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jueves, 2 de febrero de 2017

San Agustín de Hipona - Sobre la utilidad de creer (391)

Hay incluso estudios científicos que demuestran que quienes creen pueden aumentar su umbral del dolor, es decir, creyendo se puede resistir mucho más el dolor. Un gran ejemplo de ello fue Juana de Arco, quien estaba convencida que fue guiada por Dios para combatir en la batalla. En una de las cuantas batallas una flecha atravesó su cuerpo hiriendola muy gravemente. Se dice que pudo sobrevivir gracias a la fe que tenía en seguir adelante, y gracias también a que Dios le concedió seguir con vida. Sin embargo, San Agustín de Hipona no conoció a Juana de Arco y aún así establece que la creencia es un aspecto fundamental en la vida humana. Veamos lo que nos tiene el doctor de la gracia.

Referencias:

(1) En la época de San Agustín, si bien había muchas disensiones y ''cismas'' sobre la religión católica, ésta tenía el poder suficiente como para imponer su verdad frente a las otras. 

SOBRE LA UTILIDAD DE LA CREENCIA


Capítulo I: Dedicación a Honorato

¿Quién era Honorato? Honorato era un amigo de San Agustín que de hecho, fue uno de los pocos amigos que continuó siendo maniqueo. 

San Agustín comienza este libro explicando a Honorato la definición de hereje. El hereje se define como ese hombre que, buscando el mando y los honores trata de elaborar doctrinas que le permitan conseguirlo, de alguna manera, es un hombre que actúa por su propio provecho. 

Todos los hombres caen en herejía y creen haber alcanzado la verdad, pero San Agustín advierte a Honorato que ésto no es tan fácil como lo hacen ver. Eso es básicamente porque el hombre cree encontrar la verdad por medio de los sentidos del cuerpo, lo cual es incorrecto. 

En la secta maniquea

San Agustín aprovecha de relatar cómo cayó en la religión maniquea (junto con honorato), y nos dice que fue porque creía en las promesas dadas por los maniqueos, así como también estos se apartaban de la autoridad de todos, dando a entender que era una especie de secta secreta y dueña de la verdad. Pero lo que más convenció a San Agustín de entrar en la secta fue la elocuencia que cada uno de sus discípulos tenía. Podían refutar a todos los adversarios que se le presentaban. 

Capítulo II: El ataque de los maniqueos al Antiguo Testamento

El ataque de los maniqueos siempre ha sido el mismo, tomar literalmente el Antiguo Testamento y compararlo erróneamente con el Nuevo Testamento para ver inconsistencias. Esto ya ha sido visto en otros apuntes como por ejemplo ''Sobre el génesis contra los maniqueos'', donde San Agustín refuta todos los argumentos literales de parte de los maniqueos. 

Capítulo III: Los cuatro puntos de vista del Antiguo Testamento

Hay cuatro formas de estudiar el Antiguo Testamento:

  1. Histórica: explicación de los hechos y de la realidad.
  2. Etiológica: explicación de las causas de las cosas. 
  3. Analógica: comparación del Antiguo y Nuevo Testamento
  4. Alegórica: interpretar las escrituras y no tomarlas literalmente

Si podemos dar un ejemplo de estas cosas, en el histórico veremos como los apóstoles hablan sobre cuando Jesús se enfrentó con los fariseos. En el etiológico, cuando Jesús dice que se debe repudiar a la mujer a no ser en caso de fornicación porque se vienen los tiempos del hombre nuevo. En el analógico, Agustín no cree necesaria mayor explicación a no ser que las comparaciones de los dos Testamentos se tome literal. Finalmente, en el alegórico, es más claro aún con las interpretaciones que hemos visto del filósofo; recordemos que las Sagradas Escrituras no deben pensarse en un sentido sensible, sino más bien inteligible. Así es como dice el mismo apóstol San Pablo:

''La letra mata, pero el espíritu da vida''
(2-Colosenses 3:6) 

Lo que quiere decir a modo de interpretación (porque tomada literalmente sería absurdo) que la lectura literal del Antiguo Testamento no es posible, mientras que la que se hace alegóricamente sí. 

Capítulo IV: Otros errores para los lectores del Antiguo Testamento

San Agustín dice que existen tres errores en la creencia a primera vista:

  1. Tomar por verdadero lo que es falso
  2. Tomar por falso lo verdadero a causa del autor
  3. Cuando en la lectura se tomen verdades que el lector no se percató.

En el primer caso tenemos un hombre que lea una leyenda o mito y luego la tome por verdadera; por ejemplo, que alguien creyera que Radamanto es quien ve y juzga a los muertos. En todo caso, el error aquí es doble pues una cosa es que toma por verdadero lo que es falso, y además piense que justamente ese era el pensamiento del autor. En el segundo tenemos a un hombre que cree en la autoridad de un hombre sólo por su título; por ejemplo, que creamos que los átomos no existen porque Aristóteles lo dijo. En el tercer caso tenemos a un hombre que creyendo a Epicuro dice que es bueno porque pone el bien como la virtud, pero sin embargo no se da cuenta que para Epicuro la virtud es el mismo placer.

Capítulo V: Tres clases de escrito

Hay tres clases de escritos así como también hay tres clases de interpretación sobre dichos libros:

  1. El buen escrito que el lector no es capaz de apreciar
  2. El buen escrito que el lector si es capaz de comprender
  3. El buen escrito donde el lector haya mejores bienes, incluso bienes en contra de lo que el autor dijo. 

San Agustín dice que los primeros escritos no la censura, mientras que de la tercera se cuida. ¿Por qué no censura la primera? básicamente porque el escrito no tiene la culpa de que se le malinterprete.  

Capítulo VI: Las interpretaciones de los herejes

No es difícil darse cuenta que si queremos adherir a una religión o podemos servirnos de la opinión de los enemigos, pues ellos ya tiene una imagen prefigurada y por lo demás, beligerante a los otros. La idea siempre es mirar la base del autor y desde ahí criticarlo, sería absurdo criticar al autor sin leer lo que escribió y más aún guiándose por lo que dicen sus enemigos, que obviamente inducirán a los demás contra el autor. 

Capítulo VII: Busquemos la verdadera religión

Es indudable que el alma existe y por tanto, si la religión tiene como fundamento el alma, entonces cada vez más se acerca a la verdadera religión. 

San Agustín le propone a Honorato emprender los primeros pasos para encontrar la religión. Lo primero que propone el filósofo será pretender ser totalmente ignorantes de una religión. De aquí se desprenden las siguientes reglas para conocer y reconocer la verdad en una religión:

1era regla: conocer a los adeptos

Lo primero que se debe hacer es conocer a quienes adhieren a dicha religión. El problema estribará en que, si dichos hombres tienen diferentes puntos de vista de la misma religión, entonces es muy cuestionables que estén cerca de la verdad(1). Sin embargo, si en la religión todos están de acuerdo con una sola verdad, entonces se estará mucho más cerca de la verdad.

2nda regla: guiarse con un maestro sobre los escritos 

Por supuesto, no será nada sensato guiarse por las personas contrarias a dicha religión que queremos conocer. Primero deberemos instruirnos en los escritos de aquella religión, y además guiarnos con un maestro de tal religión; quien ojala sea piadoso y docto a la vez. 

3era regla: someterse a la autoridad

Nadie sigue a las minorías en cuanto a que el estudio de cosas pequeñas nunca podrá llevarnos a la verdad. Un estudio completo de las cosas estará mucho más cerca, que un grupo reducido de personas. Lo mismo pasa con el estudio formal porque, nadie preferirá estudiar a Áurico o Cecilio en vez de Cicerón que es el maestro de la retórica. Siempre lo mejor será someterse a la autoridad de los mejores, porque de otra manera, nunca podremos ver la razón si vamos en contra de la autoridad. 

4ta regla: la verdadera religión no tiene disensión 

La religión católica es una sola y por lo tanto abarca a todos los seres humanos; por otro lado, los herejes son muchos y diversos. Todos ellos tienen distintos nombres y hasta distintos dioses que siempre están en conflicto los unos con los otros. 

Capítulo VIII: Abrazando la religión católica

Agustín fue dejando la secta maniquea, pero no porque quisiera entrar en la religión católica; de hecho, ni siquiera sabía que hacer una vez dejando la secta maniquea. San Agustín aún no conocía la religión católica y cuando dejó la secta maniquea se preguntó ¿Cómo encuentro la verdad? ¿Cómo la busco? 

Fue solamente cuando conoció al obispo de Milán que era San Ambrosio que sacudió todos los prejuicios de San Agustín sobre el Antiguo Testamento (que tanto atacaban los maniqueos). 

Capítulo IX: La Iglesia Católica es fe y la herejía es razón

Para San Agustín es ridículo que todos tengan la verdad y que pretendan enseñarla. Los herejes son justamente así, pretenden tener la verdad y además de eso la enseñan a todos. No se someten a ninguna autoridad pues ellos mismos son su autoridad si tienen la verdad. 

La palabra creer

Honorato alguna vez le dijo a San Agustín que la creencia no es buena, puesto que de había viene la palabra ''crédulo'' la cual no tiene una connotación positiva. Sin embargo, a muchas palabras se les puede separar y rescatar connotaciones tanto positivas como negativas; por ejemplo, podemos usar la palabra estudioso que esa una palabra con una buena connotación, pero que no puede usarse en todos los contextos; por ejemplo, ¿podríamos llamar a un estudioso a alguien que quiere saber cómo está su familia? ciertamente no, aunque el estudioso tiene muchas ganas de conocer y saber de cosas y no obstante no podemos llamar estudioso a quien quiere saber sobre su familia. 

Lo mismo pasa a la palabra creyente y crédulo, pues las dos se separan; la primera va por obediencia a la autoridad; y la segunda por ingenuidad del sujeto. 

Capítulo X: La creencia

Por supuesto que no hay religión si no se cree en aquella y menos aún si no se cree en los maestros quienes la profesan. Nadie puede llegar a la verdad (cualquiera que esta sea), sino comienza creyendo en la cosa que se le está presentando. 

Finalmente, nada puede asegurarse si no se cree en la religión, y por lo tanto, aquel hombre que no cree estará siempre sometido a la opinión de los demás y nunca podrá llegar a la verdad, porque el primer ''requisito'' para llegar a la verdad es justamente creer en ella. De lo contrario, sólo podrá alcanzarse la opinión. 

Capítulo XI: Creencia y opinión

Puede ser que existan hombres que prometan la razón misma y creerles podría ser un error. En efecto, así ha sido en la antigüedad con los griegos, pues los sofistas afirmaban tener la razón, y la prometían y cobraban por ella; no obstante, con el tiempo y con el razonamiento de otros hombres como Platón y Aristóteles pudieron descubrir que más que enseñar engañaban a sus adeptos. 

En nuestra alma existen tres operaciones que nos ayudan a encontrar la verdad:

  1. Entender
  2. Creer
  3. Opinar

Si la tomamos aisladamente veremos que el entender estaría libre de todo defecto, pues sería la verdad absoluta. La segunda que es el creer tiene alguna falta y la tercera es una imperfección segura. Sin embargo, en la creencia, si lo que yo creo tiene algo de malo que yo nunca supe, entonces ese creyente está exento de culpa. 

Por otro lado, ¿cómo puedo creer en los hechos históricos del pasado? uno no tiene ninguna prueba de ello; por ejemplo, de la conjura que reveló Cicerón en contra de Catilina. En efecto, San Agustín no estuvo ahí y no puede asegurar que fue así. 

Caeríamos así en una especie de paradoja porque si sólo utilizamos la razón, el hecho de Cicerón no podremos conocerlo nunca porque no se puede retroceder el tiempo. ¿Y qué pasa si leemos sobre la conspiración? ¿Acaso eso no es un modo de conocer el hecho y ocupar mi razón en ello? Ciertamente sí, pero esa información, si la quiero conocer, primero la tengo que creer. Si uso exclusivamente la razón para conocer hechos pasados, entonces nunca podré conocer nada porque todo podría ser cuestionable, al no poder nunca conocer el hecho en sí. Por lo tanto, para evitar este innecesario problema, será mejor someterse a la autoridad de los escritos y de los maestros. 

Así, todo lo que comprendemos es gracias a la razón, todo lo que creemos se lo debemos a la autoridad, y todo lo que conjeturamos se lo debemos al error. De aquí surge la utilidad de la creencia.  

Capítulo XII: La fe y la vida social

Es dificilísimo creer sólamente por nuestros propios sentidos porque hay cosas que justamente escapan a él. Un caso podría ser el de nuestros propios padres; ¿cómo podríamos saber que nuestros padres son realmente nuestros padres? no podemos hacerlo meramente con la razón o con los sentidos, pues, nuevamente, tendríamos que volver el tiempo atrás y ver cómo nos concibieron y todo. ¿Quién vive con esas dudas? nadie ¿por qué? porque el ser humano tiene la facultad de creer y vivir sin este obstaculo que sería vivir sólo de la razón. 

Capítulo XIII: El necio no puede ser sabio si no cree en la sabiduría

Este quizás sea el problema más complicado porque el necio no siempre es apto para ver la sabiduría, y si la ve puede que caiga en un engaño. 

No obstante, hasta el más obtuso puede tener fe y por lo tanto puede creer en que existe algo mejor de lo que ya tiene. La única forma de encontrar la sabiduría es creyendo que existe, de otro modo, no se estará buscando nada y el necio se quedará con lo que es propio de él que es la necedad (aunque teniendo la facultad de poder conocer la sabiduría). 


Capítulo XIV: La negación de la creencia implica la negación de la religión

La negación de la creencia en cierto sentido es absurda porque de ese modo no podría creer en nadie, ni siquiera en quienes le dice que no crea lo que debiera creer. 

Ahora, es verdad que debe creerse antes de llegar a la razón, pero también es un error creer sin razón. Ni la creencia ni la razón pueden darse por separado, aunque el orden que se debe establecer en ellas es la creencia. Por lo tanto, una vez que se cree lo dicho se deben buscar las razones, si no se encuentran, entonces será mucho más difícil creer. 

Capítulo XV: Sólo con la sabiduría de Dios se llega a la religión

Dios es la verdad y si todos queremos conocerla pues debemos acercarnos a Dios. El mayor problema será que los ignorantes y los necios puedan creer en Dios, pues primero deben someterse a la autoridad de los hombres doctos y sabios. 

El mismo Cristo ganó nuestra confianza al mostrar total conciencia y total compromiso con Dios al cumplir todos los preceptos y estar libre de pecado. 

Capítulo XVI: La autoridad de Dios

Todas las cosas tienen cierta belleza que parecer ser inexplicable y que sólo se puede explicar bajo una autoridad que va más allá de los sentidos. 

Existen dos formas en las que se puede llegar a Dios:

  1. Milagros
  2. La multitud de adeptos

La primera forma en la que se llega a Dios es la más fácil de llegar o ''conocer'' a Dios. Los ignorantes sólo se fían de sus sentidos para conocer las cosas que los rodean y como los milagros son cosas que se aprecian con la vista, entonces los ignorantes pueden contemplar la gracia de Dios a través de ellos. Para el sabio no es necesario buscar a Dios pues sabe qué debe hacer, pero a los ignorantes hay que mostrarles lo sorprendente del milagro. 

Los leprosos quedaban limpios, los ciegos podían ver, los muertos revivían y los que no podían caminar caminaban. Esto podía demostrar a los ignorantes las grandes cosas del maestro y por eso se puede atraer a estos. 

Existe una pregunta válida ¿Por qué no existen milagros hoy en día para conseguir que más necios se unan a la religión? porque si los milagros se hicieran habituales, entonces estos ya no serían milagros. 

Capítulo XVII: Las costumbres y la autoridad

Otra de las maneras de corregir a los necios e ignorantes de la religión será imponer la autoridad en las costumbres. Esto no será difícil porque las costumbres se rebaten poniéndolas, ya que el orden es lo bueno. Si el orden es lo bueno y lo que conviene ¿quién podrá elegir costumbres malas y que no convienen? Las costumbres de la Iglesia Católica tienen relación con la búsqueda de la verdad en Dios. 

Capítulo XVIII: Exhortación a Honorato

En el cariño infinito que San Agustín le tenía a su amigo Honorato, con este último capítulo lo exhorta a que se acerque al catolicismo. En esta exhortación, Honorato seguía perteneciendo a los maniqueos y San Agustín le dice que salga de esa secta de ''infelices charlatanes''. Uno de los mayores que tenían los maniqueos era explicar el mal, pues ellos lo tomaban como una sustancia o como un contrario al bien, lo cual San Agustín ya ha refutado. 

Conclusión

Aquí se ve el principio epistemológico (si es que podemos decirle así) de San Agustín. El conocimiento, para el filósofo, nace a través de la creencia, es decir, primero creemos y después conocemos. Lo que justamente decía el santo en latín era: Nisi credideritis, non intelligetis (sin creer no se conoce). Me parece totalmente verosímil que se establezca este tipo de epistemología, y que para probarlo lo haya hecho de manera tan simple; separando la razón de la creencia ¿Qué puede hacer la razón sin la creencia? ni siquiera podríamos avanzar; sin embargo, la creencia sin razón también es perjudicial, pero la creencia debe ir primero.