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domingo, 2 de abril de 2017

San Agustín de Hipona - Las confesiones (Libro III: Conversión maniquea) (397).

Todos tenemos un cierto arrepentimiento cuando escogemos ideas equivocadas sobre la vida, y luego no queremos recordar esos vergonzosos momentos. El arrepentimiento es una opción entre los católicos quienes consideran importante la redención del hombre para con sus semejantes y girar su mirada hacia Dios. No es del todo malo, en todo caso, recordar las razones del porqué cometimos lo que cometimos y por qué luego nos arrepentimos de hacerlo. De esto se trata el siguiente libro de las Confesiones: la conversión de San Agustín de Hipona al maniqueísmo. 

Las Confesiones

LIBRO III: CONVERSIÓN MANIQUEA

Llegada a Cartago y los placeres del lugar

Cartago no estaba exenta de lascivia y cosas pecaminosas pues era una ciudad totalmente arrojada a estos placeres. Agustín comenzaba a ver aquí qué cosa debía amar, pero no encontró la respuesta en esta ciudad. Agustín parecía estar cada vez más hastiado del ambiente generalizado del pecado que estaba por medio de todo el imperio. 

También se vio atraído por el teatro. Este mundo de imágenes que mostraba escenas y situaciones aparentes sobre quienes caracterizaban los personajes. Agustín se dio cuenta de la actitud que tiene el espectador en estos eventos, en lso cuales el espectador llora y se alegra dependiendo de la situación (tragedia y comedia). De aquí se extrae el concepto de ''entretener'', pues todo lo que sea emocional nos hace apreciar las acciones y características del otro. 

Por un lado, no se puede tener misericordia ni perdón si no se ha sufrido. Es por eso que la tragedia puede ''entretener'' porque es ahí donde el espectador entiende y reprueba o aprueba la acción de sus protagonistas; queda una reflexión que no podría alcanzarse si el mismo espectador no hubiera pasado por lo mismo. Sin embargo, este hombre que sabe qué es el dolor no lo desea para nadie, más bien prefiere que nadie tenga dolor. 

Los estudios autónomos de Agustín

Muchos compañeros de Agustín estaban vanagloriándose de sus estudios y de todas las cosas que sabían a tan temprana edad. No obstante, para Agustín todos ellos estaban ciegos si no miraban al señor, aunque él también lo estaba.

Pasó el tiempo y Agustín se encontró con la lectura del Hortensio de Marco Tulio Cicerón, un libro del que en esta época no queda registro alguno. Agustín quedó maravillado con la lectura del Hortensio que era una exhortación a la filosofía. Quedó impresionado con la sabiduría y quería hacer de todo para obtenerla. De esta forma, Agustín piensa que por este camino se iba acercando cada vez más a la gracia divina de Dios, ahora, esto no quiere decir que cambiara una cosa por otra, porque el  Hortensio de Cicerón sólo le sirvió como medio para conocer a Dios. Quizás, San Agustín deja las filosofías anteriores a Cristo por las palabras del Apóstol:

''Mirad que nadie os esclavice, mediante la falacia de una filosofía fundada en tradiciones humanas, según los elementos del mundo y no según Cristo, porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad''
(Colosenses 2:8-9)

Después de leer el libro de Cicerón, San Agustín volcó su mirada hacia la secta maniquea. Las palabras que estos maniqueos pronunciaban sobre el Evangelio eran seductoras para San Agustín; de hecho, podríamos decir  que los maniqueos eran verdaderos cristianos que tenían su propia visión de las S.E. Podríamos decir que San Agustín considera a la filosofía como un camino para llegar a la contemplación divina de Dios.

Los maniqueos estaban hundidos en una ignorancia tal que, a través de ella, San Agustín comenzó a comprender la verdad. Se dio cuenta por primera vez que el mal proviene justamente de la nada y que estamos hecho a imagen y semejanza de Dios, porque Dios es la existencia misma, y si existimos es por él. 

Delitos y pecados

Todos los pescados son hechos por voluntad nuestra y sólo Dios puede librarnos de ellos a través de la confesión. Muchas cosas pueden parecer malas a muchos hombres; por ejemplo, que un hombre se procure muchas cosas para no pasar escasez que, aunque sea muy mal vista dicha opulencia, sólo Dios conoce la verdadera intención de aquel hombre: las apariencias son distintas de las intenciones. 

San Agustín se fue separando cada vez más de la secta maniquea, sobre todo cuando estos condenaban la ingesta de ciertos alimentos; como por ejemplo, la carne. Sí, los maniqueos eran vegetarianos y para San Agustín esto terminó siendo ridículo debido a la importancia que le dan a la materia. 

La Madre de San Agustín como señal de Dios

Nada más se podía tomar como una señal que la madre de San Agustín, Santa Mónica, llorase todos los días por su hijo. Las incontables oraciones de su madre dieron frutos cuando Agustín quiso dar su mirada a las S.E. y ver la verdad y bondad que están en ellas. 

La misma Santa Mónica tuvo que recurrir a la Iglesia para hablar con el obispo de que lo convenciera inmediatamente de sus malas doctrinas sobre los maniqueos; sin embargo, el obispo respondió:

''Déjale. Ruego por él al Señor. Pues él mismo, leyendo sus libros, descubrirá sus errores y su gran impiedad''

No obstante, la obstinación de Agustín era potente. Estaba muy sumergido y convencido que los textos maniqueos decían la verdad, a lo que la madre de Agustín recurrió nuevamente al obispo quien le dijo:

''Vete en paz, mujer; ¡así Dios te dé vida!, que no es posible que perezca el hijo de tantas lágrimas''


Y así fue, pues Agustín interrogó a todos los maniqueos con preguntas incisivas que estos nunca pudieron responder adecuadamente. 

Conclusión

Podemos ver en este texto claramente que San Agustín advierte tres tipos de realidades: Materia - Filosofía - Fe. Arriesgo de hacer una aseveración tal, pero me parece que desde la lectura e interpretación de este texto se pueden ver ciertos tipos de realidad. Realmente, la conversión de Agustín atravesó todos los ambitos de la realidad, porque no sólo cambió sus hábitos y actitudes, sino que también, por completo, su manera de pensar. En todo caso, ese mismo es el efecto de la filosofía; el cambio total de mente para que pueda entenderse el entorno y la verdad de las cosas.