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martes, 23 de mayo de 2023

Martín Lutero - La Libertad Cristiana (1520)

Dedicado al burgomaestre German Mulphordt, la obra Libertad Cristiana de Martín Lutero, es una continuación de su Carta al Papa León X, pero a la vez es también otra respuesta a la bula Exsurge Domine. Como podemos ver, Lutero trata de todas formas de que no se produzca su excomunión. Aunque, adelantamos, sus esfuerzos son en vano, no podemos dejar de ver el contenido religioso y filosófico de la siguiente obra. Será importante para seguir comprendiendo el pensamiento del futuro reformador. 


LA LIBERTAD CRISTIANA


Prueba de la fe

Martín Lutero comienza esta obra realizando dos afirmaciones:

  • El cristiano es libre señor de todas las cosas y no está sujeto a nadie
  • El cristiano es servidor de todas las cosas y está supeditado a todos

Estas dos afirmaciones se encuentran en las obras de San Pablo:

''Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos''
(1 Corintios 9:19)

''No debáis a nadie nada, sino el amaros los unos a los otros''
(Romanos 13:8)


Lutero nos dice en todo caso que las dos afirmaciones bíblicas pueden parecer contradictorias. Esto se debe a que se necesita entender que el hombre tiene una dimensión espiritual y otra corporal.

También, es por esto que las Sagradas Escrituras pueden parecer contradictorias, pues estas partes deben interpretarse ya sea espiritualmente y otras de forma corporal. Por el lado espiritual se llega al hombre nuevo e interior, pero por el lado corporal se llega al hombre viejo y externo. 

En consecuencia, si el hombre quiere ser bueno debe guiarse por el espíritu, por la fe y no por las obras; esto se entiende claramente cuando se ve que las obras pueden realizarlas tanto hombres buenos como malos, es decir, un hombre malo puede realizar obras buenas simulando que es bueno. En cambio, en la fe no hay tal engaño. Lutero nos dice que en nada perjudica al alma que el cuerpo se cubra de vestiduras o esté en lugares sagrados, no peregrine, no ore, ni haga todas estas obras que Lutero llama ''hipócritas''. 

El alma puede prescindir de todas estas cosas, pero de lo que no puede prescindir es de la Palabra de Dios

''No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios''

(Mateo 4:4)

Otra prueba de esto es:

''Envió su palabra y con ella los socorrió''

(Salmo 107:20)

¿Cuál es esa palabra a la que se refieren las Sagradas Escrituras? Para Lutero es la predicación de Cristo como está contenida en el evangelio. Esta tiene que ser de tal manera que al oírla se oiga hablar a Dios, quien dice que para él tu vida entera y la totalidad de tus obras nada valen y que te perderás eternamente con todo en cuanto a ti hay.

Por lo tanto, la única práctica que deberían realizar los buenos cristianos es grabar en su ser la palabra y a Cristo, y ejercitarse sin cesar en esta fe. No existe otra obra para que el hombre aspire a ser cristiano.

La fe es fundamental para el cristiano y esto se justifica en las Sagradas Escrituras:

''El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere será condenado''

(Marcos 16:16)

¿Qué dicen las Sagradas Escrituras con respecto a las obras? Los mandamientos, que son, en ese sentido, los que se ocupan de dictar las obras, son solo para hacer que el hombre se convenza de sí mismo que le es imposible realizar estas obras sin la ayuda de Dios. Se debe tener en cuenta que la sola fe, sin obras, justifica, liberta y salva.

Por otro lado, no hay nada más honroso que confiar en la palabra de un hombre de fe. El hombre de las obras es un potencial mentiroso y superficial.

Ahora bien, no es que la fe no de cumplimiento a los mandamientos, que al fin y al cabo también serían obras. Si analizamos el primer mandamiento: ''Honrarás al Señor, tu Dios'', podremos ver que ninguna buena obra haría justicia a este primer mandamiento, ¿sería el hombre por una buena obra dar cumplimiento cabal de este mandamiento? ¿lo sería con dos o más? La única forma de honrar a Dios sería reconocer de antemano que él es la verdad además de ser la suma de las bondades, pero ese conocimiento no cabe en las buenas obras, sino que tiene que ver mucho más con algo del corazón. 

Si se cumple el primer mandamiento de esta forma, entonces fácilmente se cumplirán los otros. 

Lo que en Cristo poseemos

Para entender lo que en Cristo poseemos debemos acercarnos a lo que dicen las escrituras. El primer primogénito varón era señor de todos los hombres y animales, y al mismo tiempo sacerdote o papa ante Dios. Este primogénito es Jesucristo nacido de la Virgen María. Su sacerdocio no consiste en vestiduras o en cosas exteriores como lo hacen los hombres, pero bien él intercede por otros, que es lo que cualquier sacerdote debería hacer. Cristo nos instruye interiormente. 

Es la fe la que eleva al cristiano por sobre todas las cosas y de este modo se convierte en soberano espiritual de todas las cosas. Sin embargo, esto no significa que el hombre pueda dominar todas las cosas materiales a su antojo, pues su condición corporal lo limita para hacerlo. Lutero nos dice que se trata de una soberanía espiritual, ejercitada dentro de los límites de la supeditación corporal. En este sentido, el cristiano es totalmente libre si tiene la fe, y no lo es cuando se sujeta a las obras. 

Lutero contesta la siguiente pregunta: ¿qué diferencia hay entre un sacerdote laico y cristiano? para Lutero, las palabras sacerdote, eclesiástico o cura han sido despojadas de su sentido verdadero, al ser dadas a ciertos hombres para que conformaran lo que se conoce como estado sacerdotal. En consecuencia, la verdad es que no hay ninguna diferencia pues todos podemos ser potenciales sacerdotes, siempre y cuando tengamos la fe y prediquemos la palabra. 

Inacción y buenas obras 

Parece ser que si las buenas obras no bastan y solo basta la fe, entonces no sería necesario hacer alguna cosa. Pero Lutero recuerda que el cristiano está supeditado a todos y es servidor de todas las cosas.

Es cierto, el hombre por el alma y su fe está suficientemente justificado y está en poseedor de todo lo que necesita, en el mundo tendrá que seguir creciendo hasta la otra vida, gobernando su propio cuerpo y conviviendo con sus semejantes. Aquí comienzan las obras.

El hombre debe dejar la ociosidad, estando obligado a guiar y disciplinar su cuerpo en ayunos, vigilas y trabajos, a fin de supeditar el cuerpo lo más que pueda al hombre interior y a la fe. Ahora bien, estas cosas se deben hacer no con el objetivo de justificarse ante Dios, sino que solamente con la intención de dominar al cuerpo. En consecuencia, las buenas obras no nos justifican ante Dios, pero nos hacen apaciguar el cuerpo y supeditarlo al hombre interior. 

De todo lo dicho, hay dos sentencias que Lutero nos pide considerar:


''Las buenas obras y justas jamás hacen al hombre bueno y justo, sino que el hombre bueno y justo realiza obras buenas y justas''

''Las malas obras nunca hacen al hombre malo, sino que el hombre malo ejecuta buenas obras''


Por lo tanto, se deduce que el hombre se justifica por la fe, que tiene a Cristo en su corazón, y que las buenas obras tienen por objeto someter al cuerpo al hombre interior. 


Conclusión

Recordemos que esta es una de las obras que es seguida de su Carta al Papa León X, donde se sigue explicando el tema de la contraposición de la fe y las obras. Me parece que aquí nos queda más claro el papel de las obras, porque hasta aquí podíamos hacernos la pregunta, si solo nos justificamos por fe ¿bastará que no realicemos buenas obras? en esta obra ya nos queda claro que esto no es así. Una obra reveladora de su filosofía, pero que en términos prácticos no logrará su objetivo principal: evitar la excomunión. Sin embargo, esto fue el caldo de cultivo para que se produjera la conocida Guerra de los Campesinos Alemanes, por la liberación. Sin duda que fue una gran inspiración. 

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