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viernes, 23 de febrero de 2024

Bartolomé de las Casas - Apologética Historia Sumaria

 


Una obra trascendental del célebre fraile dominico Bartolomé de las Casas, emerge como un testimonio conmovedor y contundente de los horrores perpetrados durante la colonización de América. Escrita con la pluma de un defensor apasionado de los derechos humanos y la justicia social, esta obra representa una ferviente apología en favor de los pueblos indígenas frente a la brutalidad y la injusticia que sufrieron a manos de los conquistadores españoles. En esta introducción, nos adentramos en el contexto histórico que rodea a este ilustre autor, explorando su incansable lucha por la dignidad y la emancipación de los pueblos originarios, y examinando la relevancia perdurable de su legado en la comprensión y la reflexión sobre los abusos del pasado colonial.


APOLOGÉTICA HISTORIA SUMARIA


LIBRO PRIMERO

DESCRIPCIÓN DEL AMBIENTE FÍSICO

El fundamento de la primera parte de la demostración de la capacidad racional de los indios



Descripción de la isla Española

Es en el año 1492 en que Cristóbal Colón fue enviado por Fernando e Isabel de Castilla a la villa Santa Fe en la ciudad de Granada, para embarcarse en mayo del mismo año. El 11 de octubre del mismo año descubriría la isla de San Salvador que los nativos llamaron Guanahani, posteriormente la isla de Cuba y finalmente la Española. 

Cuando llegó a la Española se encontró con el rey Guacanagarix quien lo recibió de buen modo. Una vez asentado, Cristóbal Colón se devuelve a Castilla a dar las buenas nuevas. Llegó a Lisboa, Portugal en marzo del año 1493. 

La isla Española consta en su parte oriental, del cabo del Engaño. Por el norte está el cabo de San Nicolás que se mira con la primera punta oriental de la isla de Cuba. Al sur se encuentra la isleta de la Beata, mientras que al sur poniente se encuentra la ciudad de Jaragua. 

La isla tiene de ancho sesenta leguas si se mide por el aire, pero medida por la tierra tiene más de 80 y de longitud tendrá más de 180. Decían que toda Portugal y España caen en la misma. 

La isla Española tiene excelentes puertos, algunos realmente buenos y otros no tan seguros dependiendo de los vientos. El puerto de Sant Nicolás es muy bueno, al igual que el puerto de la Concepción. El Almirante también descubrió un puerto maravilloso al que llamó el puerto de la mar de Santo Tomás, y otros más. Según él, este último era el mejor del mundo y podría estar cerca de la gran Vega Real. 

Más adelante, está el puerto de la Navidad, seguido por Puerto Real, que es mucho mejor y más seguro. Diez leguas más allá está el puerto de Monte-Cristo, luego el de la Isabela donde el Almirante fundó el primer pueblo. A pesar de ser un buen puerto, es vulnerable al viento noroeste, el más peligroso de la región. También están los puertos de Martín Alonso, Plata y Puerto Sacro, todos con características particulares y niveles de seguridad.

En el golfo de Samaná, donde está el río Yuna, no hay un puerto seguro debido a la entrada baja. Después de Puerto Sacro, hasta llegar a Santo Domingo, no hay otro puerto excepto los que pueden ser algo seguros entre islas. El puerto de Santo Domingo, aunque es un río llamado Hozama, ha sido escenario de numerosos naufragios debido a las fuertes lluvias que causan inundaciones repentinas.

Más al oeste está el puerto Hermoso, también conocido como puerto Escondido, aunque no es adecuado para la población debido a la tierra estéril y los arenales circundantes. Luego está el puerto de Azúa y Alto Velo, que ofrece cierta protección pero no es completamente seguro. A lo largo de la costa, hay otros puertos con diferentes grados de seguridad, pero ninguno tan bueno como los del norte y la parte central de la isla.

Naturaleza de la idolatría

En esta parte, Las Casas argumenta que la idolatría es una cuestión natural generada en los mismos hombres, a partir de la inclinación natural de buscar a Dios y por la falta de una guía espiritual correcta, es que ciertos hombres caen en idolatría. 

Guillermo, el parisense, en su obra ''De Legibus'' señala que la bondad divina quiso que algunos hombres fueran prevenidos y privilegiados en sus bendiciones concediéndoles graciosamente la dicha guía y ayuda para encontrar el camino. Los idólatras encontraron en la naturaleza ciertas formas que adorar, creyéndolas verdaderos dioses.

Después del diluvio, cuando las personas se dispersaron por el mundo y se multiplicaron, perdieron el conocimiento de la enseñanza que sus antepasados habían recibido de Noé. Según Beroso en sus Antigüedades, Noé les había enseñado teología, revelándoles el verdadero Dios y cómo debían servirlo, obedecerlo y amarlo. Sin embargo, debido a la diversidad de lenguas y la falta de comprensión entre ellas, esta enseñanza fue olvidada con el tiempo.

Luego, después de que las lenguas se dividieron y cada grupo humano se dispersó por diferentes tierras, las generaciones posteriores nacieron sin la guía de sus antepasados. Con una inclinación natural a buscar a Dios pero privados de fe, doctrina y gracia, quedaron sin nadie que les enseñara. En lugar de perderse, la oscuridad de su ignorancia y corrupción aumentó con el tiempo. Empezaron a ver sombras, vestigios y señales como manifestaciones divinas, aceptándolas como tales y considerándolas como los dioses que anhelaban encontrar debido a su ansia y apetito natural por lo divino.

Limitados por sus percepciones sensoriales y corporales, interpretaron estas señales como la realidad misma. Esto se asemeja a aquellos que, en la oscuridad de la noche, confunden las sombras con las cosas que buscan con tanto anhelo. La diversidad de dioses que surgieron repentinamente se atribuye a la diversidad de lenguas. Si todas las personas hubieran hablado un solo idioma, podrían haber caído en error por ignorancia, pero habrían concordado en un solo error y, por lo tanto, en un solo Dios. Sin embargo, cada nación tenía sus propios dioses, lo que indica que no hubo acuerdo debido a la diversidad lingüística. Cada grupo humano cayó en sus propios errores y aceptó sus propios dioses debido a esta diversidad de lenguas.

Este fenómeno se observa aún hoy en día en Tierra Firme, donde la diversidad de lenguas entre las diferentes culturas conduce a la diversidad de creencias religiosas. Este patrón se repite en muchas partes del mundo, tanto en tiempos antiguos como en la actualidad en las Indias y otras regiones.

Otro argumento para decir que la idolatría es algo natural, se dice a partir de la arraigada costumbre que tienen los pueblos de mantenerse en dichas creencias. Según las cuentas de las edades del mundo de San Isidro, aquellas costumbres han persistido por más de cuatro mil años, incluyendo las Indias y otras regiones. Aunque la predicación de los apóstoles y sus sucesores ha llevado al fin de la idolatría en la mayoría de lugares, aún persiste en algunos rincones, como en las regiones del norte, donde hay pueblos, como los vivitarios, que adoran lo que consideran vivo cada día, como si fuera divino.

Otra prueba muy clara de que la tendencia a la idolatría es natural se observa en los niños. Desde muy pequeños, sin que nadie les enseñe o les diga qué hacer, tienden a adorar y adornar objetos que pueden encontrar, creando pequeñas imágenes o ídolos con materiales como pañuelos o barro; por ejemplo, las muñecas. Estos actos muestran claramente la inclinación natural que tenemos hacia el culto divino, ya sea correcto o equivocado. 

Este mismo fenómeno se observó en algunos pasajes bíblicos. 
En el capítulo 56 de la Historia Escolástica, que se basa en el Génesis, se relata cómo Ismael, el hijo de Agar, jugaba con su hermano Isaac, quien era hijo de Sara. Mientras jugaban, Ismael, que era mayor, solía hacer muñecas o ídolos. Al ver esto, Sara se alarmó y temió por la posibilidad de idolatría. Entonces, indignada, le pidió a Abraham que expulsara de su casa a Agar y a su hijo. Dios aprobó esta decisión y le ordenó a Abraham que lo hiciera. Aunque Abraham no consideraba tanto este peligro, obedeció la orden de sacarlos de casa, aunque le pareciera una decisión difícil.

En resumen, podemos concluir que la práctica del verdadero culto divino, dirigido al verdadero Dios y fundamentado en la luz y la inclinación natural, es un acto que proviene de la obra y el don del Creador, y se considera natural. Por otro lado, la idolatría, que es la reverencia y el sacrificio hacia algo que no es Dios, surge de la oscuridad, la ignorancia y la corrupción natural, alimentada por la malicia y la astucia demoníaca en la mente humana, que se ha vuelto tenebrosa y corrupta desde el pecado original. Los seres humanos, privados de la gracia divina y la orientación adecuada, buscan confusamente y de manera universal un bien que naturalmente conocen y desean, pero se desvían por caminos torcidos en su búsqueda. Por lo tanto, podemos decir que la idolatría y el falso culto divino tienen su origen en la inclinación natural de los hombres o en sus primeros impulsos naturales.

Dioses griegos y romanos

La historia de los dioses que se relata en este texto antiguo está centrada en Saturno, considerado por griegos, romanos y otras culturas como el príncipe de los dioses. Se cuenta que Saturno tenía la costumbre de devorar a sus hijos por temor a ser destronado por ellos. Sin embargo, su esposa y hermana Opis logró salvar a Júpiter mostrándole una piedra en lugar de su hijo. Posteriormente, Júpiter derrocó a Saturno y se convirtió en el nuevo rey de los dioses.

La narración también menciona la relación entre Saturno y Titano, sus hermanos, así como la existencia de dos Vestas, una interpretada como la Tierra y otra como el fuego. Saturno y su esposa Vesta tuvieron varios hijos, entre ellos Júpiter, Neptuno y Plutón. Saturno cumplió con la condición de Titano de matar a sus hijos varones para asegurar la sucesión del trono.

Además, se menciona la simbología detrás de algunos eventos, como la creencia de que Venus nació de la sangre y la espuma de la mar, lo cual representa el origen del deseo venéreo y la procreación. Este relato también incluye interpretaciones simbólicas y naturales de las acciones de los dioses, como Saturno cortando los genitales de su padre y el nacimiento de Venus de la sangre y la espuma del mar.

Bartolomé nos ha querido contar esta historia por tres razones: 

  • La primera razón es para ilustrar la práctica común entre los grandes señores y aquellos considerados dioses entre los gentiles de tomar a sus hermanas como esposas, como se observa en el caso de Saturno y Venus, así como en la relación entre Júpiter y Juno.
  • La segunda razón detrás de esta decisión también fue para destacar el origen de dos males importantes que surgieron en el mundo: primero, el sacrificio humano a ídolos y supuestos dioses; segundo, el canibalismo, iniciado por las brujas o hechiceras, sin justificación alguna. De ahí que las gentes entendieran que la actitud de Saturno de comer a sus propios hijos, sería bien entendida como sacrificio a los dioses. Se narra que en Italia hubo durante muchos años la práctica de sacrificar niños a Saturno, pero cuando Hércules regresó de España y derrotó al tirano Gerión, convenció a los italianos de abandonar este cruel ritual. Sin embargo, debido a que consideraban necesario continuar con alguna forma de sacrificio, optaron por reemplazar a los niños por imágenes de hombres, las cuales ofrecían junto con velas o antorchas encendidas en lugar de ellos, como una ceremonia divina. Luego fueron sacrificados los extranjeros, cosa que les dolía menos a los indios. Entonces, Júpiter, el hijo de Saturno, mediante sus leyes, prohibió que nadie se atreviera a consumir carne humana después de la muerte de su padre. Esto se considera razonable, ya que, según Lactancio, si es cierto que Saturno comía carne humana y permitía que otros también lo hicieran, ¿qué justicia podía haber en él? Por lo tanto, se concluye que Saturno era un dios desafortunado, a pesar de las hazañas y leyendas atribuidas a él.

  • En tercer lugar, para mostrar que, en la antigüedad, los sabios y poetas creaban ficciones con significados profundos y morales detrás de ellas. Por ejemplo, menciona el mito del corte de los miembros del cielo y el nacimiento de Venus de la sangre y espuma del mar, que tenían interpretaciones simbólicas importantes. Esto sirve como ejemplo para entender cómo algunas culturas, como las indígenas en América, pueden tener interpretaciones propias de eventos y nombres, como "Viracocha", que originalmente significaba "criador de todas las cosas" pero que, por circunstancias, acabó asociándose a los españoles de manera negativa. Estas interpretaciones pueden revelar mucho sobre la filosofía y la moral de esas culturas.


La falta de interés de muchos españoles que llegaron a tierras extranjeras en aprender el idioma de los nativos era evidente, ya que su principal motivación era enriquecerse y no integrarse culturalmente. Esta falta de aprendizaje resultó en la ignorancia de las cualidades y habilidades de los indígenas, así como en un trágico error al considerarlos como bestias, debido a su falta de armas y caballos, su desnudez y su comportamiento pacífico y humilde. Sin embargo, Las Casas señala que la presencia de algunos vicios en algunas de estas culturas no invalida sus virtudes, y se sugiere un ejercicio de empatía al recordar el estado de la propia sociedad española y de otras naciones antes de la llegada del cristianismo.

Continuación del capítulo anterior

En la historia de los dioses, Júpiter era considerado por griegos, romanos y muchas otras culturas como el padre de los hombres y los dioses. Tras la muerte de su padre Saturno, Júpiter llevó a cabo numerosas acciones benevolentes en beneficio de la humanidad. Enseñó a los hombres la justicia, promovió la paz y la virtud, y luchó contra tiranos y opresores, introduciendo leyes y equidad en el mundo. Se destaca su sacrificio de un buey al sol, el cielo y la tierra, que simbolizaba su supremacía sobre los demás dioses y le ganó su favor durante las guerras contra los gigantes. Por sus acciones, Júpiter recibió honores tanto de los hombres como de los propios dioses, lo que le aseguró un reino perpetuo en el Olimpo, donde se le rendían múltiples y significativos sacrificios.

Las diversas culturas atribuyeron nombres y características a Júpiter, el principal dios en la mitología griega y romana. Lo llamaban padre por su cuidado benevolente hacia todos, y le atribuían títulos como "Rex optimus maximus" por su capacidad de otorgar bienes a todos. Se le representaba de diferentes maneras, con variaciones en la cantidad de orejas, o incluso como un águila en algunos relatos. Además, se relatan mitos sobre sus transformaciones, como la de cisne para seducir a Leda o la de diversas formas para ocultar sus actos, según cuentan los historiadores y poetas antiguos.

Los sacrificios siempre se realizaban primero a Júpiter y Juno, considerados como los primeros guías e inventores de todas las cosas. También se alude a las diosas Gracias, representadas como dos o tres según diferentes versiones, con atributos relacionados con la benevolencia y la reciprocidad en la gratitud por los favores recibidos, según explicaciones de San Fulgencio.

Las diosas Horas, representadas como las distintas partes del año, eran cada una coronada con elementos naturales como frutas, trigo, uvas, aceitunas, entre otros. Los antiguos las adoraban como diosas, tenían templos y se consideraban como porteras de la casa real de Júpiter, según Pausanias. Según Diodoro, a cada Hora se le asignaba un papel en el concierto y orden de la vida, destacando la importancia de las leyes, la justicia y la paz para la felicidad humana.

La diosa Palas es a quien Júpiter encargó el cuidado de las aceitunas y la invención de extraer aceite de ellas. Se le atribuye el descubrimiento de los olivos y el proceso de obtención del aceite. Además, se dice que Palas también encontró la forma de hacer vestimenta, construir edificaciones, inventar instrumentos musicales como flautas y desarrollar otras artes útiles para las personas. Por estas habilidades, se le conoce como "operaria".

A Júpiter se le atribuyó el otorgamiento de habilidades a las Musas, como la escritura, la lectura, la poesía y otras artes. Según algunas versiones, las nueve Musas inventaron cada una una habilidad específica: Clío la escritura de historias, Talía la plantación de árboles, Euterpe las flautas, Melpómene los cantos, Terpsícore los bailes, Erato los bailes de bodas, Polimnia la agricultura, Urania la astrología y Calíope la poesía. Estas invenciones les valieron a las Musas ser veneradas como diosas, recibiendo sacrificios junto con el dios Sueño en los pueblos de los Troczenios, en la región de Grecia cerca de Atenas.

Júpiter otorgó a Mercurio varios dones, incluyendo ser el dios de las palabras, intérprete de los corazones expresados a través de ellas, embajador de la guerra y la paz, y amigo común de las partes opuestas. Por su habilidad para negociar y transmitir mensajes, se le llamaba pregonero de los dioses y mensajero óptimo. Se le representaba con alas en la cabeza y los pies, simbolizando la rapidez y la capacidad de las palabras para volar entre los hombres y los dioses.

Los habitantes de Listris consideraron a San Pablo y San Bernabé como dioses después de que San Pablo sanara a un cojo. Llamaron a San Bernabé Júpiter y a San Pablo Mercurio, debido a su elocuencia y habilidad para hablar. También los veneraron como dioses de los negocios, comercio y cuentas, asociándolos con el peso y las medidas. Se les atribuyó la invención de la lucha y de instrumentos musicales como la vihuela. Mercurio era simbolizado por el gallo, y se le sacrificaba para representar la importancia de la vigilancia en los negocios. Las estatuas de Mercurio en los caminos se distinguían con piedras, similar a las cruces actuales. Salomón compara la vanidad de honrar a un hombre malvado con la inutilidad de poner piedras junto al ídolo de Mercurio. Los mercaderes romanos celebraban la fiesta de Mercurio y le ofrecían sacrificios, junto con la diosa Maya, que se decía que era su madre.

Los tres géneros de dioses de la gentilidad clásica

Los gentiles, especialmente los romanos, dividieron sus dioses en tres categorías, según lo explicado por San Agustín en "La Ciudad de Dios". La primera categoría eran los dioses selectos o escogidos, como Júpiter, Apolo, Marte, Saturno, Mercurio, Juno, Diana, Vulcano, Venus, entre otros. Estos eran considerados grandes y verdaderos dioses, celestiales e inmortales. Sin embargo, San Agustín señala que apenas se encuentra alguno de estos dioses selectos que no esté manchado por algún crimen o fealdad. Por ejemplo, menciona que solo Júpiter se libra de ser acusado de algún crimen, presumiblemente viviendo inocentemente sin caer en fealdades.

El segundo género de dioses era el de los medio dioses, que tenían un progenitor divino y otro mortal. Estos dioses eran producto de uniones entre una deidad y un humano, o habían alcanzado la divinidad después de realizar hazañas gloriosas. Un ejemplo es Hércules, cuyo padre era Júpiter y su madre mortal Alcmena. Otro ejemplo es Aquiles, cuya madre era la diosa Tetis y su padre el mortal Peleo.

El tercer tipo de dioses que tenían los gentiles estaba relacionado con las cosas naturales. Asignaban un dios a cada aspecto de la naturaleza, llegando a tener tantos dioses como cosas existían, e incluso más. Esta creencia reflejaba la profunda ceguera o locura de los gentiles, quienes atribuían divinidad a cualquier cosa o proceso que observaban, sin comprender su verdadera causa. No solo asignaban dioses a cada tipo de cosa, sino que también a veces atribuían múltiples dioses a una sola entidad, como en el caso del ciclo de crecimiento de las espigas, donde cada etapa tenía su propia deidad. Por ejemplo, Sera era la diosa de la semilla bajo la tierra, Segecia de la planta cuando emergía, Flora cuando florecía, Lacturo cuando producía leche, Nodoto cuando formaba nudos, Matura cuando maduraba, Runcina cuando era cosechada, Tutilina cuando era almacenada, y Pomona era la diosa de las frutas, entre otros ejemplos. Además, atribuían divinidades a características geográficas como montañas, colinas y valles, reflejando su concepción politeísta de la naturaleza.

Dioses de la gentilidad clásica: Plutón y Neptuno

Después de que Júpiter venció a los gigantes en el campo de Flegra en Tesalia, dividió el mundo en tres partes: el cielo, el mar y los infiernos. El cielo quedó bajo el dominio de Júpiter, mientras que Neptuno recibió el control del mar y Plutón de los infiernos o, posiblemente, la tierra. Plutón también fue asociado con la riqueza debido a los tesoros que se encuentran en las entrañas de la tierra. Por esta razón, los griegos lo llamaron Plutón y los latinos Díspater, que significa "padre rico". La conexión entre Plutón y la riqueza se refuerza por la presencia de minas de oro en España, donde se creía que Plutón residía. Los poetas representaban a Plutón como el gobernante del inframundo, donde las almas de los muertos sin fe o caridad eran enviadas. Esta idea se encuentra en obras de Ovidio y Virgilio, quienes describen a Plutón como el soberano de los muertos en el inframundo.

Plutón era un hombre muy cruel y poseía un enorme perro igualmente feroz llamado Cerbero, al cual había enseñado a devorar hombres. Debido a que, por diversión, arrojaba a las personas vivas al perro, el cual las destrozaba y devoraba, se le apodó "tragador". A este perro tenía Plutón para guarda de su reino, a las puertas de los infiernos, y para tragar cuantos a él viniesen. A este tal hombre adoraron y sirvieron los romanos y ofrecieron sacrificios por dios, y aun no cualquiera sacrificio, sino cabezas de hombres.

A Neptuno se le otorgó el dominio del mar y las aguas, y su nombre deriva del verbo latino "nadare", ya que todas las aguas permiten la natación. Se le atribuyó como esposa a Salacia, representando las olas profundas del mar, y Venilia, que representa las olas rompientes en la costa. Sin embargo, San Agustín critica esta práctica, argumentando que la adoración de dioses tan superfluos solo contribuye a aumentar la lucha espiritual contra los demonios.

Neptuno también figura en la ficción poética y la historia, especialmente en su disputa con Palas o Minerva sobre el nombre de la ciudad de Atenas. Según la leyenda, un consejo de dioses y diosas, o según la historia verdadera, de hombres y mujeres, decidió que Minerva nombrara a Atenas. Enfurecido, Neptuno inundó las tierras de los atenienses, y para apaciguar su ira, se impusieron tres castigos a las mujeres: no tener voz en los asuntos públicos, no dar sus nombres a los hijos y no ser llamadas Atenas, como lo eran antes.

La representación de Neptuno era la de una figura divina que gobernaba el mar. Se le pintaba como un hombre desnudo nadando en el mar, con la mitad superior de su cuerpo visible desde el ombligo hacia arriba. Sostenía en la mano una fisga de hierro con tres púas o dientes, que se usaba para matar grandes peces y que también simbolizaba su cetro real. A menudo se le representaba golpeando una piedra de la que fluía un agua muy amarga.

Divinidades de otros pueblos de la antigüedad

En esta parte se muestra cómo estas culturas adoraban objetos o seres que consideraban divinos, como varas de árboles o palos, en lugar de reconocer al verdadero Dios. Se menciona que esta práctica se extendió a muchas otras culturas, demostrando una falta de entendimiento sobre la verdadera deidad. También se hace referencia a cómo los reyes romanos usaban varas como coronas y cómo se acostumbraba poner varas en las manos de las imágenes de los dioses.

  • Los persas y masagetas adoraban principalmente al sol y tenían una ley que prohibía adorar a otros dioses que no fueran el sol. Además, algunos de ellos también adoraban a la luna, la tierra, el agua, los vientos y el fuego, considerándolo el principal. Los caldeos, en particular, adoraban el fuego y persuadían a otras culturas a aceptarlo como el único dios supremo. Los sacerdotes de Canopo, una ciudad en el Nilo, engañaron a los caldeos al crear una vasija que apagaba el fuego, demostrando así que su dios era superior. Desde entonces, esta vasija se convirtió en un objeto de adoración para los egipcios, quienes la llamaron Canope.
  • Los neuros, ubicados en la frontera entre Francia y Alemania, adoraban las espadas como representaciones del dios Marte. Los escitas adoraban al viento como símbolo de la vida y a las espadas como símbolo de la muerte, jurando por estos dioses según Luciano en el diálogo "Toxaris sive de amicitia". Los cherones, habitantes de Cheronca en Beocia, Grecia, adoraban el cetro de Júpiter, mientras que los asirios adoraban la paloma. Por su parte, los partos y persas adoraban a Júpiter, al sol, la luna, la tierra, el fuego, el agua y los vientos, y reverenciaban a sus reyes casi como deidades.
  • Los getas y traces adoraban a un discípulo de Pitágoras llamado Zamolxim, quien les dio leyes y un modo de vida ordenado, prometiendo que si las seguían, irían a un lugar donde tendrían todos los bienes que desearan. Después de su partida, surgieron dos creencias erróneas entre ellos: que Zamolxim era divino y que no morirían, sino que continuarían su camino hacia Zamolxim después de cierto destino. Cuando había truenos y relámpagos, disparaban flechas al cielo como amenaza a su dios, creyendo que no había otro dios aparte del suyo. Heródoto y Estrabón mencionan estas creencias en sus obras respectivas.
  • Los etíopes adoraban al sol; otros adoraban las montañas o colinas, creyendo que estas los protegían de que el mar entrara en los valles. Los capadocios tenían las montañas como sus dioses, mientras que los dílices adoraban el monte Amano. Algunos escitas, que vivían en áreas deshabitadas, consideraban viejas espadas o cuchillos como representaciones del dios Marte y les ofrecían sacrificios cada año. Los cartagineses adoraban al sol y a la luna, y los sirios veneraban a los peces y palomas como dioses.
  • Los habitantes de diferentes ciudades de Egipto adoraban diferentes animales como dioses. Por ejemplo, los heliopolitanos adoraban al buey, los de Menfis a la vaca, los de Leontópolis a la cabra, los mendesios al cabrón, los tebanos al águila y los licopolitanos a los lobos. Los babilónicos adoraban a un animal llamado cepo, descrito por Plinio como similar a un ser humano en sus extremidades. Estos animales eran adorados como dioses y se creía que cumplían los deseos de quienes los adoraban.
  • Los cirenaicos adoraban al agror o acedura como un gran dios de las moscas, creyendo que este alejaba a las moscas. Los tártaros creían en un dios creador de todas las cosas pero no lo adoraban con ceremonias ni sacrificios, aunque tenían ídolos hechos a imagen de hombres que guardaban en sus chozas y a los que ofrecían sacrificios. También adoraban al sol, la luna y los cuatro elementos. Su rey, el gran Cham, era considerado hijo de Dios y era adorado con gran reverencia y sacrificios. Los albanos adoraban al sol y la luna, teniendo un templo especialmente dedicado a la luna que era muy venerado.
  • Los árabes adoran y reverencian a los gatos paulos o paus, ofreciéndolos al cielo y buscando su ayuda en tiempos de aflicción. Los habitantes de Poconia, en Europa, adoraban al sol representado en un plato o escudilla pequeña colocada en un largo palo. Se cuenta que los de Tiro encarcelaban a sus dioses por temor a que fueran robados o llevados por sus enemigos, lo que muestra la naturaleza de sus creencias y el poder que atribuían a sus deidades.
  • Los númidas de Numidia, una región de África entre Mauritania y Cartago, adoraban y honraban a Amnio, un carnero, como si fuera Júpiter, en los desiertos. Los celtíberos, antiguos habitantes de Aragón, Navarra y zonas cercanas al río Ebro, adoraban a un dios cuyo nombre desconocían, realizando sacrificios cada mes durante la luna llena frente a sus hogares con bailes ceremoniales. Por otro lado, los gallegos, según algunos, no tenían ningún dios, lo que muestra su naturaleza más primitiva según Strabón.
  • Los castellanos, según Strabón, adoraban a muchos dioses, especialmente a Marte, al cual ofrecían sacrificios. Incluso, según Cornelio Tácito, buscaron permiso del Senado romano para construir un templo en honor a un hombre cruel y tiránico como Nerón. Este hecho, mencionado por Tácito, resalta la disposición de Castilla de rendir homenaje a un personaje infame, lo que muestra la disposición del lugar para humillarse.


Las distintas razones por las cuales los hombres creían en estas deidades fue por buenas y malas razones; buenas en tanto que estos dioses daban beneficios, y las malas razones cuando los dioses infundían el temor en caso de no obedecer. 

Muchas personas atribuyeron divinidad al agua por varias razones. Una de ellas es que creían que todas las cosas surgían del poder del agua, considerándola el elemento más antiguo. Además, la naturaleza misma del agua proporcionaba fuerza y vigor para sustentar y alimentar las cosas que dependían de ella. Especialmente, los ríos y fuentes perennes eran considerados divinos porque reflejaban la eternidad y la constancia de los dioses, interpretando su poder en el mundo. Esto llevaba a prácticas como hacer oraciones antes de cruzar ríos perpetuos, como señalaba Hesíodo. En Egipto, los sacerdotes mostraban devoción al llevar agua al templo, postrándose en el suelo en señal de respeto.

Los persas veneraban el agua por encima de todos los dioses, evitando su contacto incluso para lavarse la cara, beber o regar los árboles. Según Agatias, historiador bizantino, este respeto hacia el agua era tan extremo que ni siquiera se atrevían a tocarla con las manos, ya fuera para beber o para otros fines. Por otro lado, los Partos consideraban un gran pecado orinar, escupir o lavarse las manos en los ríos.

Los antiguos atribuyeron divinidad al agua debido a la creencia errónea de que tenía el poder de limpiar el alma de pecados y manchas. Esta idea se remonta a tiempos antiguos, como se ve en la historia de Hércules, quien pensó que lavándose en una fuente en Libia podría purificarse de sus crímenes. Teseo, contemporáneo de Hércules, también compartía esta creencia y creía en la purificación a través del lavado en ciertas fuentes. Este error también se observa en la historia del faraón, quien se lavaba en las aguas del río Nilo en busca de purificación. Esta creencia se extendió de los egipcios a los griegos, troyanos y romanos.

Muchos moros, siguiendo una antigua creencia errónea, se lavan en mezquitas llenas de agua, pensando que así se purifican de sus pecados. Algunos cristianos que viven en tierras gobernadas por los moros adoptan esta práctica, quizás por influencia de sus vecinos. Sin embargo, esto refleja una falta de comprensión de la fe cristiana debido a la influencia de la doctrina mahometana. El apóstol Pablo exhortaba a los filipenses a mantenerse fieles a su fe en medio de una sociedad corrompida, sin caer en prácticas erróneas. 

Dioses de la gentilidad americana. Las islas y en especial La Española

En esta parte se describe la transición de la adoración de los dioses antiguos de otras culturas, a los dioses de las gentes indígenas de las islas del Caribe y la región circundante. Se menciona que estas gentes, incluyendo a los habitantes de la isla Española, Cuba, San Juan, Jamaica y otras islas de los Lucayos, así como los habitantes de la costa de Paria en la tierra firme, practicaban una forma de idolatría que involucraba la adoración de ciertos dioses a través de rituales simples. No tenían templos importantes y sus ceremonias eran mínimas, realizadas principalmente por sacerdotes que actuaban bajo la influencia del demonio. Aunque carecían de una doctrina formal, algunos errores se introducían en su religión debido a las influencias externas. La adoración se centraba en la mente o el corazón de los creyentes, mientras que las prácticas externas eran limitadas y manipuladas por fuerzas demoníacas.

La gente de la isla Española tenía cierta fe y conocimiento de un único Dios verdadero, que se consideraba inmortal e invisible, al cual ninguno puede ver. Su morada o residencia es el cielo, y lo llamaban Yocahu Yagua Maorocoti. Sin embargo, a este conocimiento verdadero y universal de Dios se le mezclaron ciertos errores, como la creencia de que Dios tenía una madre llamada Atabex, así como un hermano y otras ideas similares. Parece que eran personas sin una guía clara en el camino de la verdad, y había quienes los desviaban, oscureciendo la luz de la razón natural que podría haberlos guiado.

Los indígenas tenían estatuas de madera que contenían los huesos de sus ancestros y las usaban para comunicarse con el rey o señor. Dos españoles descubrieron el truco cuando una estatua "habló" y uno de ellos la golpeó, revelando que alguien dentro de la casa hablaba a través de una trompa o caña conectada a la estatua. El Almirante Colón menciona que no pudo encontrar evidencia clara de idolatría entre los nativos y envió a un ermitaño catalán llamado Fray Ramón para investigar más a fondo sus creencias y costumbres.

Fray Ramón investigó las lenguas de la isla, pero no pudo dominarlas completamente. La falta de conocimiento lingüístico entre los religiosos y la población en general dificultó la enseñanza de la fe cristiana a los indígenas. A pesar de sus esfuerzos, solo pudo transmitir conocimientos básicos sobre Dios, con limitaciones evidentes. Otros religiosos también mostraron interés, pero carecían de fluidez en las lenguas locales. Fray Ramón fue enviado a una región donde se hablaba una lengua común, pero su labor fue limitada. Se menciona que los indígenas creían en ídolos llamados "Cemí", que supuestamente controlaban elementos naturales y les proporcionaban lo que necesitaban. Estos ídolos podían ser de madera o piedra, y según la tradición, eran convocados por los chamánes.

Dioses de la gentilidad americana. Generalidades. Nueva Española

En esta parte se aborda las creencias religiosas y la variedad de dioses venerados por los habitantes nativos de la isla Española y otras regiones cercanas. Se menciona que, antes de la llegada del enemigo principal de la humanidad, los corazones humanos tenían conocimiento del verdadero Dios y le rendían culto en diferentes formas. En el Perú, se le conocía como Viracocha, que significa Creador y Hacedor de todo. En otras áreas como la Vera Paz, cerca de Guatemala, también se tenía conocimiento de este Dios. Sin embargo, con el tiempo, debido a la falta de gracia y doctrina, y al aumento de los pecados, muchas personas fueron desviadas hacia los caminos erróneos mostrados por el demonio. Esto llevó a la proliferación de la adoración a múltiples dioses, como se menciona en el pasaje.

En toda la Nueva España había una gran cantidad de dioses e ídolos, representados en diversas formas y materiales, que ni siquiera se podían contar. Se creía en dioses del vino, hombres, mujeres, bestias, aves, el sol, la luna, las estrellas, los peces, entre otros. Algunos dioses eran considerados protectores de elementos naturales como el fuego, el aire, la tierra y el agua. Además, había dioses específicos para cada tipo de alimento, como el maíz, los garbanzos, las frutas, entre otros.

Entre las gentes mexicanas, el año constaba de 365 días divididos en 18 meses de 20 días cada uno, con una semana de 13 días. Cada día, mes y año tenía su propio ídolo con un nombre correspondiente, similar a los santos en los calendarios cristianos. Había una ley que establecía la cantidad de dioses que debían tener en sus casas los reyes, caballeros y plebeyos. Los templos y altares tenían dioses comunes ordenados, con un ídolo principal dorado y enmascarado en el centro. Los ídolos también se encontraban en lugares destacados como montañas, fuentes y caminos, donde se realizaban sacrificios y adoraciones. Se adornaban con árboles y palmeras como signo de reverencia a los dioses.

En la provincia de los totones o totonacas, cercana a la costa norte de la Nueva España, se veneraba a una diosa llamada la gran diosa de los cielos, considerada esposa del sol. Tenía un templo en lo alto de una sierra, rodeado de árboles y flores. Esta diosa era reverenciada y obedecida como el propio sol, y se creía que incluso hablaba con sus seguidores. Era adorada por no requerir sacrificios humanos, prefiriendo ofrendas de aves y conejos. Se la consideraba abogada ante el gran dios, y se esperaba que intercediera por ellos y enviara al sol, su hijo, para liberarlos de la servidumbre impuesta por otros dioses que exigían sacrificios humanos. Los sumos sacerdotes y todos los sacerdotes la reverenciaban como un oráculo divino.

Los sumos pontífices y sacerdotes reverenciaban a dos monjes especialmente dedicados, considerados hombres santos por su castidad y virtuosa vida. Estos monjes servían día y noche, siendo intercesores ante la diosa y los demás dioses, rogando por la prosperidad de los pueblos y las personas encomendadas a ellos. Los sumos pontífices consultaban sus secretos con estos monjes, quienes vivían en humildad y penitencia, vestidos con pieles de animales, cabello largo y sin comer carne. Su vida solitaria y de servicio estaba dedicada al bienestar de la gran diosa.

Dioses de los mexicanos 

En la ciudad mexicana, los hombres eran venerados como dioses por sus logros destacados en beneficio de la comunidad, recibiendo adoración por sus hazañas, invenciones, enseñanzas y contribuciones a la sociedad. Uno de estos prominentes "dioses" era Huichilobos, cuya estatua estaba en el templo principal. Junto a él, eran reverenciados sus dos hijos o hermanos, Tezcatlipoca y Camachtl, quienes gobernaron otras regiones y fueron considerados divinidades en Tezcuco y Taxcala respectivamente. Se decía que estos líderes provenían de la generación de los Chichimecas y habían conquistado estas provincias, habitadas originalmente por los otomíes.

Huichilobos, el líder venerado, fue el primero en nombrar a México "Tenochitlán", en honor a su genealogía de los Thehules Chichimecas, descendientes de los Thehuthiles, una fruta conocida como tunas. Estas insignias de tunas eran parte de sus armas, que ahora son símbolos reconocidos de la ciudad de México.

Se relata cómo Huichilobos, un líder destacado, introdujo cambios significativos en México, incluyendo la organización de la navegación y la instauración de sacrificios humanos, una práctica hasta entonces desconocida en la región. Aunque deseaba ser venerado como un dios en vida, su actitud no llegaba a la soberbia de otros líderes históricos como Nabucodonosor o Calígula. Se menciona también el caso de Herodes Agrippa, quien fue castigado por aceptar adoración divina. Los dos hermanos de Huichilobos, Tezcatlipoca y Camachtl, fueron venerados como dioses después de su muerte. Se narra la leyenda de cómo Tezcatlipoca se adentró en un volcán y envió su hueso como reliquia divina a Tezcuco, donde fue venerado. Por otro lado, se atribuyen habilidades sobrenaturales a Camachtl, como su destreza en la caza, de la cual dependía el sustento de su pueblo.

Ahora bien la veneración hacia el dios Quetzalcóatl, era la más celebrada entre todos los dioses de Cholula. Era conocido por enseñar el arte de la platería, rechazar sacrificios de sangre y promover la paz entre los pueblos. Su figura era reverenciada y adorada con devoción y peregrinaciones, incluso por aquellos que no eran de Cholula. Se le consideraba el Señor supremo, y su nombre era invocado en juramentos y promesas. Todo esto se debe a su benignidad y enseñanzas virtuosas, que los habitantes valoraban profundamente.

Quetzalcóatl envió a cuatro líderes a diferentes regiones, quienes fueron aceptados como señores por los habitantes locales y dividieron el territorio en cuatro principados. Estos líderes, descendientes de los primeros señores, mantuvieron su influencia hasta la llegada de los españoles. Quetzalcóatl también fue venerado en otras provincias, como Tlaxcala y Huexuzingo, donde se construyeron templos en su honor. El nombre "Quetzalcóatl" proviene de una especie de serpiente con una pluma en la cabeza, que se encuentra en la provincia de Xicalango en Yucatán, según la creencia indígena. Estas serpientes se transforman en aves de plumas verdes en ciertos momentos y son valoradas por los indígenas.

Dioses de los mayas

En el reino de Yucatán, los exploradores descubrieron cruces de cal y canto, adoradas como símbolos del dios de la lluvia. También se encontró un clérigo en Chiapa que descubrió que los indígenas creían en un Dios trino llamado Izona, Bacab y Echuac, asociados respectivamente con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Creían que el Hijo fue crucificado por Eopuco, pero resucitó al tercer día y ascendió al cielo.

Después de esto, el Espíritu Santo, llamado Eohuac, llegó y llenó la tierra con sus dones y mercaderías divinas. Los indígenas creían en un Dios trino: Izona, Bacab y Echuac, junto con Chibirias, la madre de Bacab. También creían en la madre de Chibirias, Hischen, que se asociaba con Santa Ana. Estas creencias se transmitían de generación en generación. Según un clérigo llamado Francisco Hernández, los indígenas adoraban a varios dioses menores, como Cocolcán, asociado con las fiebres, y practicaban rituales como el ayuno en honor a Bacab. Estas revelaciones sugieren una posible influencia cristiana en la región, aunque no se han encontrado registros similares en otras partes de las Indias. La tierra y el reino de Yucatán revelan secretos y una antigüedad notable a través de sus edificios y caracteres únicos, lo que indica una historia rica y compleja que solo Dios conoce completamente.

Dioses de diversas regiones de América

En el reino de Guatemala, antes y después del Diluvio, adoraban al Gran Padre y a la Gran Madre. Más tarde, surgió la creencia en un dios llamado Exbalanquén, quien según las leyendas, luchó en el infierno y luego sacrificó a los humanos. Utilizaban cuchillos de piedra llamados "manos de dios", que creían que caían del cielo, para realizar sacrificios. Estos cuchillos eran considerados sagrados y adornados con oro, plata y piedras preciosas. Los tenían en alta estima y los guardaban junto a los ídolos en los altares.

Los ídolos en diversas partes de América eran figuras de humanos, aves y otros animales, algunos con características sorprendentes como ojos vacíos que parecían derramar sangre constantemente. La religión y los dioses eran similares en la mayoría de las regiones, extendiéndose desde Nueva España hasta Nicaragua y Honduras. Sin embargo, en algunas áreas como Cibola y la Florida, no había ídolos ni templos, y la adoración se centraba en el sol y las fuentes de agua dulce, con cierto reconocimiento de un Dios verdadero en el cielo.

En las regiones del sur de América, desde la costa de Paria hasta la tierra del Brasil, las personas adoraban principalmente al sol, aunque algunos también tenían ídolos propios. Los religiosos jesuitas predicaban sobre el verdadero Dios en estas áreas, donde también se practicaban rituales engañosos liderados por hechiceros que prometían bienestar a cambio de adoración y ofrendas. Estos hechiceros eran considerados los principales obstáculos para la difusión del cristianismo, ya que ganaban influencia y seguimiento a través de sus engaños y prácticas supersticiosas.

El obispo de Velandia presenció cómo los sacerdotes judíos en Segovia admitían su engaño pero se negaban a cambiar por miedo a perder su estatus y beneficios. Esto ilustra cómo los líderes religiosos a menudo resisten la verdad por intereses personales. Lo mismo ocurre con los sacerdotes en otras religiones, como los alfaquíes entre los turcos y moros, quienes son los principales opositores a la doctrina divina. Los predicadores del evangelio deben enfrentarse a estos líderes religiosos y desafiar su autoridad para lograr la conversión de las personas. En las Indias y otras partes del mundo, estos líderes son vistos como obstáculos significativos para la conversión debido a su arraigada conexión con el demonio.

Dioses de los pueblos de la parte central de América

En varias provincias de América del Sur, desde Paria hasta las costas de Venezuela, Panamá y Nicaragua, así como en Honduras y Guatemala, no se han observado ídolos, templos ni sacrificios entre las poblaciones nativas. En su lugar, algunos pueblos reverenciaban la cruz como protección contra el diablo, mientras que otros tenían conocimiento de un Dios supremo, al que pedían ayuda y realizaban sacrificios. A pesar de esto, también adoraban al sol, la luna y otras deidades asociadas con elementos naturales y actividades cotidianas.

En las regiones del reino de Popayán y Granada, no se encuentran templos ni ídolos como en otras partes, pero en las casas de los señores había aposentos utilizados como oratorios, con incensarios donde quemaban resinas y hierbas aromáticas. También se encontraban imágenes de bulto, posiblemente representaciones de antepasados, donde los sacerdotes buscaban respuestas a través de oráculos, creyendo que el demonio hablaba a través de ellas. Esta práctica se extendía por muchas regiones, mostrando un conocimiento mezclado del verdadero Dios, pero influenciado por los errores introducidos por los sacerdotes.

Dioses del Perú

Ahora se describe la religiosidad en las diversas regiones y reinos del Perú antiguo, donde cada pueblo tenía sus propios ídolos y dioses, a los cuales acudían en momentos de necesidad, como la siembra para los serranos y la pesca para los habitantes de la costa. Estos dioses eran adorados en templos ubicados en las montañas y en algunas islas del mar. Además, se menciona la veneración hacia objetos como una esmeralda en la provincia de Manta, que algunos consideraban divina y adoraban públicamente. También se destaca cómo algunos líderes justos y amables llegaron a ser venerados como dioses por su pueblo, recibiendo sacrificios y oraciones en tiempos de necesidad.

Las gentes de las provincias del Perú veneraban a sus dioses antes del reinado del primer rey, Pachacuti Inca, quien les proporcionó más poder y riqueza. Sin embargo, los reyes posteriores reconocieron a un Dios supremo, Condici Viracocha, creador del mundo. Se creía que tenía un hijo rebelde, Taguapica Viracocha, quien representaba el mal y se opuso a su padre. Esta historia simboliza la caída del primer ángel malo, según la imaginación popular. Además, se creía que el sol era el principal mensajero de Dios y que sus acciones reflejaban las de su creador. Por lo tanto, los habitantes rendían culto y ofrecían sacrificios principalmente a Condici Viracocha, como señor de todo.

El rey Pachacuti organizó el culto divino en los reinos que gobernaba al comenzar su reinado, informándose sobre los dioses adorados por cada pueblo. Algunos adoraban elementos naturales como el mar, las montañas, aves o animales, mientras que otros veneraban a líderes pasados. Pachacuti desaprobó muchos de estos dioses considerándolos indignos de adoración, promoviendo en su lugar la reverencia al sol como el ser supremo. Transformó las casas palaciegas en el Cuzco en el majestuoso templo del sol, conocido como Coricancha, decorado con oro y plata, donde se veneraba una estatua dorada del sol. Además, se realizaron sacrificios diarios y se colocaron mazorcas de maíz de oro como ofrendas.

Se describe la construcción y el funcionamiento del templo del sol en el Cuzco durante el reinado del rey Pachacuti Inca. Este templo incluía una huerta donde se cultivaban alimentos que se ofrecían como sacrificio al sol. Además, el rey estableció un grupo de mujeres y doncellas, conocidas como mamaconas, dedicadas al servicio del sol. Se instalaron sacerdotes para realizar rituales, y el templo fue adornado con vasos de oro y plata. Pachacuti era muy devoto del sol y promovió la adoración a este como el principal dios. Emitió un edicto ordenando la construcción de templos al sol en todas sus tierras. 

Comparación entre los dioses del Nuevo y del Viejo Mundo. Concluye la sección relativa a los dioses

Bartolomé compara los dioses adorados por diferentes culturas, desde los antiguos griegos y romanos hasta las sociedades indígenas de las Américas. Argumenta que todas estas culturas tienen en común un conocimiento natural de la existencia de un ser supremo, aunque sea confuso. Las sociedades indígenas, a pesar de su idolatría, muestran menos errores y más racionalidad en la elección de sus dioses que muchas otras culturas antiguas. Además, se sugiere que estas sociedades tienen una menor resistencia a la conversión al cristianismo que las culturas idolátricas del pasado. El análisis se basa en la observación de que muchas de estas culturas muestran un conocimiento natural de la existencia de un solo Dios, aunque sea vago y confuso.

El Almirante Cristóbal Colón, al descubrir el Nuevo Mundo, informó a los Reyes Católicos y al Papa Alejandro VI sobre la existencia de poblaciones que, según sus observaciones, parecían receptivas a la fe cristiana. El Papa expresó en sus letras apostólicas la esperanza de que estas personas, al ser instruidas en la fe católica, podrían abrazarla fácilmente. Esto sugiere que estas poblaciones ya poseían un conocimiento confuso pero universal del verdadero Dios, lo que indica que no eran menos racionales en este aspecto que otras culturas infieles del pasado.

La evidencia de que estas poblaciones fueron guiadas por más razón, discreción y prudencia, y fueron más honestas en la elección de sus dioses que muchas de las antiguas civilizaciones bárbaras, griegas y romanas, es evidente para cualquiera con sentido común. Si comparamos las islas que reconocían al verdadero Dios, como en otras partes de las Indias, junto con todas las poblaciones de los reinos de Cibola y la tierra Florida, que adoraban únicamente al sol y las fuentes de agua, así como las naciones del Río de la Plata, y muchas otras regiones como Paria, y especialmente los reinos del Perú, donde adoraban principalmente al sol como dios supremo, podemos ver que todas estas poblaciones, llenas de inmensas cantidades de personas, eran superiores en sabiduría, razonamiento y dignidad en comparación con los egipcios, quienes eran considerados viles, irracionales y degradados.

¿Cómo es posible que estas poblaciones adoraran a animales tan sucios, e incluso llegaran al extremo de adorar a los asnos y las cebollas, y descendieran a una vileza aún mayor al adorar las letrinas y los excrementos humanos, como se ha mencionado anteriormente? ¿Quién se atrevería a negar que estas gentes, a pesar de todo, mostraron más razón, discreción y prudencia, y fueron más honradas en la elección de sus dioses que aquellos que adoraban a bestias? Según San Agustín, aquellos que adoraban a animales eran considerados entre los reinos más ilustres del mundo en su tiempo, como se mencionó anteriormente en el capítulo. Por lo tanto, ¿no es evidente que en la elección de sus dioses, estas infinitas poblaciones indígenas demostraron ser mucho más racionales, honradas, discretas y prudentes que los egipcios? Sin lugar a dudas.

Los reyes del Perú, debido a sus virtudes morales y su habilidad en la administración y gobierno, eran venerados después de su muerte, como se ha mencionado anteriormente en los capítulos anteriores. Nunca he escuchado que alguna persona recibida como dios por estas poblaciones haya sido conocida por cometer algún crimen o tener algún vicio notable, sino que eran honrados por sus acciones y su vida ejemplar. Esto demuestra que las poblaciones indígenas mostraron una elección de dioses más racional y honesta que los griegos y romanos. Una razón para esto es que estas poblaciones tenían un mejor criterio y una estimación más elevada de lo que consideraban divino. Es común entre los humanos creer que Dios, entre todas las cosas imaginables, es lo mejor. Por lo tanto, las poblaciones que eligieron hombres virtuosos como dioses mostraron una comprensión más alta y una mayor honestidad que aquellas que adoraban a figuras conocidas por sus vicios y errores, como los griegos y romanos. Esta tendencia se observa en todas las poblaciones indígenas, lo que demuestra su mayor juicio y honestidad en la elección de sus deidades. En cuanto a la tercera prueba, que estas poblaciones tuvieron menos defectos y errores en su idolatría, se evidencia tanto en la elección de dioses virtuosos como en la ausencia de prácticas desagradables y sacrílegas, como se discutirá en detalle más adelante.

Primero, se argumenta que las poblaciones indígenas tenían menos errores en su idolatría que las civilizaciones antiguas, lo que sugiere una mayor claridad mental en su concepción de lo divino. Segundo, se indica que estas poblaciones muestran menos dificultad en ser convertidas a la fe cristiana, en comparación con los antiguos idólatras. Tercero, se destaca la buena disposición mental y la sinceridad de corazón de estas poblaciones, lo que facilita la persuasión hacia la verdad. Cuarto, se señala la experiencia de la conversión de muchos indígenas como evidencia de su receptividad a la verdad. En conjunto, estos puntos demuestran que las poblaciones indígenas superan a las antiguas civilizaciones en términos de prudencia y racionalidad en asuntos religiosos.

El Viejo Mundo

Se habla sobre la construcción y significado de templos en diferentes culturas antiguas. Se menciona la variedad de creencias sobre la adecuación de edificar templos para los dioses, desde la opinión de Zenón de que no deberían construirse, hasta las prácticas de algunas culturas que consideraban sagradas ciertas áreas naturales en lugar de construir templos físicos. Se destaca el cuidado y la importancia que algunas civilizaciones, como egipcios, griegos y romanos, daban a la construcción de templos para sus deidades, considerándolos como lugares de culto y reflexión sobre las virtudes divinas. Se mencionan ejemplos de culturas que se atribuyen la creación de templos, como los egipcios, asirios y fenicios, así como la construcción del primer templo en Roma por Jano. También se hace referencia a la construcción de un destacado templo por parte de Osiris en honor a Júpiter y Juno.

Otros dos templos ordenaron construir, adornados con oro: uno más grande que el otro, donde se serviría a Júpiter el del cielo, y el otro más pequeño para Júpiter rey, su padre, que algunos llaman Amón. Además, mandó construir templos para otros dioses, ricos en oro y con edificaciones hermosas y suntuosas. En el libro segundo, capítulo primero, el historiador Diodoro menciona que Busiris, rey de Egipto, ordenó la construcción de cuatro templos, notablemente magníficos, en la gran y famosa ciudad llamada Ciudad del Sol por los egipcios y Tebas por los griegos. Uno de estos templos, el más antiguo, tenía una circunferencia de trece estadios, es decir, mil seiscientos veinticinco pasos, con una altura de cuarenta y cinco codos y paredes de veinticuatro pies de grosor. Diodoro describe la maravillosa fábrica de este templo, su magnificencia y la abundancia de oro, plata y marfil en su ornamento. Respecto a la construcción del templo en Tebas, también conocida como Heliópolis en griego, Strabón menciona en su Geografía que a la entrada había una plaza de gran extensión, con estatuas de monstruos con cabezas y manos de doncellas, cuerpos de perros, alas de aves, garras de león y colas de dragón. Después de estas estatuas, se encontraban varios portales hasta llegar al templo, rodeado por fuertes muros defensivos. Estas paredes estaban decoradas con esculturas de grandes figuras y simulacros de bestias y hombres. Había también una casa sobre numerosas y grandes columnas dispuestas con orden. En cuanto al templo dedicado a Diana en Éfeso, considerado una de las siete maravillas del mundo, Plinio describe en su libro 36, capítulo 14, que tenía una longitud de cuatrocientos veinticinco pies, un ancho de doscientos veinte pies, y estaba sostenido por ciento veintisiete columnas de sesenta pies de altura.

Templos del Nuevo Mundo: Nueva España y la ciudad de México

En la isla Española y otras regiones, no había muchos templos, pero los caciques tenían casas especiales para ceremonias. En la Nueva España, los templos eran numerosos y majestuosos, con altares y espacios para rituales. La gente venía de lejos para rendir homenaje a sus dioses en estos templos impresionantes.

En la ciudad de México, el templo principal tenía alrededor de ciento trece o catorce gradas, y en Tezcuco, unas cinco o seis más. La vista desde estos templos era impresionante. En los patios de los pueblos principales, había varios templos más, algunos bastante grandes, pero ninguno se comparaba con el principal. Cada templo tenía un altar y una capilla, con salas para sacerdotes, ministros y sirvientes. Frente a los altares, había braseros siempre encendidos. Todos los templos estaban encalados y blancos, con patios limpios y brillantes. Algunos templos estaban dedicados al dios del aire, como Quezalcóatl, especialmente en Cholula, Tlaxcala y Huexotzingo. La razón de sus diseños redondos se explica en otro capítulo.

En los pueblos y áreas circundantes, había numerosos templos, tanto principales como secundarios, dispersos en barrios, parroquias y hasta a una distancia de un cuarto de media legua fuera del pueblo. Estos templos eran cuidadosamente mantenidos y pintados de blanco. La ornamentación y la autoridad que los templos conferían a los pueblos era impresionante, especialmente en los grandes. En su interior, contenían maravillas para contemplar. Se menciona la gran cantidad de templos en Tezcuco, México y Cholula, estos últimos tan numerosos como los días del año. También se describe un monumental templo en construcción que, de haberse completado, habría rivalizado con las siete maravillas del mundo. Sin embargo, la construcción se detuvo debido a una tormenta temerosa que hizo temblar a los constructores, dejando la estructura inconclusa y semejante a un gran serrejón poblado de conejos y víboras.

Los religiosos de San Francisco desmantelaron un antiguo templo en Cholula y erigieron una cruz en su lugar. Después de que tres rayos destruyeran las cruces sucesivamente colocadas en el sitio, los religiosos descubrieron ídolos y ofrendas al demonio enterrados en el lugar, lo que atribuyeron como castigo divino por la idolatría. Otros detalles sobre templos en México y Cholula se encuentran en un capítulo anterior. Se menciona la gran cantidad de templos en Tezcuco, Guaxocingo, Topeaca, Cempoala, ciudades lacustres y en toda la región de Tlascala, así como en Guatemala y Honduras, evidenciando una religiosidad extendida entre las poblaciones indígenas.

Templos del Perú

Resta, para concluir esta materia de templos, referir en breve lo mucho que había que tratar de los templos solemnísimos y riquísimos más que alguno pueda con exceso encarecer, que tenían las ciudades y pueblos celebratísimos de los reinos del Perú. Y sólo se ofrece decir de la forma de sus edificios, la cual no del todo se me ha expresado, porque los primeros que allí entraron curaron de la especular. Dos maneras de templos hubo en aquellos reinos que diferían en la forma: una, dedicada a los dioses antiguos que aquellas gentes, antes que reinasen los reyes incas, reverenciaban por dioses, y otra, los templos consagrados al sol. 

Ya queda dicho arriba cómo, cuando comenzó a reinar aquel prudentísimo y muy religioso rey Pachacuti, primer inca, quisiera quitar todos los dioses de la tierra, por parecerle que no merecían ser dioses; pero por no dar pena ni entristecer a los pueblos, permitió que se quedasen cada uno con los suyos, con tanto que recibiesen y venerasen al sol por verdadero y principalísimo Dios. Y para diferenciarlos de los otros dioses, ordenó muchas ceremonias, sacrificios y servicios, ministros y servidores, y otras cosas cuantas pudo. Entre aquellas fue una, conviene a saber: que los templos se les edificasen de otra manera y en otros lugares que a los otros dioses (de quienes él burlaba) solían edificarse. A los otros edificaban los templos dentro de los pueblos y en lugares llanos y bajos. 

Todos los aposentos y retretes y parte de ellos eran muy menudos y oscurísimos, que a cualquiera que hubiese de entrar en ellos, había primero de angustiarse y temblarle las carnes. Pues como el rey Pachacuti estimase de aquellos dioses, o que eran falsos, o que eran malos, como en la verdad lo eran, porque el demonio en algunos aparecía y quería ser adorado, y tuviese al sol por dios bueno y mejor que los otros, y por siempre quisiese diferenciarlos, mandó hacer los templos del sol siempre en los lugares más eminentes y altos; esto es, que los mandaba edificar en los cerros que las ciudades por su eminencia y altura señoreaban; y si cerros o sierras no había naturales, por ser la tierra toda llana, daba hacer los altos de tierra junta mucha, que se allegaba con industria humana o en el cerro o sierra natural, o hecho industriosamente de tierra mogote alto. 

La forma del templo de esta manera se ordenaba: hacíase una cerca de pared muy gruesa y redonda, de cinco o seis estados alta; dentro de aquella y apartada por alguna distancia se edificaba otra, también redonda, y, según la proporción que convenía, alta; y en algunos templos se hacían cinco cercas, y la postrera ya era en lo postrero del cerro, que era suelo llano, o porque lo allanaban. Allí, en aquel suelo, edificaban cuatro cuartos en forma de los que tienen en los monasterios los claustros. Las paredes tenían muchas ventanas y muy grandes por donde entraba la luz y estén todas las piezas muy claras.

La disposición interna de los templos dedicados al sol en los reinos del Perú se detalla, describiendo los aposentos de los sacerdotes, vírgenes consagradas al sol y otros servidores. Se destaca la amplitud y luminosidad de estos espacios, en contraste con la oscuridad de los templos de otros dioses. Se menciona la devoción hacia el ídolo de Pachacama, asociado al demonio, que atraía peregrinos de distintas regiones. Con la llegada de los españoles y la conversión de algunos nativos, la creencia en el poder del ídolo disminuyó, atribuyéndose al demonio la capacidad de engañar a través de los sacerdotes.

Para mostrar cómo el malvado lleva consigo las almas, es importante mencionar sus distintos métodos y precauciones. Él sabía que, al hacer que la gente se bautizara pero siguiera adorando a los ídolos, causaba una mayor ofensa a Dios y más tormento a aquellos que engañaba. Nuestros religiosos confirmaron esta verdad al descubrir sus artimañas. El templo del sol, ubicado en un alto cerro y construido con adobes y tierra, destacaba por su esplendor y luminosidad, conforme a las órdenes de los reyes. El material y la elaboración de estos templos se detallan en otros capítulos.


Conclusión


Un texto interesante y fascinante en el cual Bartolomé de Las Casas intenta mostrar todo su conocimiento con respecto a los Indios. Su preocupación por el contexto en que vivía el Indio nos lleva a pensar que dentro de sus planes estaba la evangelización justa de los indios por medios legítimos. Que la imposibilidad de su conversión no era tal y que sus costumbres son tan naturales como las de los pueblos civilizados. Ahora bien, todo lo que ha propuesto Las Casas es el análisis de los Indios para cumplir los propósitos de formar nuevos cristianos. 

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