y a la administración de sus obispados como principados seculares. Además, señala que muchos sacerdotes viven en la inmoralidad, desvirtuando el ministerio con su avaricia, orgullo y lujuria. El celibato, que es considerado un símbolo de virtud, se ha convertido, según Calvino, en una fachada que encubre la promiscuidad y el escándalo.

El Abuso del Poder Eclesiástico

En la última parte, Calvino critica la tiranía espiritual que los líderes de la Iglesia ejercen sobre las almas, imponiendo leyes humanas en lugar de seguir las enseñanzas de Cristo. Argumenta que los líderes eclesiásticos se han arrogado el poder de dictar nuevas doctrinas sin basarse en las Escrituras, exigiendo obediencia absoluta a sus decretos y sofocando cualquier disidencia. Calvino lamenta que las conciencias de los creyentes estén atrapadas en un laberinto de reglas inventadas, y que quienes intenten desafiar esta autoridad sean condenados como herejes.

Finalmente, recuerda que el propósito de la Reforma fue precisamente liberar a la Iglesia de estas corrupciones. Lutero y otros reformadores, dice, se levantaron para restaurar la verdadera doctrina y purificar la Iglesia de todas las supersticiones, prácticas comerciales y abusos que la habían contaminado.


Sección II: Los Remedios Empleados para Corregir los Males

En esta sección, Calvino expone los remedios aplicados por los reformadores para corregir los males en la Iglesia. Afirma que las reformas no se hicieron con otro propósito que el de mejorar la condición de la Iglesia, y asegura que, aunque su doctrina ha sido atacada con calumnias, los reformadores han trabajado en concordancia con la Palabra de Dios. Calvino señala que, a pesar de las críticas, la Reforma ha permitido que la gente lea las Escrituras y que se aclaren puntos fundamentales de la fe cristiana que estaban cubiertos por la ignorancia y supersticiones.

Calvino defiende que las reformas no introdujeron innovaciones sin sentido, sino que restauraron la Iglesia a su forma original, basada en las Escrituras. Destaca que la adoración a Dios debe ser realizada de forma espiritual y centrada en Su gloria, sin añadir elementos humanos o supersticiones. Además, los reformadores trabajaron para dirigir la atención hacia la grandeza de Dios, promoviendo una reverencia genuina y llamando a los creyentes a confiar completamente en Él.

Reforma de la Adoración Pública

Calvino afirma que la adoración pública en las iglesias reformadas se ha purificado de las supersticiones y de los ritos inventados por los hombres, enfocándose exclusivamente en adorar a Dios en espíritu y en verdad. Critica el uso de imágenes, la adoración a santos y reliquias, y la corrupción que estos elementos trajeron a la Iglesia, afirmando que los reformadores actuaron de manera correcta al eliminarlos. Los enemigos de la Reforma, según Calvino, defienden estas prácticas a pesar de que están claramente prohibidas en la Biblia y fueron condenadas por los profetas.

Calvino menciona que la adoración a imágenes y reliquias no es diferente a la idolatría de los paganos, quienes adoraban objetos físicos como representaciones de lo divino. Señala que, aunque algunos intentan justificar esta práctica argumentando que no es idolatría, en realidad no hay diferencia entre venerar una imagen o cualquier otro objeto de culto. Al eliminar estas prácticas, los reformadores no violaron el culto verdadero, sino que lo restauraron a su pureza original.

Reforma de la Oración

Calvino expone tres correcciones que los reformadores implementaron en la oración. Primero, eliminaron la intercesión de los santos, enseñando a los creyentes a orar directamente a Dios en el nombre de Cristo, el único mediador. Esto, asegura, no es una falta de respeto hacia los santos, sino una restauración de la forma correcta de orar, según lo enseñado por Cristo y los apóstoles.

Segundo, los reformadores enseñaron a los creyentes a orar con entendimiento, evitando el uso de lenguas desconocidas que no aportan significado a las oraciones. Calvino critica la práctica de rezar en latín, una lengua que los fieles no entendían, y destaca que la verdadera oración debe involucrar tanto el corazón como la mente. Argumenta que esta práctica no solo es irracional, sino que contradice directamente las enseñanzas bíblicas, como las de Pablo, quien insiste en que las oraciones sean comprensibles para todos.

Por último, Calvino sostiene que la oración debe ser hecha con fe firme y sin titubeos, confiando plenamente en las promesas de Dios. Esta corrección, dice, es crucial, ya que la oración sin fe es vana y no es aceptable ante Dios. Las oraciones deben ser ofrecidas con confianza en Cristo, el único mediador, y los creyentes deben estar seguros de que, al invocar a Dios, sus oraciones serán escuchadas.

Reforma de la Doctrina de Salvación

En esta sección, Calvino expone la reforma de la doctrina de la salvación, destacando los aspectos en los que la enseñanza reformada difiere de las doctrinas tradicionales. Afirma que la salvación solo puede encontrarse en Cristo y no en los propios méritos del hombre, ya que la naturaleza humana está completamente corrompida por el pecado. La caída de Adán y Eva dejó al hombre espiritualmente muerto, incapaz de hacer el bien sin la intervención de la gracia de Dios. Sin embargo, los adversarios de Calvino sostienen que el hombre conserva alguna capacidad para colaborar en su salvación, aunque reconocen que necesita la ayuda del Espíritu Santo.

Calvino rechaza esta visión, afirmando que la doctrina reformada enseña una completa dependencia de la gracia divina para la salvación. La naturaleza humana está tan corrompida que ningún acto humano puede contribuir a la salvación. Solo en la gracia de Dios, y no en la capacidad humana, reside la posibilidad de redención. Esta perspectiva, dice Calvino, está en consonancia con la enseñanza de la Iglesia antigua, particularmente con San Agustín, y eleva a Dios al lugar central en la salvación, promoviendo tanto la humildad como la gratitud en los creyentes.

Mérito de las Obras

Calvino aborda la cuestión del mérito de las obras humanas en la salvación, afirmando que, aunque las buenas obras son importantes y Dios las recompensa, no pueden ser la base de la justificación ante Dios. Según él, la justificación es un regalo de la gracia divina, otorgado a través de la fe en Cristo y no por los méritos de las acciones humanas. Afirma que las obras no tienen valor suficiente para merecer la salvación, ya que siempre están manchadas por el pecado y la imperfección.

Los adversarios de Calvino sostienen que las buenas obras pueden contribuir a la salvación y que, aunque el pecado requiere el perdón de Dios, los humanos pueden compensar sus errores a través de la contrición y las obras de supererogación. Calvino rechaza esta idea, insistiendo en que la única satisfacción válida por los pecados es la expiación realizada por Cristo en la cruz. Para Calvino, la doctrina de las obras de supererogación es una blasfemia, ya que sugiere que los humanos pueden hacer más de lo que es necesario para satisfacer la justicia de Dios, algo que considera imposible.

La Recompensa de las Obras

Aunque reconoce que Dios recompensa las buenas obras, Calvino insiste en que esta recompensa no se basa en el mérito humano, sino en la gracia de Dios. Las buenas obras de los creyentes son imperfectas y solo pueden ser aceptadas por Dios gracias a la mediación de Cristo. Esta enseñanza, según Calvino, sirve para mantener a los creyentes en humildad y gratitud, ya que les recuerda que incluso sus mejores acciones dependen de la misericordia de Dios.

Reforma de los Sacramentos

En cuanto a los sacramentos, Calvino señala que la Reforma los ha purificado de muchos ritos y añadiduras humanas que se habían introducido con el tiempo. Los reformadores reconocen solo dos sacramentos instituidos por Cristo: el bautismo y la Santa Cena. Calvino critica las prácticas que añaden ritos innecesarios a los sacramentos y que desvían la atención de los fieles de su verdadero significado espiritual. En el caso del bautismo, condena las supersticiones que se habían acumulado alrededor del rito, como el uso de elementos simbólicos añadidos como aceite o sal.

En cuanto a la Santa Cena, Calvino denuncia la invención de la transubstanciación y el uso supersticioso del pan consagrado, que en muchos casos se adoraba como si fuera Dios mismo. Calvino defiende que la Santa Cena debe ser una conmemoración de la muerte de Cristo, en la cual los fieles participan en Su cuerpo y sangre de manera espiritual, siguiendo el mandato de Cristo. También critica la práctica de la misa como un sacrificio expiatorio, insistiendo en que solo el sacrificio de Cristo en la cruz es suficiente para expiar los pecados.

Restauración de la Comunión y la Explicación de los Sacramentos

Calvino enfatiza que la Reforma ha restaurado la comunión plena en la celebración de la Santa Cena, devolviendo al pueblo la copa que había sido retirada por la Iglesia. Además, los reformadores han restablecido la antigua práctica de explicar el significado de los sacramentos a los fieles, asegurando que los creyentes entiendan los beneficios espirituales que estos ofrecen. En contraste con las prácticas anteriores, donde los ritos eran realizados en una lengua desconocida y sin explicación, la Reforma ha buscado que los sacramentos sean entendidos y apreciados por todos.

En resumen, Calvino defiende las reformas en la doctrina de la salvación y los sacramentos como una restauración de las enseñanzas y prácticas bíblicas. Para él, estas reformas han liberado a la Iglesia de supersticiones y falsas doctrinas, devolviendo a Cristo el lugar central en la salvación y en la adoración de los creyentes.

Reforma del Gobierno de la Iglesia

En esta sección, Calvino explica las reformas implementadas en el gobierno de la Iglesia y defiende su legitimidad frente a las críticas de los adversarios. Sostiene que la reforma no se aparta de la tradición apostólica, sino que busca restaurar el gobierno de la Iglesia a su forma original, tal como fue instituida en los tiempos apostólicos y la Iglesia primitiva. Uno de los puntos principales que subraya es que los pastores no solo deben gobernar la Iglesia, sino también enseñar de manera diligente, y si no cumplen con este deber, no deben conservar el cargo.

Calvino critica la negligencia en la selección de pastores y obispos en la Iglesia de su tiempo, señalando que muchas personas sin capacidad ni vocación eran promovidas al sacerdocio. En contraste, en las iglesias reformadas, aunque algunos ministros carecían de un alto nivel de estudio, todos eran examinados y seleccionados con cuidado, y nadie permanecía en el cargo si no cumplía con sus deberes.

Autoridad y Ordenación

Uno de los principales puntos de disputa entre los reformadores y la Iglesia católica era sobre la autoridad en la ordenación de los ministros. Los adversarios de Calvino argumentaban que la autoridad para ordenar pertenecía únicamente a los obispos, quienes afirmaban haber recibido esta prerrogativa a través de una sucesión apostólica continua. Sin embargo, Calvino desafía esta afirmación, señalando que la verdadera sucesión apostólica no se basa solo en la transmisión del cargo, sino en la fidelidad a la doctrina y las prácticas apostólicas. Critica duramente la conducta de muchos de los obispos de su tiempo, quienes no enseñaban ni gobernaban conforme a las Escrituras, y considera que han perdido el derecho a reclamar esa sucesión.

Calvino también menciona las prácticas corruptas que se habían introducido en el proceso de ordenación. Señala que en la Iglesia primitiva, las ordenaciones incluían un examen riguroso del estilo de vida y la doctrina del candidato, así como la participación del clero y del pueblo en la selección. Estas prácticas, según Calvino, habían sido abandonadas, y los obispos contemporáneos se habían arrogado un poder exclusivo que no respetaba las normas bíblicas ni las de los primeros concilios.

Crítica a la Suciedad del Clero

Además, Calvino critica la impureza moral y la corrupción entre el clero. Señala que los obispos y otros líderes de la Iglesia estaban más preocupados por mantener su poder y riquezas que por pastorear a sus congregaciones. Los describe como enemigos de la sana doctrina, que luchan activamente contra aquellos que buscan restaurar la verdad del Evangelio. Según Calvino, estos líderes son responsables de la degradación de la Iglesia, y cualquier reclamo de autoridad sobre la ordenación es inválido debido a su infidelidad a la misión apostólica.

Formas y Ceremonias de la Ordenación

Calvino también rechaza las críticas que los adversarios lanzan sobre las formas de ordenación en la Reforma. Acusan a los reformadores de no seguir las ceremonias tradicionales, como la unción de manos o la vestimenta especial de los sacerdotes. Calvino, sin embargo, sostiene que la única ceremonia necesaria, según las Escrituras y la Iglesia primitiva, es la imposición de manos. Las ceremonias adicionales, argumenta, fueron inventadas posteriormente y no tienen una base bíblica. Así, defiende la simplicidad de las ordenaciones reformadas y afirma que los elementos añadidos no tienen valor si no están respaldados por un mandato divino.

La Carga de las Tradiciones Humanas

Calvino también se refiere a las tradiciones humanas que habían oprimido a la Iglesia, obligándola a seguir una multitud de reglas innecesarias. Critica la acumulación de leyes y regulaciones eclesiásticas que se habían convertido en una carga insoportable para las conciencias de los creyentes, una situación que, según él, incluso San Agustín lamentó en su tiempo. Calvino argumenta que los reformadores actuaron para liberar a los creyentes de esta esclavitud, ya que solo Dios tiene la autoridad para imponer leyes sobre la conciencia humana.

Tres Controversias Principales

Calvino aborda tres áreas principales de controversia con la Iglesia católica: el consumo de carne, el celibato sacerdotal y la confesión auricular.

  1. Consumo de carne: Calvino defiende la libertad de los cristianos para comer carne en cualquier día, argumentando que las restricciones sobre la comida eran tradiciones humanas y no estaban respaldadas por las Escrituras. Critica la desproporción en los castigos impuestos por la Iglesia, donde comer carne en un día prohibido era castigado más severamente que la inmoralidad sexual.

  2. Celibato sacerdotal: Calvino rechaza la imposición del celibato a los sacerdotes, señalando que esta prohibición ha llevado a la corrupción moral dentro del clero. Afirma que el matrimonio es honroso y que la prohibición del matrimonio para los sacerdotes es contraria a las Escrituras, citando ejemplos de ministros casados en la Iglesia primitiva.

  3. Confesión auricular: Finalmente, Calvino condena la práctica de la confesión auricular obligatoria, señalando que había sido introducida tardíamente en la Iglesia y que solo servía para atormentar las conciencias. Argumenta que la confesión de los pecados debe ser voluntaria y no impuesta como una obligación legal, y que la absolución de los pecados solo puede provenir de Dios, no del sacerdote.


La reforma no solo restaura la enseñanza apostólica, sino que también libera a los creyentes de la opresión de las tradiciones humanas que, según él, habían oscurecido el verdadero mensaje del Evangelio.

Sección III: Reforma Requerida Sin Dilación

En esta sección, Calvino aborda la urgencia de la reforma en la Iglesia, respondiendo a las críticas de aquellos que sostenían que las reformas no eran necesarias o que debían implementarse de manera más gradual. Calvino comienza refutando la acusación de que los reformadores fueron responsables de la turbulencia que sacudió a la Iglesia. Alega que la verdadera causa del conflicto fue la obstinada resistencia a la verdad por parte de aquellos que defendían los abusos e idolatrías prevalentes en la Iglesia. Así como el profeta Elías fue injustamente acusado por el rey Acab de ser un perturbador de Israel, Calvino ve una acusación similar dirigida hacia los reformadores, quienes, según él, solo buscaban restaurar la adoración pura de Dios.

Calvino explica que los tumultos en la Iglesia no fueron causados por los reformadores, sino por aquellos que, en lugar de aceptar correcciones pacíficas y basadas en la verdad, respondieron con violencia y represión. Calvino afirma que su objetivo no fue nunca causar divisiones, sino procurar que Dios fuera adorado correctamente y que su verdad prevaleciera. Cita el ejemplo de Cristo, a quien los impíos también resistieron, y argumenta que la contienda ha sido siempre parte del destino del Evangelio en el mundo.

Objeciones a la Reforma

Los adversarios de Calvino también sostienen que los males en la Iglesia no justifican las medidas radicales que los reformadores propusieron. Según ellos, algunas corrupciones debían ser toleradas y otras corregidas de manera gradual, sin recurrir a cambios bruscos. Calvino responde a estas críticas señalando que los problemas en la Iglesia no eran menores o triviales, como sus oponentes intentaban hacer ver. Según él, los errores y corrupciones eran de tal magnitud que no se podían pasar por alto sin incurrir en una grave culpa.

La Idolatría como el Peor de los Pecados

Calvino argumenta que el pecado más grave que enfrentaba la Iglesia era la idolatría, un pecado que Dios siempre castigó severamente a lo largo de la historia bíblica. La adoración de imágenes y santos, prácticas que se habían extendido ampliamente en la Iglesia, eran comparables a la adoración de Baales en el Antiguo Testamento. Calvino sostiene que los reformadores no podían permanecer en silencio ante tales abusos. Para él, era imperativo actuar cuando la gloria de Dios estaba siendo profanada de manera tan descarada, y cuando las imágenes y los santos estaban ocupando el lugar que solo corresponde a Dios.

El Culto Voluntario y la Hipocresía

Otro problema que Calvino destaca es la prevalencia de la hipocresía en la adoración. Critica el hecho de que muchas prácticas religiosas se basaban en tradiciones humanas y no en la Palabra de Dios. Cita las severas condenas de los profetas del Antiguo Testamento contra la adoración que surge de la imaginación humana en lugar de la revelación divina. Según él, la Iglesia había caído en una forma de culto voluntario que Dios aborrecía, y los reformadores no podían permitir que esto continuara sin levantar su voz en protesta.

Errores Doctrinales y Prácticas Corruptas

Calvino también denuncia otras corrupciones doctrinales y prácticas que se habían infiltrado en la Iglesia, como el uso de lenguas desconocidas en las oraciones públicas, la atribución de títulos blasfemos a la Virgen María, y la creencia en que los santos muertos podían interceder por los vivos de manera similar a Cristo. A sus ojos, estas prácticas no solo violaban la verdad bíblica, sino que también despojaban a Cristo de su única mediación entre Dios y los hombres. Los reformadores, según Calvino, no podían tolerar estas blasfemias sin traicionar el Evangelio y la gloria de Cristo.

La Doctrina de la Justificación y las Obras Meritorias

Calvino aborda con especial énfasis la doctrina de la justificación, uno de los puntos clave de la Reforma. Critica la enseñanza común en la Iglesia católica de que los hombres pueden obtener la salvación por el mérito de sus obras, una doctrina que, según él, conduce a la desesperación, ya que los creyentes nunca pueden estar seguros de haber hecho lo suficiente para ganarse el favor de Dios. Esta falsa enseñanza, según Calvino, desviaba a las almas del camino de la verdadera salvación, que se basa únicamente en la fe en Cristo y no en los esfuerzos humanos.

Corrupción en los Sacramentos y el Clero

Otro aspecto que Calvino aborda es la corrupción en la administración de los sacramentos. Se refiere específicamente a la venta de indulgencias y otros abusos en la celebración de la Cena del Señor, que había sido convertida en una mera transacción comercial. Calvino también critica las prácticas supersticiosas relacionadas con los sacramentos, como la idea de que el pan de la Eucaristía se transformaba en el cuerpo literal de Cristo mediante exorcismos y encantamientos. Según él, tales prácticas degradaban los misterios sagrados y oscurecían el verdadero significado de los sacramentos instituidos por Cristo.

En cuanto al clero, Calvino denuncia la corrupción en el nombramiento de obispos y sacerdotes, muchos de los cuales alcanzaban sus posiciones mediante simonía o conexiones políticas, sin tener la vocación o capacidad para cumplir con sus deberes. Estas prácticas, según él, habían convertido a la Iglesia en una institución profundamente corrupta y alejada de su propósito original.

La Reforma Era Necesaria e Inevitable

Calvino concluye esta sección defendiendo la urgencia de la reforma y la imposibilidad de tolerar los errores y abusos que plagaban la Iglesia. Afirma que los reformadores no podían mantenerse en silencio frente a la profanación del Evangelio, los sacramentos y la gloria de Cristo. El llamado a la moderación y a la paciencia, según Calvino, habría sido una traición a la verdad de Dios y a la salvación de las almas.

Objeciones Adicionales Resueltas

En esta sección, Calvino responde a una serie de críticas adicionales que los opositores de la Reforma habían planteado en contra de los reformadores y sus esfuerzos. Los principales puntos de estas objeciones son que la Reforma causó conflictos civiles y un deterioro moral, que los reformadores permitieron el libertinaje sin imponer disciplina, y que las propiedades de la Iglesia fueron saqueadas para provecho personal.

Acusación de Haber Causado Conflictos y Desórdenes

Calvino reconoce que la luz de la verdadera doctrina cristiana interrumpió el estado de "paz" que existía bajo el dominio de lo que él llama "la tiranía del Anticristo". Sin embargo, niega que los reformadores sean los responsables de las divisiones. Según él, los conflictos surgieron porque los adversarios se resistieron a la verdad y prefirieron mantener el statu quo en lugar de permitir las correcciones necesarias. Si todos hubieran aceptado las reformas, argumenta, no habría habido tales disturbios. Calvino compara la situación con la que enfrentaron los profetas y los apóstoles, quienes también fueron acusados de perturbar la unidad religiosa al proclamar la verdad divina.

Acusación de Falta de Disciplina y Libertinaje

Calvino aborda la crítica de que las iglesias reformadas carecen de disciplina, lo que habría dado lugar a una mayor licencia moral. Aunque admite que las iglesias reformadas no están completamente libres de fallas en este aspecto, defiende que los enemigos de la Reforma son en parte responsables de impedir el establecimiento de una disciplina más estricta, ya que constantemente interrumpen los esfuerzos de los reformadores. También señala que, a pesar de las deficiencias, las iglesias reformadas han logrado una mejora moral considerable en comparación con las iglesias bajo la influencia papal. Los verdaderos frutos de la Reforma, según Calvino, se ven en aquellos que han abandonado sus viejas vidas de pecado y han adoptado una nueva vida de piedad y santidad.

Acusación de Saqueo de Propiedades Eclesiásticas

Una de las acusaciones más graves era que los reformadores y sus seguidores habían saqueado las propiedades de la Iglesia. Calvino no niega que algunos abusos hayan ocurrido, pero cuestiona la legitimidad de la acusación cuando proviene de una Iglesia corrupta que había estado utilizando sus riquezas para propósitos egoístas y decadentes. Alega que los bienes eclesiásticos, en muchos casos, no estaban siendo usados para la verdadera obra de la Iglesia, sino para enriquecer a individuos ociosos y corruptos. Los príncipes reformadores, argumenta, actuaron legítimamente al redistribuir estos bienes, destinándolos a fines más nobles, como el apoyo a ministros verdaderos, escuelas y hospitales.

Acusación de Cisma

Calvino dedica una porción significativa de esta sección a refutar la acusación de que la Reforma causó una división en la Iglesia. Aquí sostiene que los reformadores no se han separado de la verdadera Iglesia de Cristo, sino que sus oponentes, al aferrarse a la corrupción, son los que realmente se han apartado de la verdadera fe. Calvino insiste en que la verdadera unidad de la Iglesia no depende de estar bajo la autoridad del Papa o de una jerarquía eclesiástica humana, sino de la adhesión a la doctrina pura del Evangelio y la administración correcta de los sacramentos.

Defensa de la Reforma como una Necesidad Divina

Calvino afirma que la Reforma no fue una opción, sino una necesidad impuesta por Dios para corregir los errores que habían infectado la Iglesia. Argumenta que los esfuerzos de los reformadores para purificar la Iglesia de la corrupción doctrinal y moral no debían esperar la aprobación del Papa, ya que el papado mismo había sido la fuente de muchos de esos errores. Si los reformadores hubieran esperado, nunca habría habido una reforma, dado que el Papa no mostró disposición alguna para corregir los abusos.

Respuesta a la Propuesta de Esperar un Concilio General

En esta sección, Calvino responde a la sugerencia de que la única solución válida para los problemas de la Iglesia es esperar un concilio universal. Refuta esta propuesta con el argumento de que esperar tal reunión, dado el contexto de obstinación y corrupción de la Iglesia, no solo es impráctico sino también peligroso para la supervivencia de la verdadera fe.

Crítica a la Demora del Concilio General

Calvino comienza refutando la idea de que no se debe hacer nada hasta que se convoque un concilio universal. Argumenta que, aunque idealmente todos los soberanos y estados cristianos deberían unirse para resolver los males de la Iglesia, la realidad es que muchos líderes están ocupados con guerras o, peor aún, son opositores deliberados a cualquier reforma. Además, señala que el Papa y la jerarquía eclesiástica tienen poco interés en convocar un concilio, ya que esto pondría en peligro su "usurpada tiranía". Por tanto, esperar a un concilio solo retrasaría aún más las reformas necesarias.

La Situación Crítica de la Iglesia

Calvino subraya que la Iglesia está en grave peligro, con muchas almas perplejas y perdidas, y un creciente libertinaje espiritual debido a la falta de disciplina y dirección clara. Argumenta que la crisis es tan grande que no se puede esperar a una solución tan incierta como un concilio general. Afirma que es un insulto a Dios y a los hombres remitir la solución de la crisis eclesiástica a una reunión futura que probablemente nunca sucederá o, si sucede, será ineficaz.

Respuesta a la Acusación de Separación y Precedentes Históricos

Calvino refuta la acusación de que la acción independiente de los reformadores viola la unidad de la Iglesia. Usa ejemplos históricos, como los sínodos provinciales convocados para enfrentar las herejías donatista y pelagiana, para demostrar que no es necesario esperar a un concilio general para tomar medidas urgentes contra los errores doctrinales. Estos ejemplos muestran que las iglesias locales tenían la autoridad para actuar cuando la unidad de la fe estaba en peligro, sin esperar la aprobación de una asamblea universal. Calvino argumenta que la situación actual requiere la misma prontitud y valentía.

Escepticismo sobre la Eficacia de un Concilio General bajo el Papa

Incluso si se convocara un concilio general, Calvino duda que traiga un resultado favorable. Imagina un escenario donde el Papa o sus representantes dominarían las decisiones, asegurándose de que cualquier reforma sería superficial o contraria a los verdaderos intereses de la Iglesia. Predice que los cardenales y obispos, fieles al Papa, no permitirían que se restableciera la verdadera doctrina cristiana, sino que seguirían defendiendo su poder y privilegios a toda costa. Para Calvino, permitir que el Papa lidere la reforma sería equivalente a "exponer las ovejas a los lobos."

Responsabilidad de los Príncipes y la Necesidad de Acción Urgente

Calvino hace un llamado directo a los príncipes alemanes y al emperador, instándolos a no depender de los líderes eclesiásticos para la reforma, ya que estos están más interesados en preservar su poder que en restaurar la pureza de la Iglesia. Argumenta que la Iglesia, traicionada por sus propios pastores, apela a los príncipes para su salvación. Esta es una oportunidad, dice, para que los gobernantes demuestren su fidelidad a Dios al restaurar la verdadera adoración y avanzar el reino de Cristo.

Confianza en el Poder de Dios y la Justificación de los Reformadores

A pesar de la enorme dificultad que enfrenta la reforma, Calvino exhorta a los príncipes a no desanimarse. Afirma que, aunque las posibilidades de éxito parezcan pequeñas, la obra de restaurar la Iglesia es de Dios, y su poder omnipotente puede superar cualquier obstáculo. Calvino insiste en que los reformadores no deben medir el poder de Dios según las expectativas humanas, y que incluso si sus esfuerzos parecen infructuosos, deben seguir adelante con fe y confianza en que están cumpliendo la voluntad divina.

La Reforma como la Única Esperanza

Calvino cierra su argumento afirmando que los reformadores han hecho todo lo que está en sus manos para restaurar la gloria de Dios y promover la verdadera doctrina. Aunque el resultado final depende de Dios, los reformadores nunca se arrepentirán de haber comenzado este esfuerzo. Incluso si fracasan y enfrentan la muerte, Calvino afirma que su sangre será como una semilla que propagará la verdad divina. Su confianza en la verdad de su doctrina es absoluta, y ven la reforma no solo como necesaria, sino como inevitablemente triunfante, ya sea en vida o después de la muerte.



Conclusión

En "La Necesidad de Reformar la Iglesia", Juan Calvino presenta un argumento fundamental sobre la urgencia de llevar a cabo una reforma profunda y radical dentro de la Iglesia de su tiempo. Esta obra, dirigida al emperador Carlos V y a los príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico en 1544, es un manifiesto que expone tanto las razones teológicas como las prácticas que justifican la ruptura con la Iglesia Católica Romana y el inicio de la Reforma Protestante.

Calvino articula su argumentación en torno a dos ejes principales: la corrupción doctrinal y la corrupción de las prácticas y estructuras eclesiásticas. A lo largo de la obra, defiende la legitimidad y la necesidad de las acciones de los reformadores, presentando un caso sólido para demostrar que la iglesia medieval estaba inmersa en una profunda crisis que afectaba tanto la enseñanza del evangelio como la vida moral de sus miembros.

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