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lunes, 19 de septiembre de 2016

Lucio Anneo Séneca - Cartas morales a Lucilio el menor (Epístola IV: Los filósofos) (??)

La filosofía es la madre de todas las ciencias, pero también nos ayuda a entender a la humanidad en toda su complejidad. Sin embargo, ¿a quién podemos llamar un buen filósofo? ¿Acaso han pasado tantas generaciones de filósofos que aún no podemos definir bien el concepto? Lucio Anneo Séneca nos trae algunas características del filósofo ideal que estamos buscando encontrar. Quizás, la idea ya nos la podemos figurar con los libros precedentes del filósofo, y por supuesto, con su vida personal tratada al principio. 

Cartas a Lucilio el menor

EPÍSTOLA IV: LOS FILÓSOFOS

Serenidad ante la muerte

Uno de los ejemplos de la serenidad ante la muerte ha sido Aufidio Baso; un historiador de la antigua Roma. De hecho, casi parecía que Baso estaba feliz de que le llegara la muerte y bueno, quien está feliz de esto es porque ya hizo todo lo que debió haber hecho en vida. 

Menosprecio a los bienes externos

Ninguna confianza debe darse a los bienes externos, siempre será mejor confiar en uno mismo, pues al mismo tiempo podremos manejar bien esos bienes externos (si es que los llegáramos a necesitar). ¿Porque concentrarse en los bienes externos cuando podemos concentrarnos en lo que tenemos de divino que es el alma?

La vida perfecta

Antes de todo, una vida filosófica es una vida perfecta; en otras palabras, una vida donde no se necesite de muchas cosas. Séneca le dice a Lucilio que se olvide de lo que los padres querían para él, que les diga que no le den más cosas, pues le bastará con su espíritu para tener una vida buena. Mientras menos necesitemos, más felices seremos en la vida. 

La importancia de los antiguos

Es importante escuchar las máximas de los antiguos, pero tampoco hay que seguirlos al pie de la letra o ciegamente, pues lo más importante es cómo nosotros nos apropiamos de esas teorías y reflexiones para hacerlas nuestras. 

Rehuir de la prosperidad

Nadie debería estudiar para tener muchas cosas, sino más bien para ser mejores en sí mismos. No nos hacemos mejores para estar en un lecho de rosas y descansando tranquilamente; al contrario, nos educamos y nos formamos para servir a los demás y porque esta acción es buena en sí misma. 


Moderación y elocuencia

Sólo los grandes filósofos prefieren la mesura y el ordenamiento antes que el vicio y los extremos. Así el hombre siempre debe menospreciar las cosas extremas y abrazar el punto medio de las cosas; incluso la felicidad sería un vicio si se le toma de forma desmesurada. 

El discurso de los filósofos debe ser claro y sencillo, no podemos entregar a la gente cosas confusas ni ambiguas sobre cualquier tema. Tampoco hay que hablar rápidamente de modo que el interlocutor no entienda nada, al contrario, la rapidez denota que el emisor del mensaje oculta algo. La mejor manera de hablar es la lenta y mesurada. 


El alma del filósofo

Nada hay que buscar excepto el bienestar del alma, no necesitamos los bienes externos; sólo mejorar cada vez más nuestra alma. Como buen filósofo estoico, Séneca nos dice que el mayor bien para el alma es acercarse a la naturaleza, y es justamente la razón y la virtud las que nos llevarán a ella. 


Conclusión

Más que un manual o consejos para ser filósofo o pensador, estas epístolas sirven para la conversión de un hombre a filósofo estoico. Me sigue llamando la atención la consideración hacia el alma (está bien, el tema del alma no se dejó hasta mucho tiempo más), pero ¿qué? ¿acaso Séneca ya conocía el cristianismo? no quiero decir con esto que Séneca recién esté conociendo el tema del alma, pues ya varios hablaron de ella, sino que lo hace desde una perspectiva cristiana. Como sea que fuese, esta es la perspectiva de Séneca

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