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jueves, 11 de mayo de 2017

San Agustín de Hipona - La Trinidad (Libro VIII: Virtudes en la Santísima Trinidad) (399).

Lo que ha faltado hablar es cómo es que el hombre puede concebir o percibir la Santísima Trinidad. Para ello, San Agustín de Hipona nos trae los conceptos que el hombre puede entender a través de la mente, pero aplicándolo a la Santísima Trinidad. Todos quisiéramos saber cómo, si bien existe, el hombre pequeño en la gran inmensidad del mundo, puede conocer la gracia de la Trinidad presentada por Dios en todos los ámbitos de la existencia. San Agustín nos trae lo que podríamos llamar una lista de valores donde podemos apreciar el fenómeno.

Referencias

(1) Cosa que San Agustín sí cree porque al tener el hombre un conocimiento limitado, todos pueden llegar a tener ese límite. 

LA TRINIDAD

LIBRO VIII: VIRTUDES EN LA SANTÍSIMA TRINIDAD


Igualdad de la Santísima Trinidad

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son diferentes y debido a esta diferencia podemos pensar que uno es mayor que el otro, pero esto no es así. Si vamos a diferenciarlos tendríamos que ocupar el término de ''grandeza'', por otro lado, todo lo que es inteligible es verdad y así como es verdad es grande. Sin embargo, la verdad no admite grados, es decir, algo que es verdadero, no puede ser más o menos verdadero que otra cosa. 

Por lo tanto, si las tres ''sustancias'' son verdad (y no como el ser humano que sólo participa de la verdad) y por lo tanto ninguno puede ser más grande que el otro, en el sentido que la verdad no tiene grados. 

No obstante, bien podemos decir que un hombre es verdadero y que por tanto no podría ser mejor que otro(1). Como esto no puede ser posible, San Agustín nos aclara que la grandeza del hombre (o de los seres) no se mide con la verdad. 

El alma del hombre y Dios


La virtud del alma

El hombre siempre se procura los bienes de una manera u otra, siempre anda buscando lo bueno. Obviamente, el mejor de los bienes que se debe procurar el hombre son aquellos del alma y no los del cuerpo. 

Ahora, no debemos pensar por esto que el alma es lo más sublime y divino que existe. El alma es buena en cuanto existe, pero puede alejarse del bien cuando, por su misma voluntad, el alma se inclina hacia cosas ignominiosas. La voluntad hace que el alma pueda escoger entre el bien y el mal, por lo tanto, el alma no es totalmente buena hasta que elige serlo. 

El hombre, en tanto hombre, debe amar las cosas que son más sublimes. El alma es más sublime que el cuerpo porque manda a este último, y aún más el hombre debiera amar al creador del alma que es el mismo Dios. 

El concepto de fe

Ya lo decía San Agustín en diversas ocasiones ''Es necesario creer para entender'' por lo que primeramente, el hombre debe creer y someterse a la autoridad de las S.E. y luego utilizar la razón en ellas para entenderla. 

Por otro lado, San Agustín nos dice que la fe es una especie de preámbulo del amor. ¿Por qué? ¿qué es lo que realmente se ama antes de tener fe? la pregunta puede ir más allá ¿se puede amar lo que se desconoce? Este tipo de conocimiento no parte desde la experiencia corporal, el amor se puede dar por las cosas que se desconocen, pues todos aman su alma y no la conocen por los ojos del cuerpo, pero saben que está allí. Por lo tanto, la conclusión es que sí se puede amar lo que se ignora, y esto es la fe.

El concepto de amor 

¿Qué amamos de la otra persona? ¿acaso un católico ama a San Pablo por ser hombre? No, se ama a San Pablo por su alma y convicción que tuvo al llevar a cabo la tarea que Jesús le asignó. Así es para todos, quien ama el cuerpo estará condenado a sufrir porque el cuerpo es algo pasajero, modificable que nunca va a darnos la satisfacción permanente que sí da el alma. 

Ahora, ¿cómo es que un justo puede amar a un justo? porque puede ser que el hombre a quien se esté amando sea injusto. San Agustín nos dice que la experiencia nos dictará quién es injusto y quien no, en consecuencia, quien sea justo podrá conocer a otro justo y lo amará, pues nadie ama a quien es contrario a la justicia. Además, no podremos nunca conocer a un justo si nosotros mismos no somos justos. 

¿Cómo podemos conocer la justicia? la justicia no se siente por el cuerpo, sino que por el alma. Es el alma la que ve todas estas cosas invisibles como la belleza, la pureza y la justicia. La última exhortación que hace San Agustín a sus lectores es amar a los hombres por la justicia que ellos tienen; así lo dicen las S.E.: 

''El que ama la injusticia odia su alma''
(Salmos 10:6) 

Todo esto es una persuasión a ver el interior del hombre y no a conocer las exterioridades del cuerpo. Lo más importante va por dentro. 

Dios y el amor

San Agustín dice que sólo es bueno el amor verdadero porque lo otro que se parece al amor sería pasión. ¿Cómo saber cuál es el amor verdadero? Las S.E. nos dan algunas pistas en cuanto a Dios y a los hombres:

Amor a Dios:

''Sabemos que Dios hace concurrir todas las cosas para bien de los que le aman'' (Romanos 8:28)

''El que ama a Dios es por él conocido'' (1 Colosenses 8:3)

Amor al prójimo:

''Toda ley se resume en este solo precepto: 'Ama a todos tanto como a ti mismo' '' (Gálatas 5:14)

''Todo lo que queréis que os hagan a vosotros los hombres, hacedlo vosotros a ellos'' (Mateo 7:12) 

Finalmente, ¿qué se debe amar? quien ama a Dios no puede tener jamás sufrimiento alguno, pues este es el amor verdadero. El hombre (el ser humano) es cambiante y tendencioso, y cambiara apenas se de la ocasión. Dios nunca cambia de parecer y por lo tanto, lo que no cambia es verdadero y como Dios es la S.T. nada puede haber en él falso. 

''Dios es amor, y quien permanece en el amor en Dios permanece''
(Juan 4:16)

Así terminamos el libro VII de la S.T, aunque no hablamos tanto específicamente de ella, si hemos analizado algo interesante. 


Conclusión

Nada es tan sorprendente como conocer el concepto de amor por parte de Dios y por parte de los hombres. Por supuesto, la influencia platónica que hay en este texto es evidente, pues el amor al alma que hablan las S.E. es una incondicional. El cuerpo pasa a segundo plano cuando se conoce el alma y la integridad de una persona y por supuesto, así debería ser para todos los seres humanos. Mirémonos mutuamente y veamos los valores y virtudes de cada uno, y olvidémonos de lo corporal.