Mostrando entradas con la etiqueta presciencia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta presciencia. Mostrar todas las entradas

sábado, 30 de junio de 2018

San Anselmo de Canterbury - De Concordia (Primera Controversia: Presciencia y libre albedrío) (1107 -1108)

Este es el último libro que analizaremos de San Anselmo de Canterbury, comprendiendo que los textos que hemos visto son estrictamente filosóficos. Por fin podremos ver la relación que tiene el libre albedrío que se hablaba anteriormente, junto con el tema de la predestinación donde se supone que el hombre, además de ser libre, es guiado por el camino de Dios. ¿Acaso no representa una contradicción suponer tal cosa? San Anselmo nos lo aclara en el siguiente libro llamado ''De Concordia''. 

Referencias:

(1) También podría ser por obligatoriedad.
(2) Quien Séneca consideraba que era perfecto.
(3) Esto fue planteado por San Agustín de Hipona cuando hablaba del bautismo. Una vez que el hombre conoce el bautismo, este no tiene justificación para cometer el mal pues ya lo sabe distinguir.
(4) Otro pensamiento de San Agustín sobre el mal y su inexistencia.
De Concordia



Primera Controversia: Presciencia y libre albedrío

Compatibilidad

La incompatibilidad de estos dos conceptos es desconcertante para cualquiera. Si se tiene conocimiento previo no puede tenerse libre elección. Para aclarar este problema, Anselmo nos propone que conceptualicemos los términos de la siguiente manera:

  1. Conocimiento previo: el conocimiento de Dios sobre los acontecimientos futuros.
  2. Libre elección: aquello que pasa sin ninguna necesidad(1).

Si algo ocurre sin necesidad, entonces Dios lo sabría de inmediato siendo que él es el ser que puede saberlo. En otras palabras, Dios puede prever sin problemas aquello que va a ocurrir sin necesidad, es decir, todo aquello que sea libre elección. 

Hasta aquí parece que el tema se podría cerrar sin ninguna necesidad, pero bien se podría decir a Dios: 

  • ¿por qué no quita de mí el mal siendo que él lo prevé

Anselmo nos dice que lo que el hombre pecador hace lo hace sin necesidad por lo que Dios sabe ambos: que sabe que pecaras sin necesidad y que sabe que no pecaras sin necesidad. 

Pero se puede seguir reprochando: 

  • ¿Acaso por el conocimiento de Dios es que yo peco por necesidad o sin necesidad?

Esto conlleva un problema pues si se sabe que peco estoy obligado a pecar, y si no peco, entonces significa que estoy restringido de la voluntad de pecar, lo cual acabaría con la libertad de elección. 

Anselmo responde a esta cuestión diciendo que la necesidad no implica una obligación; por ejemplo, Dios es necesariamente poderoso, así como también es necesario que no sea injusto. Esto no implica ninguna obligación como Dios, lo cual también implica que no hay obligación en el hombre de pecar. El hombre tiene voluntad para pecar o no pecar, por lo que aquello está en sus manos. Pecar no es algo necesario sino que más bien volitivo. 

La necesidad está en esas cosas intrínsecas a un ser; por ejemplo, si un ser siempre ha sido blanco, por necesidad es blanco. En cambio, un ser cambiante no es necesariamente blanco. Por otro lado, la necesidad sería aquello que no tiene cambio; por ejemplo, cuando hablamos del presente: ''Él es un hombre'' que es una verdad general o cuando hablamos del futuro: ''Él caminará a su casa''.

Las frases anteriores del presente y futuro pueden cambiar dependiendo del evento. Por ejemplo, el hombre puede ir en caballo a su casa, o puede dejar de ser hombre. En este sentido, el pasado es el único tiempo inmodificable(2)

La voluntad es lo que determina por fin si un evento ocurre por necesidad o no, aunque hay cosas, dice Anselmo, que siempre ocurrirán como por ejemplo, que el sol salga por el este y vaya hacia el oeste. 

Eternidad y temporalidad

En otras palabras, podríamos decir que tenemos cosas temporales y eternas. Las eternas ocurren por necesidad mientras que las temporales ocurren por voluntad; por ejemplo, pecar es un acto voluntario y por lo tanto temporal así como también la habilidad para no pecar. 

Libre elección

Mucha gente cree que la libre elección (o libre albedrío) no le servirá de nada, ya que el conocimiento de Dios determinará si va al infierno o no. Sin embargo, el conocimiento de Dios no representa la necesidad del hombre a pecar, es decir, Dios sabe si el hombre pecara o no pecara lo que no quiere decir que Dios esté actuando como un ente de obligación. En otras palabras, el sabe que pasará con él y el hombre decide libremente lo que concierne al pecado. 

Ahora, cuando el hombre llega a la edad del entendimiento, entonces este no tiene ninguna justificación para cometer el mal(3).

¿El mal en Dios?

Sería absurdo pensar que las cosas existieron primero y después Dios, pero puede ser riesgoso pensar que Dios hizo todas las cosas porque en ese sentido también diríamos que creó el mal. 

Sin embargo, ¿de dónde viene el mal? De acuerdo con Anselmo, el mal sería una falta de bien, es decir, el mal no tendría una cualidad siquiera; sería ausencia(4). Toda la bondad del hombre depende de su voluntad, por quien hace la voluntad de Dios que es buena está haciendo el bien, mientras que quien carece de esta bondad hace el mal. 

Recordemos un poco lo dicho por San Agustín cinco siglos antes: la verdad se refiere a todo lo que es verdadero y existe; el mal se refiere a todo lo que es falso y por lo tanto no existe. Tal como dijo San Agustín, la verdad es equivalente a la existencia y el mal es equivalente a la inexistencia.

Conclusión

Aquí tenemos una de las primeras conciliaciones del Libre Albedrío y la Presciencia que nos da Anselmo de Canterbury. Sin embargo, este no es el fin pues aún nos queda por hablar siendo esta la primera controversia. Realmente tenemos la influencia de San Agustín, pues supongo que junto con los árabes fue una de las pocas referencias que Anselmo pudo tener en esos tiempos. Quedémonos por ahora con esta visión del libre albedrío que este filósofo nos da.