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sábado, 3 de diciembre de 2016

San Agustín de Hipona - Contra los Académicos (Libro II: Doctrina Académica) (386)

Ya dijimos en el libro anterior quienes eran los Académicos, y ahora San Agustín quiere indagarlo en detalle. San Agustín vuelve a arremeter con estos ''hijos de Platón'' y expone una segunda contraofensiva. Quizás, dentro de estos textos podemos comprender por qué fue cerrada la Academia de Platón en el año 486, ya que esta fue proscrita por la iglesia al considerarse pagana (junto con muchas otras escuelas filosóficas lamentablemente). Al mismo tiempo se prohibieron las enseñanzas de la antigua Grecia por lo que no se pudieron volver a enseñar a Platón ni a Aristóteles. Veamos cuales son las razones de ir en contra de los Académicos. 

 CONTRA LOS ACADÉMICOS

LIBRO II: Doctrina Académica

Capítulo I: Exhortación a Romaniano

Agustín nos dice que los Académicos son amantes de la ciencia y por eso parece que sus argumentos son irrebatibles. Agustín exhorta a Romaniano que no se deje convencer por los argumentos de estos intelectuales, y que a través del camino de la filosofía se siga finalmente el camino de Dios. 


Capítulo II: Beneficios de Romaniano a San Agustín

Recordemos que Romaniano ayudó a San Agustín con la subvención de la carrera y también con la amistad que le brindó luego de la muerte de su padre. 

Esta amistad que Romaniano tuvo con Agustín realmente cambió al filósofo. De ahí que en adelante siguiera con sus estudios religiosos y filosóficos que lo convertirían en alguien aún más sabio.

Capítulo III: El amor de la hermosura y la sabiduría

Agustín introduce un término muy parecido a la filosofía llamado Filocalia. 

Filosofía: Amor a la sabiduría
Filocalia: Amor a la belleza

Estos dos conceptos son muy similares, aunque la filocalia puede alejarse por su compañía (a veces) con el placer y el deseo. 

Gracias a estos existen dos escollos o dificultades para encontrar la verdad:

Primera dificultad: cuando se cree tener la verdad sin llegar a través de la filosofía. 

Segunda dificultad: la falta de duda para ejercer la filosofía, es decir, tener presunciones sin haber dudado antes. 

Agustín le ruega a Romaniano que no se deje convencer por los Académicos y que siga la máximo del Mateo 7:7 ''Buscad y hallareis''. 

Capítulo IV: Exposición de la doctrina Académica

Luego de la última discusión sobre la verdad y la felicidad, siete días después estaban leyendo los libros de Virgilio. Licencio es uno de los más aficionados a la poesía, y Agustín lo detuvo para discutir posteriormente la doctrina de los Académicos. En realidad, los expositores serán tanto Agustín como Licencio y Alipio. 


Capítulo V: Exposición

Como dijimos en el libro anterior, los Académicos postulaban que todo era incierto para el hombre, pues este mismo no es divino ni nada; por lo tanto, nunca podrá conocer la verdad de las cosas.

¿Cómo podían asegurar tal cosa? podían asegurarlo por la doctrina de Zenón el estoico quien aseguraba que la verdad no puede ser conocida a través de nuestras percepciones imperfectas. La opinión es una de las cosas más aborrecibles para los estoicos, pues esta no nos conduce a la verdad pero si nos lleva a nuestras percepciones. 

Por lo tanto, el sabio no puede afirmar nada porque nada es cierto, debe mantenerse en un silencio tal que no deba dar nada por cierto. La verosimilitud para el sabio estoico no es una posibilidad alcanzable. 

Capítulo VI: Diferencia entre la antigua y nueva academia

Una vez Agustín hubo terminado su exposición, Alipio le agradece y ahora se propone a exponer las diferencias que hubo entre ambos períodos de la historia de la Academia. 

La diferencia se dio cuando Zenón introdujo esta idea de que el hombre, al tener percepciones mortales y a veces imprecisas no puede tener el conocimiento de las cosas de verdad. Los antiguos academicistas aceptaron este pensamiento, diciendo que incluso el mismo Sócrates y Platón estarían a favor de esto. Ni siquiera hubo una discusión previa, pareciera ser que esta doctrina se aceptó sin más preámbulo. 

Capítulo VII: Réplica a los argumentos

Ciertamente, a Licencio le gusta la doctrina académica pues él ya nos dijo en el libro anterior que la felicidad está en la búsqueda de la verdad, es decir, no necesariamente obtenerla. En este momento entra Trigecio del diálogo anterior para insistir a Licencio a que entre en defensa de los académicos. 

La verdad es que Licencio duda un poco de la doctrina académica y luego la acepta como verosímil. Sin embargo, algo que dice Trigencio es muy cierto. ¿Cómo se puede buscar la verdad si al mismo tiempo se la está ignorando? Los académicos al tratar de buscar la verdad diciendo que esta no se puede encontrar, están afirmando y negando algo al mismo tiempo. 

Capítulo VIII: Argucias de los académicos

Trigencio, como es de esperar, no está de acuerdo con la doctrina académica. Realmente la doctrina académica es bien confusa a veces, sobre todo cuando Agustín le hace la siguiente pregunta a Licencio.


Imaginemos la siguiente situación: tenemos a un hombre que ve a otro y le dice ''¡oh eres muy parecido a tu padre!'', luego el hombre aludido a la apariencia de su padre le pregunta al otro ''¿conociste a mi padre?'' y el otro responde ''no, no lo conocí''. 

Así de ridícula sería la doctrina académica, pues por un lado afirman que no conocen la verdad y por otro la conocen pues afirman que la verdad no se puede conocer. Esto produce una especie de paradoja. 

Capítulo IX, X y XI: El problema de la verdad y la probabilidad

A Agustín no le parece que la doctrina académica esté en lo cierto pues afirmar que la verdad no se puede encontrar ya es una verdad (aunque ellos la piensen) ¿Cómo puede ser verdad esa afirmación si ellos mismo dicen que la verdad no se puede conocer?

Probabilidad

Los académicos (y los estoicos) tenían un razonamiento muy curioso en cuanto a la verosimilitud o la probabilidad. El obrar es una verosimilitud, pero no una certeza, es decir, nosotros podemos obrar aceptando que no conocemos la verdad de dicha obra. 

Puede parecer complicado, pero esto es simplemente verosimilitud, es como decir ''No sé lo que hago, pero me parece que es lo correcto''. Así, entendemos que nuestras obras son probables y no verdaderas, al igual que toda acción y todo concepto. 

Refutación

Agustín nos dice que cuando se abraza al verosimilitud se está abrazando la causa de la verdad. Pensar que las nubes se reúnen para dar lugar a la lluvia es una verosimilitud, pero pensar que lloverá se saca porque el hecho de llover es una verdad. 

Por lo tanto, nos basamos en la verosimilitud porque en el fondo sabemos que puede ocurrir una verdad. Es cierto que a veces la probabilidad no acierta con la verdad, pero finalmente la verdad puede aparecer. En otras palabras, la verosimilitud no puede negar la verdad, pues se tiene que basar en ella. 

Capítulo XII: Conclusión

Finalmente, luego de este claro argumento de Agustín, Alipio le pregunta a Licencio si es cierto que la teoría de la verdad de los académicos era esta, o había algo más que ocultaron a los ignorantes. 

Licencio acepta que no se ha descubierto la verdad y que probablemente los Académicos decían mucho menos de lo que sabían. Ahora, en caso contrario, Licencio acepta que pudiera verse nuevamente otra perspectiva si son capaces de argumentar inteligentemente en contra de los académicos. 

Conclusión

Es confuso. Es verosímil (usando las palabras académicas) pensar que el hombre no tiene acceso a la verdad por medio de sus sentidos que son limitados e imperfectos. Sin embargo, cuando los académicos nos dicen que lo que obramos lo hacemos a conciencia de que es bueno, ¿porque no vamos a aceptarlo como la verdad? si es verdad que puedo alegrar a alguien y ese alguien me lo confirma, ¿cómo no va a ser eso la verdad? me parece que para Agustín va a ser fácil de argumentos.  

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