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viernes, 15 de diciembre de 2017

Al-Ghazali - La Alquimia de la Felicidad (Libro IV: El conocimiento del Mundo Futuro).

Nadie puede saber lo que toca en el futuro, a excepción de que sabemos que a todos nos toca la muerte. ¿Cómo podemos saber que nos toca en un futuro cercano? es imposible saberlo, pero de acuerdo con Al-Ghazali, a esta interrogante solo nos toca realizar el bien para tener los beneficios del Reino de los Cielos. De alguna forma, las cosas buenas que hacemos en este mundo se verán reflejadas y recompensadas con Dios, pero estas deben ser acompañados con la aceptación de Dios y con la cultura que éste otorgó al hombre; cultura de adoración.


La Alquimia de la Felicidad


Capítulo IV: El conocimiento del Mundo futuro

Para entender el futuro del mundo es necesario conocer lo que es la muerte, y para conocer la muerte se debe conocer la vida, y para conocer la vida se debe conocer el espíritu. 

Espíritu animal y espíritu humano

Si queremos entender el conocimiento del mundo primero debemos partir por el espíritu animal y el espíritu humano. El primero tiene que ver con el órgano vital de todo animal que es el corazón. La función del corazón es otorgar sangre al cerebro y que este último pueda distribuir las funciones de cada miembro; que el ojo pueda ver, que el oído pueda oír, que la lengua pueda saborear, etc. 

El cuerpo está en balance cuando estas funciones tienen cierto equilibrio, cuando estas caen en exceso, entonces el ángel de la muerte viene a apoderarse del cuerpo, que por cierto, es una criatura creada por Dios. 

El otro espíritu es indestructible, pues no se trata de ningún cuerpo sino que de una entidad invisible pero presente. Todas las cosas del espíritu animal dígase hambre o sed son perecederas con el cuerpo, pero cuando el hombre muere, las cualidades del espíritu se mantienen, por ejemplo, la sumisión, el conocimiento de Dios y el amor a Dios. Por lo tanto, el espíritu animal pertenece al mundo ordinario y el espíritu humano pertenece al mundo celestial; de hecho, Al-Ghazali dice que este último espíritu tiene la sustancia de los ángeles. 

La entrada al Paraíso

Ningún cuerpo se vuelve no-existente, es decir, nada pasa de existir a no existir. Pareciera ser que Al-Ghazali nos trae un antiguo modo de pensar que era el de Parménides. Recordemos que Parménides estableció el principio de no-contradicción, es decir:


  1. Lo que existe, es, puede pensarse y no puede no-ser
  2. Lo que no existe, no es, no puede pensarse y no puede ser

Si esto es así, entonces lo que es no puede llegar a no-ser (contradiciendo la potencia de Aristóteles), pues quien muere no deja de ser porque su alma se va al Paraíso o al Infierno eternamente. El hombre debe estar consciente de que el paso al Paraíso se debe entender de la siguiente forma, tal y como el profeta lo dijo:

''El mundo es la prisión para el creyente y el Paraíso para el infiel''
(Mahoma)

Uno de los modos erróneos (o de los erroristas) para ir al Paraíso es decir que Dios existe, pero no practicar ninguno de sus mandamientos. De aquí que se ocurran los tormentos del espíritu humano, pues los tormentos de la carne son el hambre, la ira y la necesidad. 

Ahora ¿cuáles tormentos son los peores? por supuesto que son aquellos del alma. Los tormentos del alma son los que duran para siempre (pues todo lo que es del alma dura para siempre), mientras que los tormentos del cuerpo son pasajeros y pertenecientes a este mundo. 

De esto se puede sacar por conclusión que la felicidad del hombre no depende de sí mismo sino que del mismo Dios. 

Conclusión


Nada más claro podemos tener en este breve capítulo IV de La Alquimia de la Felicidad.  La rigurosidad religiosa se deja entrever de manera inexorable en sus palabras, pues la felicidad no puede alcanzarse en este mundo si no es con Dios. El hombre sólo puede estar preocupado de los tormentos del alma más que de los tormentos del cuerpo, lo cual me recuerda lo que dice el mismo Nuevo Testamento:

''No temáis a los que matan por el cuerpo, pero no pueden matar el alma''
(Mateo 10:28)

En efecto, los tormentos del alma serán tormentos perenne por lo que obviamente, el creyente debe preocuparse mucho m,ás de estos que de los tormentos del cuerpo.

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